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Max nunca se consideró un fanático de los postres. Prefería comer un buen puré de papa, un frikandel o una simple sopa de tomate acompañada de unos cuantos crutones, en especial en los días de lluvia o cuando tenía una jornada difícil en el trabajo y solo quería llegar a casa a consentirse con uno de esos platillos. Los postres eran demasiado dulces para su gusto; le escaldaban la lengua y a veces terminaban arruinándole la comida entera porque eran muy malos. Para él, no existía persona alguna que pudiera preparar un delicioso postre que lo hiciera cambiar de opinión. Prefería quedarse con un amargo sabor de boca que arriesgarse y pedir un postre, o conformarse con una simple tira de goma de mascar que al final resultaba incluso peor. Los odiaba tanto que evitaba mirar esa parte de las cartas de los restaurantes para no discutir con el mesero por servir postres tan desastrosos.
Definitivamente Max era el principal enemigo de los postres, o al menos lo era antes de conocer a Sergio, un experto en el arte de la repostería, a quién solo le tomó cuatro semanas convencerlo de lo contrario con su famoso arroz con leche.
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Arroz con leche || Chestappen
أدب الهواةMax nunca se consideró un fanático de los postres. Prefería comer un buen puré de papa, un frikandel o una simple sopa de tomate acompañada de unos cuantos crutones, en especial en los días de lluvia o cuando tenía una jornada difícil en el trabajo...
