Cuando Tyler Hughes llegó a casa,las ventanas de Claire estaban oscuras.
Aparcó el jeep en la calle y salió,pero se detuvo en el camino de la entrada.No quería entrar todavía.Se volvió al oír el avance tintineante de un perro pequeño por la acera.Al cabo de escasos segundos,apareció un diminuto terrier negro que corría persiguiendo a una mariposa nocturna que saltaba de una farola a la siguiente.
Tyler esperó a ver lo que aparecería a continuación.Y dicho y hecho,la señora Kranowski,una viejecita larguirucha con un peinado que recordaba al torbellino de un helado de vainilla de cucurucho,hizo su entrada en escena.Estaba persiguiendo al perro y gritando:
-¡Edward!¡Edward!Vuelve con mamaíta...¡Edward!¡Vuelve ahora mismo!
-¿Necesita ayuda,señora Kranowski?-preguntó Tyler al verla pasar.
-No,gracias,Tyler-contestó mientras desaparecía calle abajo.
Aquel espectáculo vecinal,tal como él había descubierto ya,tenía lugar al menos cuatro veces al día.Bueno,no había nada de malo en seguir una rutina.Tyler agradecía tener una rutina,mucho más que la mayoría de la gente.Ese verano tendría que dar clases,pero disponía de un par de semanas libres entre los trimestres de primavera y verano,y siempre se ponía nervioso cuando no tenía una rutina preestablecida.La vida estructurada nunca había sido uno de sus puntos fuertes,pero lo cierto esque le reconfortaba mucho.A veces se preguntaba si él ya era así o había aprendido a serlo con los años.
Sus padres eran ceramistas y bohemios,fumadores de hachís,y habían alentado su vena artistica.No fue hasta que empezó la escuela primaria cuando descubrió que estaba mal dibujar en las paredes,y eso había supuesto un enorme alivio para él.La escuela le proporcionaba una estructura,reglas,una direccion concreta.En las vacaciones de verano se olvidaba hasta de comer,porque pasaba horas y horas dibujando y soñando,y sus padres nunca le habían fijado límites.Esa era,precisamente,una de las cualidades que más apreciaban en su hijo,su creatividad.Había disfrutado de una infancia feliz,pero una donde la ambicion encabeza la lista,justo al lado de Ronald Reagan,de los demás tabú.Siempre había dado por sentado que,al igual que sus padres,se ganaría la vida modestamente viviendo de su arte y se conformaría con eso.Pero la escuela le había gustado,y luego,la universidad,mucho más,y no le entusiasmaba la idea de abandonarla.Así que decidió dedicarse a la enseñanza.Sus padres nunca lo entendieron:ganar mucho dinero era casi tan malo como ser republicano.Ssguía de pie allí,frente a su casa,cuando la señora Kranowski regresó caminando por la acera con Edward en brazos.
-Buen chico,Edward-le estaba diciendo-Te has portado muy bien con mamaíta.
-Buenas noches,señora Kranowski-dijo cuando la mujer volvió a pasar por su lado.
-Buenas noches,Tyler
A él le encantaba aquel lugar de locos.Su primer trabajo en la enseñanza después de completar el máster había sido en un instituto de Florida;en aquel centro era tal la desesperación por encontrar profesores que pagaban bonificaciones sobre el sueldo base,dietas y todos los gastos derivados de su trasalado desde su casa de Connectitut.Al cabo de un año aproximadamente,también empezó a dar clases nocturnas en la universidad local.
Fue un cúmulo de casualidades lo que lo llevó finalmente a Bascom.Conoció a una mujer en un congreso en Orlando,una profesora de arte del Orion College de Bascom.Corrió el vino,hubo coqueteo y acabaron con una noche de sexo salvaje en la habitación del hotel donde ella se hospedaba.Años después,durante unas vacaciones de verano marcadas por la angustia y la inquietud,se enteró de que había una plaza vacante en el Departamento de Arte del Orion College,y la imagen de aquella noche volvió a su memoria con una nitidez y una belleza aplastantes.Fue a la entrevista y obtuvo el puesto.Ni siquiera recordaba el nombre de aquella mujer;simplemente,lo que le atraía era el romanticismo que envolvía aquel suceso de su vida.
Para cuando llegó a Bascom,ella ya no trabajaba allí y nunca llegó a verla de nuevo.Cuanto más mayor se hacía,más vueltas le daba al hecho de que no hubiese llegado a casarse,de que lo que lo había llevado a aquella ciudad,para empezar,era otro verano insomne y el sueño de la vida al lado de una mujer con quien solo había pasado una noche.Bien,¿y de verdad era eso romántico o simplemente patético?
Oyó un ruido sordo procedente del lateral de la casa,de modo que se sacó las manos de los bolsillos y echó a andar hacia la parte de atrás.Cuando había cortado el césped un par de días antes,la hierba estaba muy crecida,por lo que había montones de restos húmedos por todo el jardín.
《Seguramente debería rastrillar todo ese césped》,pensó,pero¿qué iba a hacer con tanta cantidad?No podía dejarlo ahí,apilado en un montículo en mitad del jardín.¿Y si toda la hierba cortada se secaba y quilaba la viva que había debajo?El primer día sin clase y ya estaba obsesionado con el césped de su jardín.Y seguro que la cosa iría a peor.
¿Qué rayos iba a hacer conmigo mismo hasta que empezasen las clases de verano?Tenía que acordarse de escribirse notas para no olvidarse de comer.Lo haría esa misma noche,para que no se le olvidase.Las pegaría en la nevera,en el sofá,en la cómoda y en la cama.
La luz del porche trasero iluminaba el jardín de la parte de atrás;era un jardín de pequeñas dimensiones,ni por asomo tan grande como el de la casa contigua.La valla metálica de los Wawerley,recubierta de madreselva,separaba ambos jardines.Desde que se había mudado allí,ya había tenido que obligar un par de veces a unos niños que se bajaran de ella.Trataban de alcanzar el manzano,le habían dicho,cosa que le pareció una idea de lo más estúpida,puesto que debía de haber al menos seis manzanos maduros en el campus de Orion.¿Por qué intentar subirse a una valla de casi tres metros de altura con remates puntiagudos en los extremos metálicos cuando podían ir andando hasta la universidad?Así se lo dijo a los niños,como si no supiese lo que estaba diciendo.Ese manzano,le informaron,era especial.
Echó a andar junto a la valla,inspirano con fuerza el aroma dulce de la madreselva.Tropezó con algo y,al bajar la vista, vió que había pisado una manzana.
Siguió entonces con la mirada en un reguero de manzanas que conducía a una pequeña pila de ellas junto a la valla.Otra cayó en el suelo con un golpe sordo.Era la primer vez que las manzanas caían de su lado de la valla.¡Pero si ni siquiera veía el árbol desde su jardín!
Recogió del suelo una pequeña manzana rosada,la frotó hasta sacarle brillo con la tela de su camisa y,a continuación,le dio un mordisco.
Regresó caminando despacio hasta su casa,decidiendo que al día siguiente metería todas las manzanas y se las llevaría a Claire,a la que le explicaría lo sucedido.Sería una buena excusa para volver a verla.
Probablemente solo serviría,una vez más,para repetir la misma historia de seguir a una mujer a un callejón sin salida.Pero ¿y qué?
Hay que hacer las cosas que a uno se le dan bien.Lo último que recordó de esa noche era que había puesto el pie en el peldaño inferior del porche trasero.Luego tuvo el sueño más increíble de toda su vida.
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El jardín de los hechizos
ParanormalDos mujeres con el corazón herido,un árbol que predice el futuro,un hombre enamorado que no teme exponerse al dolor... Para escapar de la pesadilla en que se ha convertido su vida y,sobre todo,para proteger a su hija, Sydney Wawerley decide regresar...