Uno: "Simples palabras"

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El estándar de belleza es de rostro pequeño, mandíbula bien formada, labios pequeños, cejas rectas, piel perfecta, ojos grandes y sobre todo; figura delgada.

El chico rubio se encontraba almorzando en una de las bancas de la universidad totalmente solo.

—Hey, no deberías comer más, bola de grasa. —Sí bien estos "sobrenombres" los escuchaba a diario, dolían.

Sobre él siempre caían miradas de desaprobación, odio, burlas y también insultos, únicamente por no ser el chico de peso promedio para diecinueve años, solo por tener unas cuántas libritas de más, única y sencillamente por eso.

Que basura, ¿cierto?

Pero así trataba la vida a Tomás Arbillaga siendo un adolescente era tan odiado y excluido.

—"Oing", "oing". —escuchó entre risas de algunos estudiantes que estaban por el lugar, bajó su mirada observando su comida, medito un momento con tristeza si en verdad merecía esos tratos.

—Cerdito, ¿puedo sentarme? —preguntó Martín Kovacs, aunque ya se había sentado frente a Tomás. Martín venía con su grupo de amigos, estos se quedaron parados, pero rodeando la mesa.

—Claro. —susurró.

—Oye, cerdito.

—No es gracioso, ni agradable que me llames cerdito. —reprochó Tomás.

—¿Estás comiendo otra vez? —dijo otro chico del grupo—. Te vi comer hace rato, ¡Diablos! ¿Cómo podes comer tanto?

—¿Cómo podría llamarte? Eres un gordo de mierda que no para de comer. —se burló el joven frente a él—. Esto… —dijo agarrando el plato con el almuerzo del rubio—. Es malo para vos, ya deja de comer. —Kovacs dejó la mesa, llevándose el almuerzo del oji-marrón, seguramente lo botaría como lo había hecho algunas veces antes. Su cara se puso roja por su intento de no llorar, no quería llorar, no quería darles el placer de que lo vieran llorar.

¿Tan mal era ser rellenito?

Él era educado, servicial y atento, ayudaba a sus compañeros en lo que podía, pero nadie lo aceptaba en un grupo de amigos, al parecer todos tenían un problema con su peso y aspecto físico, tanto que hasta él mismo comenzaba a tenerlo.

Porque que te repetían algo tan a menudo te hace pensar si realmente hay un problema.

Tomás se levantó de su mesa y fue al baño, se encerró en un cubículo, y ahí sí se dio su tiempo para llorar

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Tomás se levantó de su mesa y fue al baño, se encerró en un cubículo, y ahí sí se dio su tiempo para llorar. Su corazón no daba para más, todo el tiempo era así cuando se decía que debería dejar de escuchar a los demás, todo se volvía oscuro para él de nuevo.

El de hebras rubias suspiró y limpió sus lágrimas, cerró sus ojos y con un suspiro se decidió a obligarse a vomitar, pero no lo hizo al pensar en él.

Salió del baño y fue al lavamanos, ahí se detuvo a mirarse en aquel gran espejo y sonrió a pesar de sentirse totalmente mal. Limpió una nueva lágrima, sonrió para darse ánimos, y luego salir por completo del baño para recibir su próxima clase como si no hubiera pasado nada.

Porque así pensaban las personas, creían que unas palabras no podían dañar tanto a una persona.

Grave error, cosas tan simples como "unas palabras" en ocasiones pueden hacer daños fatales.

posta, gente cuiden lo que dicen sobre el físico de otros, pueden herirlos mal aún si creen que no fue nada :(

GORDITO  ☆  spreen + rob .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora