CAPITULO 2

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Evanelle se subió al asiento del pasajero mientras Claire acomodaba las cajas en la parte de atrás y,a continuación,dio a la anciana la tartera con la tarta blanca que había cocinado para ella y una bolsa de papel marrón para que se le sujetara.

-¿Qué es esto?-quiso saber Evanelle al tiempo que examinaba la bolsa mientras Claire se colocaba tras el volante.
-Un pedido especial.
-Es para Fred-afirmó Evanelle, con seguridad.
-¿Crees que volvería a hacer negocios conmigo si te lo dijera?
-Es para Fred
-Yo no te he dicho eso
-Es para Fred
-Me parece que no te he oído.¿Para quién dices que es?

Evanelle lanzó un suspiro.
-Ahora te estás haciendo la graciosa.
Claire se echó a reír y arrancó el vehículo.

El negocio iba viento en popa,porque todos los platos hechos con las flores de alrededor del manzano del jardín de la casa Wawerley podían afectar a la persona que los comía de distintas formas,a cuál más curiosa.Las galletas de jalea de lilas,las pastas de té de lavanda y los bizcochos para acompañar el té hechos con mayonesa de capuchina que las señoras de la Sociedad de Beneficiencia encargaban para sus reuniones mensuales les daban la capacidad de guardar secretos.Los brotes de diente de león fritos sobre un lecho de arroz de pétalos de caléndula,las flores de calabaza rellenas y la sopa de escaramujo eran infalibles para asegurarse de que los invitados solo se fijaran en las cosas bellas de una casa y no en sus defectos.Las tostadas con mantequilla y miel de hisopo y anís,los tallos de angélica escarchada y las magdalenas con pensamientos cristalizados amansaban a los niños.El vino de madreselva servido en la festividad del Cuatro de Julio daba la capacidad de ver en la oscuridad.El sabor a frutos secos de la salsa elaborada con brotes de jacinto producía melancolía y hacía pensar en el pasado,mientras que las ensaladas con menta y achicoria eran una invitación a creer que algo bueno estaba a punto de suceder,fuese cierto o no.

La anfitriona de la cena de cuyo cáterin Claire debía encargarse esa noche era Anna Chapel,la directora del Departamento de Arte del Orion College,que al final de cada trimestre de primavera siempre organizaba una cena para su departamento.Durante los cinco años anteriores Claire se había encargado de dichos eventos.

Constituían una excelente oportunidad de dar a conocer su nombre entre el sector académico,porque solo esperaban comida de calidad con un toque de originalidad,mientras que los lugareños que llevaban toda su vida en la ciudad solían recurrir a ella para que les preparase una comida organizada con algún propósito específico cuando querían quitarse algún peso de encima y asegurarse de que la otra persona no volvería a hablar jamás del asunto,para conseguir un ascenso o para hacer las paces con alguien con quien se hubiesen enemistado.

Primero Claire llevó la jalea y el vinagre al mercado al aire libre que había junto a la autopista,donds habia alquilado un espacio en un puesto,luego se dirigió a la ciudad y aparcó enfrente de la tienda de exquisiteces Fred's Goumet,cuyo nombre anterior era Comestibles Fred,llamado así durantes dos generaciones antes de que una clientela más sofisticasa compuesta por universitarios y turistas acudiera a hacer sus compras allí.

Ella y Evanelle entraron en la tienda,y los tablones de madera del suelo crujieron bajo sus pasos.Evanelle se fue directa a los tomates,mientras que Claire se dirigió a la trastienda de Fred.Llamó una vez y luego abrió la puerta.

-Hola,Fred

Sentado a la vieja mesa de su padre,Fred tenía desparramadas varias facturas ante sí,pero a juzgar por cómo se sobresaltó al oír entrar a Claire,debía de tener la cabeza en otra parte.Se incorporó de golpe.

-¡Claire!Cuánto me alegro de verte...
-Te he traído las dos cajas que me encargaste.
-Muy bien,estupendo-Cogió la bata de tendero blanca que había en el respaldo de su silla y se la puso encima de la camiseta negra de manga corta.La acompañó hasta la furgoneta y la ayudó a llevar las cajas dentro-¿Me has...mmm...?¿Me has traído es otra cosa que comentamos la otra vez?-le preguntó cuando entraron al almacén.

Ella sonrió levemente y salió de nuevo a la calle.Regresó al cabo de un minuto y le dio la bolsa de papel marrón con una botella de vino de geranio de rosa en el interior.

