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Decir que fue una buena siesta, seria una vil mentira, no solo porque era demasiado alto para el espacio estrecho de la parte trasera del auto de Bokuto, quien no manejaba una camioneta, sino que ese mismo, era el peor conductor que Tooru presenció en toda su vida.

No las había contado pero, fácilmente, podría haberse despertado unas cinco veces —o más— porque Bokuto pasaba por baches que sacudían a todo el auto, incluso, sintió que en una de las tantas veces, se cayó en el espacio de las piernas.

Pero su cansancio era tan real y se volvió tan pesado una vez todo el estrés de su plan de escape fue superado, que en todas las ocasiones que se despertó, fue sucumbido nuevamente por el sueño.

Es más, ni siquiera notó que llevaban parados hasta unos veinte minutos después, cuando dejó de escuchar a Bokuto hablar hasta por los codos y los sonidos de afirmación que Akaashi hacía para que supiera que estaba prestándole atención. Con mucha pereza, se sentó, sintiendo toda su espalda tronar por la horrible posición en la que había estado durmiendo e inspeccionó el auto, dándose cuenta que estaba él solo.

Soltó un largo bostezo, frotando sus ojos antes de bajarse del auto y averiguar donde estaba. Miró a su alrededor y rápidamente entendió que estaba en un taller mecánico, del otro lado había una persona —más específico, un empleado— debajo de un auto. Oikawa no tenía la minima idea de haciendo qué, pero seguro estaba arreglando alguna parte del auto.

—¡Hey, Tooru! Te despertaste.

Se giró, encontrándose con Bokuto y Akaashi cargando unas bolsas de tela.

—¿A dónde se fueron?

—Fuimos hasta el pequeño mercado a comprar algunas cosas para ti, no sabemos cuánto te vas a quedar y si nos quedábamos más tiempo ahí, Bokuto iba a hacer un berrinche para que le compre un peluche de un búho.

Bokuto frunció su ceño y se cruzó de brazos, evidentemente molesto porque su pedido no había sido cumplido. Akaashi rodó sus ojos mientras guardaba las bolsas en el baúl del auto, Tooru suspiró pasando su mano por su rostro.

—No tenían que hacer eso, dime cuanto te debo— hizo el intento de alcanzar su billetera en su pantalón, pero él seguía con su traje de bodas, donde no cargaba nada más que un doloroso recuerdo—. Bueno, cuando tenga mi billetera.

—No seas ridículo.

Akaashi hizo un gesto con su mano, restándole importancia. Realmente, el dinero era lo de menos, quería acomodar a su mejor amigo y establecerlo en un lugar seguro donde podría empezar su nuevo camino de sanación. Un largo trayecto que llevaría mucho tiempo y apoyo, que él estaba dispuesto a darle con tal de verlo sonreír una vez más.

El pelinegro se acercó a abrazarlo, aunque era más bajo que él, se agachó un poco para corresponderle y suspirar.

Oikawa siempre estaría agradecido con Akaashi y su incondicional amistad. Era lo que más necesitaba en ese momento.

—¿Bokuto era?— se escuchó una voz profunda y desconocida detrás de ellos, lo que hizo voltear a los tres. Un muchacho con las mangas cortas arremangadas, sucio por el trabajo pesado y cargando con él una toalla sucia con, lo que podía suponer, aceite de motor. Se acercó a ellos con una cara inexpresiva pero al mismo tiempo mostraba su ceño fruncido.

—Así es, ese soy yo.

—Ya terminé de revisar el auto, le hice un par de ajustes a las...

Se sumergieron a una conversación donde Oikawa no entendía ni un cuarto de lo que decían, él no manejaba ni tampoco poseía un vehículo por lo que jamás se había preocupado por cosas como esas. Sin embargo, no era lo que decían lo que había atrapado su atención, sino era el increíblemente apuesto empleado que los atendía. Ese rostro serio, que notaba un cansancio natural en la forma de sus ojos y lo tonificado que estaban sus brazos por el exigente empleo.

Akaashi le charlaba, también indiferente a la conversación del auto, pero no obtenía reacción de parte de su amigo. Oikawa no estaba cautivado ni tampoco afirmaba haberse enamorado a primera vista —principalmente porque creía que eso era una mentira de cuentos de princesas—, solo había algo en esa persona que lo tenía sin palabras.

No era su tipo. Aunque si comparaba de alguna manera a las parejas, o relaciones que no llegaron a ser formales, que tuvo, ninguno compartía ninguna similitud entre ellos. Todos habían sido diferentes, físicamente, de personalidad y que tan hijos de puta habían sido con él.

Suspiró, decidiendo por su cuenta que no tenía porque estar tan pendiente de una persona a la cual no le conocía el nombre y porque una voz en su cabeza, además de la vestimenta que llevaba, le recordaba que en ningún futuro próximo iba a poder confiar plenamente en otra persona de vuelta.

Se volteó a su amigo, que lo miraba con una pequeña sonrisa burlesca porque había sido atrapado en el acto.

—Oh, déjame tranquilo.

Dijo, atrayendo la atención de los otros dos que los miraron con curiosidad. Oikawa, repentinamente nervioso por sus miradas conectadas y sin poder articular una sola palabra, se volvió al auto, subiéndose y dejándose caer en los asientos como estuvo todo el viaje de ida.

Era tonto que se hubiera puesto tan nervioso porque el chico le había mirado. Seguro quedó como un idiota sin modales por no saludarle.

Hundió su cara entre sus brazos, suspirando.

Necesitaba que ese día se terminase lo antes posible.

Begin Again || IwaOiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora