03. Buñuelos para Navidad

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Para la segunda semana después de haber conocido a Max, Sergio sentía que las cosas eran cada vez más extrañas cuando estaba cerca de él y de su hermana. Victoria seguía actuando igual de amable que siempre, sonriendo y agradeciendo cada vez que recibía una felicitación de su parte por realizar un trabajo excelente, pero Max...

Él parecía estar enfadado con él.

Sergio comprendió que no podía agradarle a todo el mundo. Max era un hombre de personalidad fuerte y muy reservado, todo lo contrario a él, quien disfrutaba de hacer bromas y charlar con entusiasmo con cualquier persona si la situación lo ameritaba. Podía decirse que Max era la primera persona en negarse a hacer migas con él, y aunque eso representaba un impacto importante en su manera de ver las relaciones sociales, tenía que aceptar que esta vez había fracasado.

Por eso, cuando el miércoles llegó y sus alumnos lo saludaron con cortesía, evitó a toda costa mirar la mesa donde estaban sentados los hermanos Verstappen. Se puso su uniforme, acomodó lo que utilizaría sobre la barra y anotó en la pizarra lo que enseñaría ese día:

—Buñuelos de navidad —dijo, señalando lo que había escrito. La clase se miró interesada entre sí—. Algo sencillo y delicioso para disfrutar en esta temporada.
El día de hoy haré la demostración para que tomen notas y mañana lo realizarán ustedes.

—¿Es muy difícil, chef Sergio? —preguntó una mujer de las mesas de enmedio con voz aguda. Max la miró de reojo, fastidiado de los absurdos coqueteos.

—Para nada. Los buñuelos son de los postres más sencillos de elaborar —Sergio le sonrió—. Eso sí, hay que tener cuidado porque se cocinan con aceite muy caliente.

Sergio prosiguió a lavarse las manos para iniciar con la preparación. Tomó un tazón grande y ahí comenzó a mezclar harina, polvo para hornear, azúcar y sal. Después, hizo un hueco en el centro de la mezcla para agregar huevo, mantequilla derretida y vainilla, y continuó mezclando con habilidad.

—Ahora vamos a agregar un poco de agua y vamos a amasar hasta obtener una mezcla suave y lisa —explicó, moviendo sus manos a un ritmo lento y consistente—. Se siente bien hacerlo. A más de uno de aquí le quitará el estrés.

Algunos rieron bajito, incluida Victoria, consiguiendo que Max resoplara por quinta vez en la tarde. No entendía por qué la gente se reía de los comentarios del chef Sergio si carecían de gracia alguna.

—Hilarante, ¿verdad? —le preguntó a su hermana, quien frunció el ceño.

—No empieces, Max. Pensé que comenzabas a llevarte mejor con él, pero desde el lunes llevas comportándote muy grosero y eso no me gusta nada.

—Tengo mis razones. No lo defiendas —espetó Max en voz baja.

—Cállate y déjame escuchar.

Max, enfadado, volvió la cabeza hacia enfrente para seguir mirando a Sergio, quien estaba explicando algo sobre dejar reposando la masa por media hora para que agarrara sabor.

El tiempo se pasó rápido. Max no quería admitirlo, pero Sergio tenía la capacidad de entretener a la gente así fuera con la charla más banal del mundo. Eso sí, el chef aprovechó esos minutos para dar uno que otro tip para conseguir una masa perfecta y también dio las equivalencias exactas de los ingredientes por si deseaban preparar buñuelos para un número de personas más grande.

Pasada la media hora, Sergio explicó que el siguiente paso era hacer bolitas de masa. Debían aplastarlas con un rodillo hasta dejarlas delgadas, pero sin romperse, y luego preparar el aceite caliente en una olla para freír los buñuelos.

Arroz con leche || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora