11 - El destino hace su jugada

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Nana se despertó en el tejado con las voces de un enojado Fer gritando su nombre. Temiendo las repercusiones, bajó las escaleras de la sala principal, esperando encontrar una pila de hombres inconscientes por la resaca. Pero lejos de la realidad, todos se encontraban preparando sus armas.

-Vístete -ordenó Fer, tirándole el vestido sucio y andrajoso que había usado el día anterior. -Salimos en veinte.

-Pero, dos asaltos en una semana es peligroso, lo dijiste tú mismo, -dijo Nana con preocupación.

Lo que acababa de hacer era estúpido, lo sabía. Desafiar las órdenes de Fer de esa forma, en frente de todos, no era algo que dejaría pasar. Pero algo no estaba bien, estaban en peligro, o al menos lo sentía de esa forma.

-Nunca uses mis palabras contra mí -gruñó Fer levantándola del collar de la remera. Parecía estar intentando contenerse, pero la ira se notaba en su voz. -Escúchame, el cargo que pasará hoy será el más grande que hemos hecho, así que necesito que estés en tu mejor comportamiento, ¿entiendes? Vístete y haz el show de tu vida, porque si esa carreta no se detiene querrás correr lo más lejos de mí que esas pequeñas piernas te permitan.

Nana estrujó el vestido en su mano con tanta fuerza que su brazo entero comenzó a temblar. Su cuerpo estaba peleando por contener las palabras, pero perdió:

-¡No! ¡No podemos, es demasiado peligroso, por favor créeme! -gritó en su desesperación.

Sin dudar un segundo, Fer alzó su mano y le dio una cachetada que la dejó en el suelo.

-¡NANA! ¡Yo soy el peligroso! -bramó Fer con un grito que resonó por todo el bosque.

Con el rostro aún rojo, Nana observaba una vez más cómo la carreta se asomaba por el horizonte. La angustia y los nervios la comían, pero por motivos totalmente distintos a los de la última vez. No quedaba ningún indicio de una niña triste e indefensa en Nana, más bien daba la impresión de estar viendo a un soldado aterrorizado, manteniéndose firme frente al avance del ejército enemigo. "Somos los cazadores, ellos son la presa", repetía una y otra vez en su cabeza, con los ojos clavados en la carreta. Después de unos tortuosos minutos, la misma se detuvo a pocos pasos, pero esta vez el conductor no hizo más que esperar en silencio.

Los sentidos de Nana se dispararon cuando la puerta de la carreta se abrió, revelando a una joven quien comenzó a caminar hacia ella con paso firme, portando el uniforme de la Escuela de la Harpía.

"Somos los cazadores", seguía repitiendo Nana en su mente, cada vez con más ímpetu.

-Buenos días, pequeña -dijo la mujer con amabilidad-. Me llamo Myra Thelmore, soy una estudiante de la Escuela de la Harpía. ¿Y tú, cómo te llamas?

Nana titubeó, su respiración forzosa le dificultaba hablar, lo cual preocupó a Myra, quien estiró el brazo para sujetarla.

-¿Te encuentras...?

-¡¡¡Disparen!!! -Dejó escapar Nana en un grito ahogado.

Un espeso polvo blanco y gris salió expedido de cada orificio de la carreta, engulléndola y a Myra en un instante; a la vez que se escuchaba un bombardeo de disparos. Todas las balas que impactaban contra el polvo quedaban suspendidas en el lugar como si flotaran en el agua.

Segundos después, varios estudiantes salieron de la carreta, corriendo en dirección de los disparos sin vacilar, protegidos por el polvo que los cubría como una capa. A su vez, también se bajó un maestro, reconocido por su túnica blanca.

Por la sorpresa de todo, Nana había caído de culo sobre el suelo, paralizada del miedo: Nunca había visto una alteración así del Aura, y el hombre que se acercaba a ella era el causante de todo. Solo de estar en su presencia le erizaba la piel.

Providence [ESP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora