16. Monsieur, Esteban Ocon!

2.2K 388 463
                                    



Fernando llegó al departamento a eso de las seis de la tarde, listo para darse una ducha y descansar después de un día agotador. Esa mañana de sábado se había levantado desde muy temprano para impartir su primera clase de regularización; luego, después del almuerzo, había salido con un chica que había conocido en el supermercado en la sección de verduras hacia una semana, situación que mantenía a espaldas de Sergio ya que no necesitaba escuchar sus reprimendas por andar de «picaflor». Era cierto que sus relaciones amorosas no duraban más de un mes, pero él estaba cómodo con eso.

Al abrir la puerta, esperó encontrarse a su mejor amigo en la cocina, probablemente preparando algún postre para llevar a la cena que tendría con Max y su hermana esa noche. Sin embargo, se llevó una gran sorpresa al ver que todo el departamento estaba en penumbra, con las ventanas corridas y en completo silencio.

—¿Sergio? —preguntó confundido, dejando las llaves sobre un pequeño tazón transparente de vidrio en la entrada. Al no obtener respuesta, volvió a hablar—: Sergio, ¿estás en casa?

El escenario daba a entender que el departamento estaba vacío. Dio unos pasos más, mirando con precaución por la falta de iluminación, hasta que un leve quejido proveniente del sofá lo hizo pararse en seco. Entonces, encendió la luz y se encontró con que había un bulto cubierto con una manta en el sofá. Rápidamente se acercó y retiró la manta, llevándose una gran sorpresa.

—¿Sergio?

Las cosas no tenían buena pinta. Sergio estaba ahí, hecho un ovillo, con el cabello y rostro hechos un desastre mientras abrazaba un cojín. Estaba llorando.

—Sergio... —se acuclilló frente a él, preocupado—. ¿Por qué estás llorando? ¿Qué ha pasado?

Le acarició el cabello sabiendo que eso siempre lo tranquilizaba cuando tenía días malos. Sergio, en respuesta, suspiró lleno de tristeza.

—Volví a arruinarlo, Fer... —musitó con la voz rota—. Volví a arruinarlo y esta vez ha sido completamente mi culpa...

—¿De qué hablas? —le preguntó Fernando con el ceño fruncido.

—De Max y de mí...

—¿Por qué dices eso?

—Porque eso es lo que siempre hago.

Fernando tragó en seco. Le dolía verlo tan desolado.

—¿No se suponía que vuestra cena era hoy? —preguntó.

—Sí...

—¿Entonces?

—Tuvimos una discusión... —se lamentó Sergio, limpiándose las lágrimas con un pañuelo que había sacado de uno de los bolsillos de su sudadera—. Una discusión por culpa de mis malditos secretos.

Fernando suspiró, sin dejar de acariciarle el cabello.

—¿Cómo fue que inició la discusión? —le preguntó con voz suave—. No me digas que Esteban...

—No, nada de eso —lo cortó rápidamente Sergio—. Esteban no es el responsable de esto, al menos no directamente. El estúpido fui yo por ser un maldito cobarde...

Entre lágrimas y temblores le contó lo que había intentado hacer con Max en consecuencia de la charla sostenida con Christian en su oficina, y de como había ido a visitarlo a la clínica para sugerirle abandonar las clases de repostería por temor a que sucediera una tragedia si acudía a la regularización con Esteban.

Fernando lo escuchó con atención en todo momento, sin intervenir para que no dejara nada a medias, y para cuando terminó, se dio unos segundos antes de preguntar:

Arroz con leche || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora