Micorrelato 15: Visitas a la abuela

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Tematica: Relato familiar. Despedidas.

La encontré donde siempre, al fondo del pequeño salón, junto a la mesa camilla.

Estaba sentada en la butaca del abuelo, que ya se había ido al Cielo, al igual que mi madre.

Mantenía las manos, de dedos largos y finas, sobre el regazo. Había dejado de tejer chalecos de lana, por eso las tenía desocupadas.

Su boca, a medio cerrar, esbozó una sonrisa breve.

Sus ojos fijaron la mirada en mi cara, buscando reconocerme con su vista borrosa.

- Abuela, ¿Como estas? - La saludé, acercándome para dale un beso - Soy la hija de Lucía.

Hacia un tiempo que su mente batallaba en ordenar generaciones. Presentarse facilitaba la tarea de crear un ambiente familiar y tranquilo.

- Francamente bien - Contestó con voz audible y suma rapidez.

Usaba esa formula de palabras siempre que le hacían esa pregunta. Directa del cajón de "elementos útiles para mantener una conversación" que había guardado en su memoria.

Algunos dias hablaba más que otros, y era un privilegio escucharla. Había dias en los que las tornas cambiaban, en los que ella escuchaba y era el invitado quien hablaba.

- Me alegro mucho - Dije, peinando un poco su pelo detrás de las orejas.

Luego, me senté a su lado.

Visitarla formaba parte de una especie de duelo por adelantado. Disfrutar de su compañía me permitía ir asumiendo poco a poco su futura ausencia, aunque ella durmiera.

Su intelecto, su humor, su forma de hablar, su cuerpo físico, sus gestos, sus expresiones...Todo me valía.

Ver a mi abuela era ver a mi madre envejecida.

A veces le contaba cosas de mi vida, de la familia. Le hablaba de lo que pasaba en el mundo. Le preguntaba sobre temas de los que quería conocer su respuesta, aunque a veces la respuesta no llegase o llegase a medias. Le enseñaba fotos en el movil, le ponía musica que le gustaba, e incluso marchas de las procesiones de la Semana Santa que tanto amaba.

Curiosamente, ese dia, se me ocurrió coger algunas fotos enmarcadas que había por la casa, para enseñarselas y que se animase a hablar de sus recuerdos. A la abuela le costaba caminar y a veces iba en silla de ruedas, por lo que tal vez a esa altura no las viera y se hubiera olvidado de ellas.

- Mira abuela ¿Quienes son estas tres?

Su rostro se iluminó de alegría al mirar la tercera foto que le enseñé.

- ¿Te suenan? ¿Sabes quienes son?

Era una foto en color sepia, de no más de veinte centímetros de largo y quince de alto, con un marco de madera clara.

No pesaba, asi que se la puse sobre las manos.

Ella la sujetó con fuerza, aunque una de sus manos no le obedeciera.

En la foto aparecían tres jóvenes de piel blanca, caras redondas y cuerpos menudos.

Su hermana Concha, fallecida tiempo atrás, su hermana Asunta y ella.

- ¿Sabes quienes son, verdad?

Ella siguió sonriendo.

Limpié su barbilla con una servilleta.

- Esta eres tú, Sofía - Comencé señalar una por una a las integrantes de la fotografia - Y esta es tu hermana Asunta ¿Verdad?

Siguió sonriendo.

- Y esta es Concha - Proseguí.

Al escuchar el nombre de su difunta hermana, levantó la cabeza y dejó de mirar la foto, para volver sus ojos hacia mi.

Ojos azules y grises profundos.

Hasta se olvidó de parpadear.

Estaba visiblemente emocionada, y yo que en ese momento la miraba con atención podía decir que mostraba una expresión de sorpresa.

De alguna manera que todavía no alcanzo a comprender, sentí que su reacción era similar a la de cualquier persona cuando se encuentra con un viejo conocido.

Fue como si le resultase facil reconocer a su hermana Concha, después de tanto tiempo, por haberla visto recientemente.

- ¿Sabes que yo me acuerdo de ella? - Proseguí, olvidandome momentáneamente de su actitud.

Dos semanas después de aquel encuentro, mi abuela falleció.

Y entonces, pensé en el significado de lo ocurrido cuando le enseñé las fotos.

Pensé que, tal vez, Dios había dado permiso a los del "otro lado" para ir a visitarla los dias anteriores a su partida.

Pensé que tal vez su hermana Concha la había pasado a ver, como habia hecho el resto de su familia, para que no se sintiera sola, para que no tuviera miedo y el tránsito fuera sencillo.

Pensé que tal vez la visitara y le dijera:

- Sofi, te esperamos, no llegues tarde.

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