“Somos quien decide y quien le da significado a lo perfecto” —Porta.
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Iván despertó y sonrió al instante, a lo mejor en el transcurso de la noche ambos se habían movido, porque tenía su cabeza en el pecho de Tomás y esté tenía una de sus manos alrededor de su cintura.
La vida le tenía un poco de aprecio, son pocas las personas que podrían tener así a su crush.
Tomó el teléfono de Tomás que estaba abajo de las almohadas y miró la hora 5:34 AM se leía en aquel aparato, Buhajeruk sonrió al ver una foto suya como fondo de pantalla en el teléfono del rubio.
El menor quitó la mano contraria de su cintura y se levantó para ir al baño, no sin antes darle un beso en la frente a Tomás.
Minutos después, Raúl estaba sentado a la orilla de la cama, observando al rubio dormir y era hermoso, su respiración era tranquila al igual que su semblante, su cabello estaba revuelto y sus labios levemente abiertos, en fin un desastre, pero no menos hermosos para unos ojos enamorados, definitivamente su gordito era la definición de perfección, sí, perfección porque hasta el mínimo defecto de Tomás se le hacía perfecto.
Aún era temprano, y no tenían clases, así que decidió acostarse nuevamente como había amanecido, entre los brazos de Tomás.
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9:50 AM
El pelinegro volvió a despertar, esta vez Tomás no estaba en la cama.
—Bebé, ¿Dónde estás? —habló desde la cama, la ventana de su cuarto estaba abierta y el ventilador estaba encendido, ésto lo había hecho el mayor para que Iván durmiera cómodo y sin calor.
Iván se levantó aún adormilado, salió de su habitación descalzo en busca de Tomás, pero no estaba en ningún lado.
Se había ido, su mochila no estaba, pero su celular sí, ¿lo había olvidado acaso?
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11:45 AM
Tomás regresaba a casa del pelinegro luego de pasar la mañana en la propia, se había ido sin decirle nada a Iván, pero no quería despertarlo y tenía que hacer limpieza en su casa, bañarse, cambiarse de ropa, entre otras cosas, pero al haber hecho todas las cosas que necesitaba decidió regresar a casa de su mejor amigo.
