CAPÍTULO 2

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Me había quedado dormido, con los auriculares puestos y la cabeza apoyada en la ventanilla. Cerré los ojos por el pálido brillo, pero después la aclaré y pude ver los extensos árboles cubiertos por musgos. Árboles delgados, altos, con los troncos cubiertos de musgo verdoso y rodeados de una niebla gris. Aún había niebla, aunque el cielo estaba pálido y el sol se veía brillar detrás de las montañas de hielo a lo lejos. Demasiado lejos.

Me quedé con los auriculares puestos, mirando la ventanilla. Los ojos me dolían un poco y mis oídos parecían estar cansados.

Suspiré y mis ojos se sentían adoloridos por lo que había pasado horas antes.

La canción terminó y saqué el móvil del bolsillo. Miré la pantalla oscura y levanté la cabeza a la ventanilla. Quería poner otra, pero sentí cómo el auto poco a poco se volvía más lento.

—No lo hagas.

Solo escuchar su voz ronca hizo que mi cuerpo se sintiera frágil y mi cabeza doliera. Apreté los labios y quería mirarlo, pero también me negaba a hacerlo.

—¿Hacer qué? —pregunté con la mirada baja y el móvil en mano.

—Ignorarme.

Mechones de mi corto cabello negro cayeron por mi frente y parecían una cortina entre nosotros. Los aparté con una mano y me quité los auriculares. Me quedé unos segundos más mirando abajo y después lo miré con mucho cuidado.

Caden conducía el auto nervioso, rodeando fuertemente con los dedos el volante. Miraba al frente mientras su mandíbula parecía tensarse por la rabia. Aunque siempre había pensado que describir a Caden podía tomarme días y noches, en ese momento solo pude pensar en cosas sencillas de él que podía señalar.

Su cabello estaba cubierto por un gorro negro, dejando mechones de cabello rubio escapar de los costados. La camisa de leñador de tonos castaños parecía protegerlo del frío. Sus ojos y sus labios se veían, de alguna forma, tristes. Odiaba verlo así, destruido, pero no sabía qué más hacer. Yo estaba igual o peor, con el cuerpo adormecido y los oídos cansados.

No había más.

Tal vez un mes antes hubiera pasado días y noches señalando cada detalle de él.

Miré al frente y me quedé en silencio unos segundos. Apreté el móvil con rabia y quería abrir la puerta del auto para tirarme. Me hacía sentir incómodo.

—Solo estaba escuchando música —le dije con hastío mientras deseaba apretar los dientes, pero sabía que él se daría cuenta, siempre lo sabía.

—Por más de cinco horas —dijo ásperamente y pude ver cómo apretaba más fuerte el volante.

—Solo escuchaba música. No te ignoraba.

—Claro que lo hacías.

Respiré hondo y apreté los labios. Envolví los auriculares alrededor del móvil y lo guardé en el bolsillo. No dije nada más.

—Me prometiste que... —Se detuvo y respiró agitado, tragó saliva y giró el auto en una carretera más oscura—. Me prometiste que actuaríamos como...

—Si nada hubiera pasado —completé por él—. Y lo estoy haciendo. Nada pasó. No me dejaste por un mes...

—Estás ignorándome y... no me miras.

Sentí un sudor cubriendo mi rostro y, lentamente, lo miré. Quería esconderme en alguna parte, esconder lo que mis ojos podían expresar. Ocultar de él lo que aún sentía y seguramente él podía ver.

La punta de la nariz la tenía con pequeñas gotas de sudor y sus labios estaban secos por morderlos.

Por un breve segundo, él también me miró y después al frente para seguir conduciendo. Sus ojos castaños parecían espejos cuando los veía, reflejándome.

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