Fred aceptó la botella con aire avergonzado y luego le dio un sobre con un cheque.El acto en sí era del todo inocuo,porque siempre le daba un cheque cuando ella le entregaba la jalea y el vinagre,pero aquel tenía un valor diez veces superior al de su cheque habitual.Y el sobre brillaba más ,como si contuviese un millón dd luciérnagas encendidas con su esperanza.

-Gracias,Fred.Te veré el mes que viene.
-De acuerdo.Adiós,Claire.

Fred Walker vio a Claire esperar junto a la puerta a que Evanelle pagase en la caja de la tienda.Claire era una mujer guapa,con el pelo y los ojos oscuros y la tez aceitunada.No se parecía en nada a su madre,a quien Fred recordaba de sus tiempos en la escuela,aunque lo cierto es que tampoco Sydney se parecía a ella.Saltaba a la vista que habían salido cada una a su padre,fuera quienes fuesen cada uno de ellos.

La gente mantenía con Claire un trato cordial,pero en el fondo les parecía una mujer distante,y nadie se detenía a hablar con ella sobre el tiempo,ni sobre lo dulce que había salido ese año la cosecha de fresas.Era una Wawerley,y la familia Wawerley era gente rara,cada cual a su propia y peculiar manera.La madre de Claire había sido una bala perdida que había dejado a sus hijas al cuidado de la abuela y había muerto en un accidente de tráfico en cadena en Chattanooga unos años más tarde;su abuela rara vez salía de casa,y su prima lejana,Evanelle,siempre estaba regalando a la gente objetos de lo más extraño.Pero,sencillamente ,así eran los Wawerley,igual que los Runion eran habladores,y los Plemmon siempre se andaban con evasivas,y los hombres de la familia Hopkins siempre se casaban con mujeres mayores.Pero Claire mantenía la casa Wawerley en buen estado.Era uno de los caserones más antiguos del lugar,y a los turistas les gustaba pasearse por las inmediaciones y echarle un vistazo,lo que resultaba beneficioso para la ciudad.Y lo más importante:Claire siempre estaba allí cada vez que alguien necesitaba la solución a un problema que solo podía resolverse recurriendo a las flores que crecían alrededor del manzano que había en el jardín trasero.Ella había sido la primera en tres generaciones que había decidido compartir abiertamente aquel don con sus vecinos.Y eso la convertía en una gran mujer.

Evanelle se acercó a Claire y ambas se marcharon juntas de la tienda.Fred asió con fuerza la bolsa que contenía la botella y se volvió a su trastienda.

Se quitó la bata y volvió a sentarse a la mesa,y se quedó de nuevo con la mirada fija en la pequeña fotografía enmarcada de un hombre apuesto vestido con esmoquín.La foto había sido tomada en la fiesta del cincuenta aniversario de Fred,un par de años antes.

Fred y su compañero,James,llevaban juntos más de treinta años,y si la gente conocía la verdadera naturaleza de la relación entre ambos,duraba ya tanto tiempo que a todo el mundo le traía sin cuidado.Sin embargo,ultimamente él y James se habían distanciado un poco,y las pequeñas semillas del descontento y la ansiedad estaban enpezando a echar sus raíces.Durante los meses anteriores,James había estado quedándose a dormir en Hickory,donde trabajaba,unas cuantas noches por semana,aduciendo que tenía que quedarse a trabajar tan tarde que no merecía la pena regresar cada noche a Bascom.En consecuencia,Fred se veía obligado a pasar demasiadas noches solo en casa,y no sabía que siempre decía:《A ti te salen unas empanadillas chinas buenísimas¿Por qué no cenamos eso esta noche?》,o《Echan una película en la tele que me gustaría que viéramos》.James siempre tenía razón,y Fred se cuestionaba hasta las cosas más insignificantes cuando su compañero no estaba en casa.¿Qué debía cenar esa noche?

¿Debería dejar preparada ya la ropa para el tinte la noche antes o esperar al día siguiente?.Fred había oído hablar toda su vida del vino de geranio de rosa de las Wawerley.

Povocaba en quienes lo ingerían un retorno a los días felices,recordando las cosas buenas,y Fred quería recuperar las cosas buenas que James y él compartían.Claire preparaba una sola botella al año,y resultaba extremadamente cara,pero era un remedio infalible,porque las Wawerley,a pesar de su cegera ante su propia forma de vida,eran increíblemente eficientes a la hora de ayudar a los demás a ver.

Levantó el teléfono y marcó el número del trabajo de James.Tenía que preguntarle qué debía preparar para cenar.¿Y qué tipo de carne se servía con un vino mágico?

El jardín de los hechizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora