CAPÍTULO 12

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Esa misma tarde, Sydney se sentó en el porche delantero mientras Bay daba volteretas en el jardín.Vio a Evanelle aproximarse por la acera y sonrió.La anciana llevaba un chándal de color azul, y aquel bolso enorme y tan familiar cruzado por encima del hombro.Antes, a Sydney le encantaba adivinar que llevaba dentro.

Esperaba que a Bay también le gustase.El hecho de ser una Wawerley no extrañaba demasiadas alegrías, pero sin duda Evanelle era una de ellas.

Evanelle se paró a hablar con el vecino, Tyler, que estaba en el jardín delantero con los ojos clavados en un montículo de restos de césped cortado.Estaba aburrido; Sydney reconocía las señales.Llevaba el pelo más bien largo, obviamente para conservar el rizo natural.Eso significaba que tenía una naturaleza creativa que trataba de controlar, y por ello se pasaba la mayor parte del día trasladando con el rastrillo una enorme pila de hierba cortada de una parte a otra de su jardín.

Sydney no podía imaginarse queriendo mantener otra relación sentimental con un hombre después de David, pero en ese momento, al mirar a Tyler, su corazón sintió algo extraño.No se trataba de deseo, y era evidente que el se sentía atraído por su hermana, pero la sola idea de que existiesen hombres buenos le hacia albergar esperanzas de nuevo.Puede que no por ella misma, sino por otras personas, por otras mujeres.Unas mujeres que serían más afortunadas.

En cuanto Evanelle se despidió de Tyler, Sydney bajó corriendo los escalones para acudir a su encuentro.

-¡Evanelle!-exclamó mientras abrazaba a la anciana-.Claire me ha dicho que ibas a venir.¡No sabes cuánto me alegro de verte! Estás exactamente igual.

-Igual de vieja.

-Igual de guapa.¿Qué hacías ahí, hablando con Tyler?

-¿Se llama así? Es que parecía necesitar bolsas de basura para el césped.Por suerte, llevaba unas encima.Estaba muy agradecido.Tengo aquí su número de teléfono.

Dio a Sydney un trocito de papel de cuaderno.Sydney se quedó mirando el papel, un tanto incómoda.

-Evanelle, yo no...no quiero...

La anciana dio una palmadita a Sydney en la mano.

-Ay, cielo..., yo no sé qué es lo que se supone que tienes que hacer con él.Solo sabía que tenía que dártelo.No pretendo que salgas a cenar con él ni nada de eso.

Sydney se echó a reír.Era todo un alivio.

-Tengo otra cosa para ti.

Evanelle rebuscó en el interior del bolso un momento y luego le dio a Sydney una bolsa de la compra con él nombre de una tienda muy exclusiva que había en la plaza.Sydney la recordaba perfectamente; las chicas del colegio cuyos padres tenían dinero siempre compraban ropa en Maxine's.Sydney pasaba todos los veranos trabajando como una mula para poder comprar allí también, para íntegrarse y ser como las demás chicas.Abrió la bolsa y sacó una preciosa camisa de seda azul.Era tres tallas demasiado grande, pero hacía muchísimo que no tenía nada de una estética tan clásica y decadente, desde que le había quitado todo ese dinero a su novio, el ladrón de coches, y había vivido con eso un año entero.David tenía dinero, pero nunca había sido generoso con los regalos, nunca se le habían dado demasiado bien los premios, los remordimientos o las disculpaa.

Sydney se sentó en los escalones, se llevó la camisa a la nariz e inhaló el maravilloso olor a riqueza de la tienda.Olía a papel de cartas y a perfume inglés.

-Es preciosa...

Evanelle se acomodó en el escalón junto a Sydney y volvió a hurgar en el bolso.

-Se que te está demasiado grande.Aquí tienes al comprobante.Estaba caminando por el centro esta mañana, buscando algún trasero masculino bonito, cuando he pasado por delante de Máxime's.Me he acordado de ti y he sabido que tenía que comprártela.Esta camisa y de esta talla.

Bay se había acercado a ellas y estaba toqueteando con timidez la camisa que su madre sostenía en las manos.

-Evanelle, está es mi hija, Bay.

La anciana le dio un golpecito en la barbilla y Bay se echó a reír.

-Es igualita a su abuela cuando era niña.El pelo oscuro, los ojos azules...Lleva genes Wawerley, eso seguro.

Sydney rodeó a la niña con el brazo, con gesto protector.《No, de eso nada》

-Las tartaletas de fresa son las que más le gustan.Gracias por traérselas.

-Siempre está bien saber cuándo las cosas tienen una buena finalidad.-Dio unas palmaditas a Sydney en la rodilla-.¿Dónde está Claire?

-Ocupada en la cocina, preparando un almuerzo.

-¿Vas a ayudarla?

-Si

Evanelle la miraba con ojos penetrantes.Sydney siempre había querido a Evanelle.¿Qué niña no quiere a una viejecita que se pasa el día dándole regalos? Sin embargo, Claire siempre parecía comprender mejor a la anciana.

-No olvides nunca lo siguiente con respecto a Claire:detesta tener que pedir ayuda o favores.-Bay volvió corriendo al jardín, se puso a dar volteretas de nuevo y ellas la felicitaron.Un rato después Evanelle añadió-:Pedir ayuda no es fácil.Tu fuiste muy valiente viniendo aquí.Me siento orgullosa de ti.

Sydney miró a la anciana a los ojos y supo que lo sabía.

El jardín de los hechizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora