CAPÍTULO 10

135 21 40
                                    

—¿Qué pasó?

Levanté la mirada cuando escuché la voz de Caden, entrando a la cocina. Se había cambiado de ropa, tenía una sudadera ancha color café y un pantalón negro de chándal. Aún tenía el rostro sonrojado, aunque su cabello rubio estaba húmedo.

Dejé las cartas sobre la mesa y quise levantarme de la silla para poder abrazarlo y llorar en su hombro, pero me quedé ahí con los labios temblando de la necesidad de tenerlo a mi lado. Quería tener el valor de abrazarlo o abrir una puerta. Pero no lo tenía porque ninguno de los dos podía hacerlo y dudaba tener la fuerza mental para lograrlo en algún momento.

—Nada —mentí y apoyé un puño en la mejilla, mientras apartaba la mirada de la mesa llena de cartas.

—Se llevó un susto —le dijo Mark mientras recogía todas las cartas y las barajaba.

—Escuchó algo en la puerta —añadió Raúl y apoyó ambos brazos sobre la mesa—. No había nada.

Negué una sola vez con la cabeza y sonreí.

—Estoy estresado —dije queriendo eludir mis pensamientos negativos que me habían estado llenando desde que Caden se fue—. Eso es todo.

—Si quieres, puedes ir a descansar —me sugirió Mark—. De la cena ya nos encargamos nosotros tres.

Quise negarme, pero sentí una mano en mi hombro y levanté el rostro.

—Tienen razón, ve a descansar.

Caden estaba tan cerca de mí que mi corazón latió como un loco. Si rompía nuestra distancia apoyando mi mano en la suya, seguramente todo estaría bien, pero solo asentí y me levanté de la silla. Dejé que su mano cayera y se quedó mirándome.

Un día desperté sabiendo unas cosas.

Podría vivir sin ver películas o sin poder disfrutar esas cosas que muchos chicos disfrutaban.

Porque tomar la mano de Caden era más que suficiente. La música se podía sentir y ver con él.

Las letras tenían sentido si lo veía.

Una vez un loco me dijo que eso era amor, unos años después lo entendí.

La necesidad de tener a una persona a tu lado solo para tomar su mano era amor.

Podía cerrar los ojos, apoyar mi frente en la suya y sentir su respiración solo para saber que estoy vivo. Todo lo demás no tenía sentido, como el cielo o el mar. A su lado solo necesitaba su tacto. No quería más, solo sentir sus manos y sus labios pegados a los míos para sentirme como un ganador. Todo lo demás se sentía estúpido.

En algún momento pensé las cosas mejor, pero cada respuesta solo me llevaba a la misma. Estaba enamorado de una manera alocada, porque enamorarse de Caden había tomado su tiempo y esa era la mejor parte. Porque lo que tarda en llegar se queda para siempre.

Al menos eso creía antes de que me dejara.

Y pensé en el momento en que algo en nosotros se rompió. Pensé en esos momentos que ya no tenían sentido porque su mano ya no apretaba la mía con promesas de un día después.

Yo podía dar mucho por Caden. Desde mi visión hasta mi respiración, porque en ese tiempo entendí que si alguien lo merecía era él.

Pero cuando se fue entendí que debía ser tan frágil en el interior. Y no romper los momentos confesando amor para que después sintiera que desaparece.

—De acuerdo —acepté en un suspiro y me levanté—. Tomaré un baño.

Mark asintió y Raúl empezó a revisar el tocadiscos de donde salía la música. Tenían canciones tan antiguas y románticas que muchas de ellas no conocía. Aunque Mark y Raúl no eran unos ancianos, sus gustos musicales sí parecían de alguien mayor de cien años.

Respira Por MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora