CAPÍTULO 10

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Los traseros masculinos tenían su arte.Eso era todo lo que tenían.Bueno, eso era casi todo

Lo jóvenes atletas que corrían por la pista de la universidad tenían muchísima energía y un magnífico tono muscular,y lo Meeting de todo, seguramente, era que Evanelle sentía alguna vez la necesidad de darles algo, le sería imposible alcanzarlos.Era evidente que eso su don ya lo sabía,por lo que durante el curso escolar nunca le daba por manifestarse en mitad de la pista de atletismo.Sin embargo, en verano había personas más lentas, más mayores, en la pista, y a veces Evanelle sentía la irrefrenable necesidad de darles unas pinzas o unos paquetitos de ketchup.Una vez, hasta tuvo que darle a una mujer mayor un tarro de miel de oxidendro.En verano siempre la miraban como si estuviera loca cuando se ponía a correr por la pista.

Esa mañana, en lugar de ir a la pista de atletismo, Evanelle decidió ir andando al centro antes de que abriesen los comercios.Siempre había corredores dando vueltas a la plaza.Siguió a algunos de ellos hasta llegar a la tienda de Fred y le dio por mirar dentro desde el escaparate.Era mucho antes de la hora en que solía aparecer para trabajar, pero ahí estaba Fred, en calcetines, sacando un yogur de la sección de lácteos.Su ropa arrugada era una prueba evidente de que había pasado la noche allí.

Evanelle supuso que el vino de geranio de rosa no había surtido efecto con James, o puede ser que Fred hubiese decidido no utilizarlo al final, A veces, las personas que llevaban juntas mucho tiempo tenían tendencia a imaginar que las cosas eran mucho mejores antes, aunque no fuese cierto.Los recuerdos, aún los más duros, se reblandecían como los melocotones a medida que pasaban los días.

Fred y James eran una pareja sólida, eso lo sabía todo el mundo.Hacia mucho tiempo que el hecho de que fuesen gais había perdido cualquier importancia, cuando era evidente que formaban parte de los inseparables, una distinción reservada normalmente para las parejas que llevaban juntas muchos, muchos años.Conocía bien a Fred.Sabía que lo que pensara la gente era importante para él.En ese aspecto, se parecía mucho a su padre, aunque él no lo reconocería.Cuando alguien le hacía algún comentario crítico, le costaba olvidarlo, y alteraba su modo de proceder para no tener que sufrir la misma crítica otra vez.Le molestaría mucho que alguien llegase a enterarse de que él y James tenían problemas.Él era uno de los inseparables :tenía que estar a la altura de todas las expectativas.

Evanelle sabía que tenía que irse, pero decidió esperar un momento para ver si se le activaba el don.Se lo quedó mirando fijamente, pero no se le ocurría nada.No tenía otra cosa que darle más que consejos, y la mayor parte de la gente no solía tomárserlos demasiado en serio.Evanelle no era tan misteriosa ni tan lista como sus parientes Wawerley de la casa de estilo Reina Ana de la calle Pendland, pero si tenía el don de prever el futuro.Desde que era una niña, le llevaba a su madre trapos para limpiar antes de que se derramara la leche, cerraba las ventanas antes de que oliese a tormenta siquiera, y le daba al párroco un caramelo para la tos justo antes de que sufriera un ataque mientras pronunciaba su sermón.

Evanelle se había casado una vez, hacía mucho tiempo.Había conocido a su marido cuando tenían seis años, y ella le había dado una piedrecilla negra que había encontrado en la carretera ese día.Esa noche él la usó para lanzársela a la ventana y atraer su atención, y se hicieron amigos íntimos.Tras treinta y ocho años de matrimonio y sin haber vuelto a sentir nunca la necesidad de darle nada, un buen día se despertó sintiendo la imperiosa necesidad de comprarle un traje nuevo.Resultó que había sido porque el hombre no tenía un traje decente con el que ser enterrado cuando murió, a la semana siguiente.Trataba de no pensar demasiado en su don, porque entonces siempre recordaba lo frustrante que era no saber por qué la gente necesitaba las cosas.A veces, de noche, cuando la casa le parecía especialmente vacía, todavía se preguntaba que habría ocurrido si no le hubiese comprado a su marido ese traje.

Vio a Fred dirigirse al pasillo de los artículos de picnic y abrir una caja de utensilios de plástico.Extrajo una cuchara y abrió su yogur.Aunque Evanelle sabía que ya era hora de ponerse en marcha, entonces se le ocurrió ponerse a pensar en lo bien que estaría vivir en una tienda de comestibles, o mejor aún, en un hipermercado Wal-Mart, o mejor todavía, en un centro comercial, porque allí tenían camas en la sección de sábanas de los grandes almacenes y una amplia oferta de restaurantes.De pronto se dio cuenta de que Fred se había quedado inmóvil, con la cuchara en la mano, y de que la estaba mirando fijamente a Evanelle sonrió y lo saludó con la mano.

El hombre se acercó a la puerta y la abrió.

-¿Puedo ayudarte en algo, Evanelle?-dijo saliendo.

-No.Pasaba por aquí cuando te he visto.

-¿Hay algo que quieras darme?-preguntó.

-No.

-Ah-dijo él, como si de veras quisiese algo, algo que pudiese mejorar las cosas, pero las relaciones sentimentales era un tema delicado.No había remedio para ellas.Miró a su alrededor para ver si alguien en la calle los había visto y, a continuación, se inclinó hacia delante y le susurró-:Le he pedido que volviese temprano a casa estas últimas dos noches, y ni siquiera ha aparecido.No se qué hacer yo solo en casa cuando él no ésta, Evanelle.A él siempre se le da muy bien tomar todas las decisiones.Anoche ni sabía a qué hora cenar.Si cenaba demasiado pronto y el volvía a casa, entonces no podría comer con él, pero si esperaba demasiado, sería tarde para cenar.Hacia las dos de la madrugada se me ocurrió disponer algunas cosas para preparar el desayuno por si volvía.Sería un bonito detalle,¿ no te parece? Me acerqué a la tienda para coger algunas cosas , pero normalmente James me deja una lista de la compra, así que cuando llegué, no estaba seguro de lo que debía coger.No dejaba de pensar:¿y si no le apetece pomelo?¿ Y si traigo a casa un café que no le gusta? Acabé quedándome dormido en el sofá de mi despacho.No sé lo que estoy haciendo.

Evanelle negó con la cabeza.

-Estás retrasando el momento, eso es lo que estas haciendo.Cuando tienes que hacer algo, tienes que hacerlo.Retrasándolo solo consigues empeorar las cosas, créeme, lo sé.

-Lo estoy intentando-le aseguró Fred-.Le he comprado a Claire vino de geranio de rosa.

-Lo que digo es que tienes que hablar con él.No esperes a que vuelva a casa.Deja ya de retrasar el momento-.Fred la miró con aire obstinado y Evanelle se echó a reír-.Está bien, aún no estás listo para eso.Puede que el vino funcione, si consigues que se lo beba.Pero independientemente de lo que decidas hacer, tal vez deberías hacerlo con los zapatos puestos.

Fred bajó la vista y se miró los pies descalzos, horrorizado, y corrió de nuevo al interior de la tienda.

Con un suspiro,Evanelle siguió caminando por la acera, asomándose a los escaparates.La mayoría de los corredores matutinos ya se habían ido, así que a lo mejor debería irse a casa y recoger un poco antes de ir a visitar a Sydney.A Claire le había entrado el pánico, aunque había intentado disimularlo cuando llamó a Evanelle la noche anterior para contarle lo de la llegada de su hermana.Evanelle la tranquilizó y le dijo que todo iba a salir bien.Le recordó a Claire que volver a casa era algo positivo.Hogar, dulce hogar.

Evanelle pasó por delante de un salón de belleza White Door, donde las mujeres con demasiado tiempo libre y demasiado dinero pagaban demasiado por cortarse el pelo y darse masajes encima de tumbonas de piedra caliente.Luego se detuvo frente a Máxime's, en la puerta de al lado, la tienda de ropa exclusiva donde a las mujeres del White Door les gustaba comprar después de arreglarse el pelo.Allí, en el escaparate, había una camisa de seda con botones.

Evanelle entró a pesar de que todavía habían colgado el cartel de 《abierto 》.Su don era como una comezón, como una picadura de mosquito en el centro del cuerpo, y no desaparecía hasta que hacía lo que le exigía.

Y de pronto, insistentemente, en ese momento le exigía que le comprase a Sydney aquella camisa.

El jardín de los hechizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora