11. El secreto del chef

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—Buenos días, Natalie.

—Buenos días, doctor Verstappen.

—¿Pendientes para esta mañana? —Max se paró frente al escritorio de su secretaria, tamborileando los dedos sobre la superficie. En su rostro había una enorme sonrisa. Natalie se sorprendió ante su cambio de humor, pues durante las últimas semanas había estado muy decaído y a veces hasta irritable.

—Tiene tres pacientes para antes del medio día —le dijo ella mientras miraba la pantalla de su computadora—. Después, tiene un tiempo libre antes de la hora de la comida.

—Excelente... Por cierto, lindos aretes.

Natalie se mostró aún más sorprendida por el cumplido. 

—Gracias, doctor...

Max siguió su camino hacia su consultorio, colgó su abrigo sobre el perchero y se puso la tradicional bata blanca que usaba para las consultas. Era lunes y todo tenía pinta de ir maravillosamente bien. ¿La razón? Sergio.

Después de declararse mutuamente su amor en la cena ambos estuvieron de acuerdo en comenzar a salir de manera oficial. Es decir, en ser novios. No necesitaban más tiempo para dar un paso tan grande como ese; ya habían salido lo suficiente durante los meses anteriores como para no estar seguros de lo que querían. Las citas eran para conocerse y ellos ya lo hacían, aunque claro, seguirían teniendo esa clase de detalles entre ellos porque eso era lo que hacían los novios. Max se lo había prometido a Sergio y lo iba a cumplir.

Aún así Sergio le preguntó una vez más si estaba seguro de formalizar la relación ya que entendía a la perfección que al ser algo nuevo para él quizás podía sentirse extraño, pero Max lo tranquilizó al decirle que no tenía por qué preocuparse por eso. Lo quería bien, se lo había dicho, y sus intenciones eran las mejores.

Al finalizar la cena se quedaron un rato más charlando en el sofá, tocando tanto temas triviales como otros que habían dejado pendiente desde el mes pasado, rompiendo a carcajadas por sus propias ocurrencias. Realmente no había mucha diferencia respecto a sus comportamientos, lo único nuevo era que en lugar de lanzarse miradas discretas y tener "accidentes" al rozar sus manos cada vez que hablaban, ahora alternaban uno que otro beso en los labios entre cada conversación y se abrazaban para resguardarse del frío. Max se había ofrecido a poner la calefacción para que ambos estuvieran más cómodos, pero Sergio se negó argumentando que no quería dar molestias, disimulando el deseo que tenía por perderse en la sensación cálida que le brindaba su cuerpo.

Poco después de la medianoche Max regresó a Sergio a su departamento y, antes de despedirse, acordaron verse el lunes por la tarde en la clase de cocina. Desde entonces, Max llevaba contando los minutos para verlo, sintiendo como si flotara en las nubes cada vez que pensaba en él. Y mientras acomodaba algunas cosas de los estantes de su consultorio, su móvil vibró por encima de una pila de papeles que tenía sobre el escritorio.

Dejó todo lo que estaba haciendo y fue a echar un vistazo.

Chefsito manos de mantequilla:

Buenos días, doctor.

La sonrisa surcó sus labios inevitablemente. Sabía que ese saludo tenía todo menos formalidad y, aunque Sergio estaba jugando, Max lo encontró bastante... provocador.

No le importó parecer un desesperado. Se sentó en su silla de cuero y se apresuró a escribir una respuesta.

Max:

Arroz con leche || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora