CAPÍTULO 11

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Cuando me desperté, lo primero que vi fue el pálido cielo amaneciendo y el cálido cuerpo a mi lado.

Me levanté de la cama, estirando mis brazos y moviendo el rostro de la pálida luz de la ventana. Miré a Caden, durmiendo y roncando casi en silencio. Al solo mirarlo, sonreí, como si una felicidad llenara mi pecho.

—Caden —susurré.

No despertó, solo movió el rostro y escondió la mitad de este sobre la almohada. Se veía tan guapo así, despreocupado y con el cabello rubio oscuro despeinado. Mientras el pálido cielo entraba para iluminarlo, dejaba todo apiñonado en sus mejillas y el hermoso color de sus cejas se veía más claro. Caden era tan guapo que podía quedarme sin respiración.

Podía tomar su mano y nunca soltarla, sentir sus ásperos dedos envolviéndose en los míos y su frente apoyándose en mi hombro para descansar. Podía imaginar tanto con él, tenerlo a mi lado significaba tanto para mí. Pero algo no se sentía bien, tal vez era su abandono o la necesidad de escapar. Algo me decía que debía salir de ahí.

Fui directo al baño a tomar una ducha. Vigilé que nadie me viera por la ventana mientras me bañaba y después me cubrí la parte baja del abdomen con una toalla. Al salir, ya cambiado y peinado, Caden recién estiraba los músculos de los brazos y soltaba un fuerte quejido.

No sabía qué decir, no tenía el valor o la fuerza para actuar como si una noche antes no me hubiera mostrado frágil.

—Despertaste —me salió decirle, pero después me arrepentí y metí las manos a los bolsillos de mi sudadera color vino.

—Sonará loco, pero no había dormido tan bien en mucho tiempo —me dijo y se llevó las manos al rostro, mientras sonreía y soltaba un pequeño sonido de diversión—. Tú ya estás más que listo.

Sonreí y me senté en los pies de la cama.

—Sí, bueno, no hay nada más que hacer, así que tomar un baño fue lo mejor. Tú también deberías.

Bajó ambas manos y levantó una ceja, mientras su sonrisa parecía brillar por la pálida luz del cielo detrás de mí. Parecía un sueño, como si esa mañana algo se hubiera despertado con nosotros.

—¿Me estás mandando indirectas? —me preguntó con una lenta sonrisa que se movía al costado.

Puse los ojos en blanco y solté una débil risa.

—Lo digo porque deberías, solo eso.

Movió el rostro con una sonrisa y levantó el cobertor de su cuerpo. Mientras se levantaba, me miró diferente. Y entonces recordé esos momentos. Cuando vivíamos juntos, siempre me miraba así.

Al despertar, cuando yo abría los ojos, algunas veces me miraba aún recostado. No se movía, solo me miraba y cuando lo descubría sonreía con cariño. Después besaba mi mejilla o mi frente y nos quedábamos así hasta que el despertador sonara.

—Iré a ver a los dueños de la casa —le dije mientras me levantaba de la cama—. Anoche los dejamos sin decir nada.

Asintió y comenzó a buscar cosas en su bolso de lona. Sacó unos vaqueros negros, una camiseta negra y una camisa de franela de leñador de tonos castaños. Colgó la camisa en su hombro y quiso entrar al baño.

—Espera —lo detuve y fui a la puerta del baño. Miré la extensa ventana sin cortina que estaba al lado de la ducha—. Ten cuidado.

—No hay nadie de igual forma.

Me encogí de hombros y sentí como su respiración golpeaba la punta de mi oreja, pero era el calor que salía de mi cuerpo.

—Solo... ten cuidado. Los dueños pueden salir y verte sin ropa.

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