07. Una sorpresa para el chef

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—¿Doctor?

Max pestañeó un par de veces hasta que su mirada se enfocó en la mujer que estaba parada en el marco de la puerta. Era la recepcionista.

—Natalie, me tomaste por sorpresa... —sonrió en un afán de disimular el susto. La mujer correspondió el gesto; sin embargo, su frente se arrugó casi al instante al notar que ella lo estaba mirando de una manera poco usual.

—Llamé a la puerta varias veces pero nunca me respondió. ¿Está bien?

—Oh... Sí, estoy bien.

En realidad, Max llevaba un par de días bastante distraído. No era la primera vez que no atendía la puerta, o que alguien lo atrapaba con la mirada perdida en alguna pared. Últimamente su mente estaba ida, perdida en un pensamiento que tenía que ver con una persona en particular: Sergio. ¿Por qué? Porque a Sergio le gustaban los hombres.

Max no tenía problema con eso, de verdad que no, pero algo debía de estar pasando en su cabeza como para no poder sacarse esa confesión de la mente. Además, otra cosa que también lo tenía un poco desconcertado era que desde la reunión que habían tenido en la cafetería sus conversaciones habían pasado de ser instantáneas a esporádicas, y temía que la reacción que había tenido ese mañana ante la confesión fuera la culpable. Quizás lo había incomodado, solo que Sergio era demasiado amable como para decírselo de frente, o quizás simplemente este se había dado cuenta de que confiarle cosas personales no era la mejor de las ideas.

Suspiró. Sobrepensar no le estaba ayudando mucho a superar la crisis que estaba sufriendo internamente. Sergio ahora era su amigo y no quería perder su amistad, entonces, ¿qué debía hacer para intentar enmendar su error?

—Doctor Verstappen.

Max volvió en sí y miró una vez más a la puerta, dónde estaba Natalie apretando los labios mientras sostenía una libreta pegada al pecho.

—Lo siento, Natalie. ¿Qué me decías? —Max soltó una risita, demasiado nervioso como para intentar dar una explicación a su ausencia.

—Que el turno de la clínica termino hace casi media hora y le preguntaba si podía retirarme, pero si necesita algo de apoyo puedo quedarme un rato más.

—No, está bien, puedes irte —Max se apresuró a responder. Estaba muy apenado—. A veces el tiempo pasa tan rápido que no me doy cuenta. Discúlpame.

—No pasa nada, doctor —Natalie sonrió amable—. Entonces lo veré el el lunes. Espero que tenga un buen fin de semana.

—Gracias, Natalie. Igualmente...

Cuando Natalie salió del consultorio, Max soltó un profundo suspiro y se talló el rostro con ambas manos. Estaba cansado, tenía hambre y no sabía qué hora era, pero al lanzar una mirada rápida a la ventana se dio cuenta de que el sol ya se había ocultado.

—Maldición... —masculló, al tiempo que sacaba su móvil para echarle un vistazo. Tenía la esperanza de tener un nuevo mensaje de Sergio, pero en la pantalla no había ninguna notificación. Volvió a suspirar.

No demoró mucho en recolectar sus cosas para volver a casa envuelto en un cálido abrigo color gris. Había sido difícil conducir con los nudillos congelados, pero se animaba al pensar que el invierno terminaría pronto. Al llegar, lanzó sus llaves al sofá y fue directo al baño para lavarse las manos y mojarse un poco la cara para espabilarse. Pegó un salto por el agua fría y rápidamente tomó un trozo de papel para secarse el rostro. Su reflejo denotaba cansancio. El rostro pálido y ojeroso hacía un contraste interesante con la luz, y su cabello rubio estaba un poco desaliñado ya que durante el trayecto se había pasado varias veces la mano sobre él.

Arroz con leche || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora