17 - Un aliado inesperado

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Cuando Myra recobró la conciencia, sus ojos cansados no veían más que oscuridad a su alrededor, a excepción de la luz de un par de velas que iluminaban a duras penas el estrecho camino hasta una puerta cerrada. Resguardándola se encontraban dos alumnos de la Escuela del Búho, los cuales reconoció por sus uniformes con chalecos negros, quienes se notaban muy distraídos en su conversación como para darse cuenta de que había despertado.

Su mente estaba nublada, su cuerpo exhausto, y sus ojos se cerraban por su cuenta; cada vez que lograba juntar la fuerza para volverlos a abrir, los alumnos cambiaban de lugar o a veces incluso eran personas diferentes. ¿Cuántas veces había perdido ya la conciencia? Y aun así, pareciera que nadie se dignara a siquiera mirar en su dirección.

Muchos intentos después, finalmente logró mantenerse despierta, aunque no fuera más que fijando la mirada en la tela sobre sus piernas por lo que parecieron horas. En ese tiempo fue que su mente comenzó a despejarse y procesar su situación: como el hecho de que se encontraba sentada y su uniforme había sido sustituido por un vestido de seda de color blanco grisáceo. Aunque no pudiera ver sus brazos, podía sentirlos colgando a sus costados, así que con esfuerzo los levantó hasta que, con el sonido de una cadena, se detuvieron forzosamente frente a ella; estaba encadenada al suelo. Confusa, dirigió la mirada a los estudiantes, quienes esta vez se la devolvieron, aterrorizados. Myra abrió la boca para hablar, mas las palabras no salieron; en cambio, su cabeza comenzó a dar vueltas y sus ojos a cerrarse una vez más.

Un fuerte ruido sirvió de despertador para Myra. Cuando abrió los ojos, observó cómo se abría la puerta al final del pasillo, que por el tiempo que tomaba debía de pesar una tonelada. De ella salió una mujer pequeña vistiendo el uniforme de la Escuela del Búho y la túnica de maestra imperial, acompañada de un hombre y una mujer que, en comparación, se veían enormes, ambos utilizando el uniforme y la túnica de maestro estatal. Los alumnos que hacían de guardia se irguieron enseguida, llevando ambas manos por detrás de la espalda en un breve saludo formal. La maestra no se molestó con formalidades y comenzó a caminar hacia Myra con la mirada intensa, sus pasos resonando en la inmensidad y el silencio de aquel lugar. Al llegar al puente, que conectaba donde estaban con la plataforma flotante donde se encontraba Myra, impactaron sin titubear con una barrera transparente que se pegó a sus cuerpos como si fuera una ligera capa de agua, pero sin mucho esfuerzo pasaron a través de ella.

Sin dar explicaciones, la sujetó de un brazo y la arremangó para inspeccionar las cicatrices que serpenteaban por todo su cuerpo. Al verlo, la mente de Myra se llenó de imágenes de aquella mañana, las cuales no lograba comprender. ¿Por qué sus manos estaban manchadas de sangre?

-Inactiva, pero consciente. Avísenle al congreso que la ejecución se tendrá que adelantar, es demasiado peligroso mantenerla tan cerca de Zero por tanto tiempo, podrían reaccionar uno con el otro. -Exclamó la maestra imperial a uno de sus acompañantes. -Y disminuyan la presión sobre esta cámara o se morirá antes del juicio.

Myra se forzó y abrió la boca, pero nuevamente no pudo; sentía como si alguien la tuviera agarrada del cuello. La maestra imperial se notó sorprendida al ver tal desesperación y levantando dos dedos, la presión de su cuello desapareció, atropellándose por decir:

-¿Dónde está Sone? ¿Está bien?

El rostro de la maestra imperial se ensombreció, bajando la mirada a las cicatrices en sus brazos

-Lo mataste. -Sin esperar por una respuesta, volvió a levantar los dedos y se retiró junto a sus acompañantes, apagando todas las velas con un simple movimiento de la mano.

Aquellas palabras la confundieron, pero a medida que más recuerdos de aquella mañana se dibujaban en su mente, la sorpresa inicial dio paso a la desolación. Su mirada se volvió vacía y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Providence [ESP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora