—Ya me está afectando —le dije a Caden, mirando la botella casi vacía que estaba frente a mí. Había olvidado cuántas cervezas tomé.
—Pero apenas tomaste tres —replicó, y se llevó la boquilla de la cerveza a los labios—. Unas más y nos detenemos.
Me reí y quería cerrar los ojos, pero no podía por la vida a mi alrededor. Hombres bailando alegremente, música a todo volumen y luces de calidas. Estábamos en un bar gay, uno que quedaba a una hora y media del área de descanso. Era un lugar nocturno muy bien vigilado, la clase de lugar donde hombres solo buscaban sexo o llevaban vidas dobles.
—Siento que quieres hacerme perder la consciencia —le acusé, apoyando un puño en la barbilla y riendo sin saber por qué.
—Sientes bien. No estaría mal que cometiéramos un error ahora que estamos más ebrios que la nada.
—El único error que cometeremos será quedarnos dormidos aquí —intenté bromear y ambos reímos.
Una luz pálida salió detrás de mí y pude ver a Caden Edwin como lo veía antes. Tan guapo, pero de una manera en la que podía caer. Seguía igual que en la mañana, pero tenía algo que me provocaba más de lo que debía provocarme. Sonreí solo de pensar en tocar esa corta barba de una semana. Su pelo rubio desordenado y su camisa parecían haberse ceñido a su cuerpo. Realmente no me importaban esos detalles, pero en ese momento me sentí tan atraído a él.
—Necesitamos dormir —le dije, abriendo los ojos de par en par—. No podemos quedarnos despiertos bebiendo y esperar que al amanecer volvamos al camino.
—¿Por qué no? —me preguntó e intentó acercarse un poco más—. No sería la primera vez que hacemos algo así.
Muchas veces que viajábamos nos quedábamos sin dónde dormir, por lo que pasábamos toda la noche en un bar gay de paso o en restaurantes de comida que atienden toda la noche. Ignorábamos el hecho de preguntar si alguien conocía algún hotel, preferíamos encontrarlo nosotros mismos.
—Pero es la última —lo solté sin poder controlarlo—. Yo... no quise decirlo de esa forma.
Levantó una mano y negó con la cabeza, con una sonrisa temblorosa y la mirada puesta completamente en mí.
—No pasa nada, no te preocupes. ¿De verdad no puedes esperar hasta que amanezca? Solo faltan unas horas.
Negué con la cabeza, apretando los labios e ignorando los zumbidos en mi oído.
—De verdad estoy muy cansado. Esta mañana me desperté casi a esta hora y... ya sabes. Tuvimos sentimientos encontrados y eso no ayuda a no estar cansado.
Asintió y dejó la botella de cerveza sobre la mesa.
—Yo me estoy muriendo de hambre.
—Yo también —confesé y después me reí.
Caden se levantó y me miró.
—Entonces vamos a buscar algo.
Me quedé dudando un momento, mirándolo sin entender por qué había cambiado de opinión.
—¿Qué?
—Que vayamos a buscar un lugar para dormir y comida para mí —me dijo con la voz aterciopelada.
Me levanté y quise estirarme, pero me quedé medio encorvado y con los ojos llenos de sueño.
—Puedo dormir en el auto —le dije.
—Eso no, después tendrás un dolor en la espalda. ¿Recuerdas esa vez que te quedaste dormido ahí y tenías un fuerte dolor de espalda por la mañana al punto de ir a urgencias?
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Respira Por Mi
HorrorEstaban a punto de poner fin a su relación de años, pero antes se aventuraron a pasar una semana juntos en una cabaña. Lo que ignoraban era que no estarían solos en aquel refugio. Convencidos de que disponían de todo el tiempo del mundo para redescu...