Nueve: Señora Buhajeruk

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Los amigos llevaban un rato disfrutando las atracciones que la feria ofrecía, habían gritos de niños y jóvenes de aquí para allá tras sentir el escalofrío al subirse a una atracción.

Momento antes, ellos habían estado de la misma manera, los tres gritando y apretando sus manos fuertemente como si de esa manera se pudiera bajar la adrenalina que corría por sus venas.

Se había hecho un poco tarde, más gente comenzaba a llegar a la feria ya que la experiencia era mejor en la noche por los fuegos artificiales, rodeos y otras cosas, aunque también se hacía un poco incómodo por el tumulto de gente, todos pasaban golpeándose por el hombro, por la falta de espacio en el lugar.

Estaban por irse, pero por capricho de Iván y Rodrigo, caminaban entre la gente en busca de una nueva atracción. Caminaban uno tras el otro, el castaño iba primero, Tomás caminaba agarrando de la mano al pelinegro, llevándolo detrás suyo, tratando de que cualquier golpe o empujón llegara a él y no al más alto.

Después de poder llegar entre medio de tanta gente, encontraron la fila para la atracción deseada, estaba un poco larga así que se dedicaron a esperar.

—Nene… solo a está y nos vamos. —había hablado Tomás, hace un rato se había comenzado a preocupar un poco.

Iván se giró y le miró, apenas eran las seis y media de la tarde, para el pelinegro era temprano aún y quería estar más tiempo con sus amigos.

—¿Por qué, Tomi? —preguntó el menor con un pequeño puchero.

—No me hagas caritas, Ivi. —pidió al no saber que era débil cuando su bebé le ponía caritas, y es que odiaba tanto negarle algo a Iván—. Vicky está sola en casa, y no quiero que esté sola, peor en la noche. —el menor entendió por completo, sabía cómo era el rubio de protector y cuidadoso con su hermana, como debía ser—. Cariño, sabes que hago cualquier cosa por vos, pero…

—Lo sé, tenes razón, Vicky no puede estar sola. —sonrió a Tomás, dándole la razón para después caminar un poco el avance que llevaba la fila.

Solo unos minutos después, habían avanzado considerablemente y ya fuera aburrimiento o estupidez de los jóvenes que hacían fila tras ellos, estaban incomodando un poco. El oji-negro no estaba en la fila india, estaba a un lado de Arbillaga, desde hace unos momentos sintió que alguien le tocó el trasero, no le tomó importancia pensando que fue por accidente, pero sucedió otra vez y Tomás se dio cuenta de ello.

Había puesto quietos a los jóvenes tensando su mandíbula y dando una mirada nada agradable, más bien amenazadora, para luego atraer a Buhajeruk más hacia su cuerpo, tomándole de la cintura “marcando territorio”, y no era posesivo, era protector, son cosas diferentes.

Así había acabado el problema, Carre pudo notar la tensión del momento.

Finalmente pudieron subirse a la atracción los tres amigos, a Tomás le daba miedo este tipo de juegos mecánicos, tanto como a Iván, pero igualmente querían vivir esa experiencia, ambos tomados de las manos.

Al momento, justo antes de irse, el rubio observó un juego que le llamó la atención, había decidido a jugar los tiros, ganando un peluche de flamenco que paro en posesión del más alto, le gusto mucho y obviamente él no dudo ni un milisegundo en regalárselo.

Al momento, justo antes de irse, el rubio observó un juego que le llamó la atención, había decidido a jugar los tiros, ganando un peluche de flamenco que paro en posesión del más alto, le gusto mucho y obviamente él no dudo ni un milisegundo en re...

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8:07 PM

Rodrigo se había marchado a su casa, estaba más cerca de la feria, ahora únicamente discutían los mejores amigos en la calle que desviaba sus caminos.

—Tomi, no quiero que te vayas solo en lo oscuro. —renegó el menor.

—Yo tampoco quiero que te vayas solo, voy a ir a dejarte a tu casa y luego voy a la mía. —Estaba decidido por Arbillaga, él no permitiría que su amigo fuera solo por la calle en la noche, claro que no.

—Puedo ir solo, si me vas a dejar, se hará más noche. —el rubio tomó la mano de su menor entre la suya, y comenzó a caminar.

—Bebé, me quedaré donde mi madre. Está más cerca de acá, para que te quedes tranquilo. —ninguno de los dos se quería dejar ir.

Tenía razón, la casa de la señora Buhajeruk quedaba más cercana al lugar donde se encontraban, así que podía ser una buena opción.

—Entonces voy a dejarte a casa de tu madre. —Aviso el mayor.

—Tomi…

—Nada. —calló, no iba a dejarlo ir solo y no lo haría, punto.

Iván camino de la mano con Tomás, sintiéndose seguro y protegido por su mayor, sintiendo tantas emociones y es que así era el oji-marrón, podía hacerle sentir tantas emociones con solo sonreír, tomarle de la mano o incluso rozar los dedos por accidente estaba total, pura y perdidamente enamorado de su mejor amigo y cada uno de sus kilitos. Sabía que era amor, porque no lo visualizaba siendo diferente, no pensaba en “se vería mejor así, si adelgazara”, él lo aceptaba como era, ya si Tomás cambiaba estaba seguro que se volvería a enamorar, sabía que era amor por proyectarse un lindo futuro con él, soñaba con él, incluso podía sentir el típico cursi revolotear de “mariposas en su estómago”, su amor era sincero, de esos que es costoso encontrar, se había generado con tiempo y no tendría fecha de caducidad, eso era seguro.

 Sabía que era amor, porque no lo visualizaba siendo diferente, no pensaba en “se vería mejor así, si adelgazara”, él lo aceptaba como era, ya si Tomás cambiaba estaba seguro que se volvería a enamorar, sabía que era amor por proyectarse un lindo ...

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Solo unos minutos más tarde, estaban tocando el timbre de la casa de la señora Buhajeruk.

No habían tardado en abrir.

—Hola mi amor, hola Tomás, pasen mis amores.

La señora Buhajeruk había salido tan bella como siempre, era una obra de arte, tanta belleza en una mujer acompañada de una sonrisa y una magnífica personalidad, el rubio no podía estar más agradecido con la señora y el señor Buhajeruk por crear el amor de su vida, Iván le llamaban.

—Gracias, señora Buhajeruk. —Tomás había hecho una reverencia a la señora—. Pero solo vine a acompañar a Iván, debo irme a casa, es tarde ya. —explicó.

—Oh, entiendo. Gracias por traer a mi bebé.

—Mamá, ya no soy un bebé. —se quejó el pelinegro avergonzado.

“Nuestro” dijo Tomás mentalmente.

—Nos vemos mañana, chiquito, descansa y sueña lindo. —el menor se había inclinado para abrazar a Arbillaga. Esa ronca voz en su oído tenía muy sensible a Tomás.

—D-descansa también. —había dicho, dejando un beso en la frente del pelinegro.

—Adiós, señora Buhajeruk, un placer verla. —tan educado como siempre, el mayor se despidió con un apretón de manos

—Ten mucho cuidado al regresar, Tomás, y gracias de nuevo. —se despidió la mujer, sonriendo al chico rubio.

Los Buhajeruk esperaron hasta ver cómo Tomás desaparecía a lo lejos.

—Es un buen muchacho… —comentó la mamá del menor.

—Lo sé, es… maravilloso. —Iván había suspirado abrazando su flamenco.

—No pierdas el tiempo, alguien podría llegar antes que tus miedos se vayan. —aconsejo la mayor, sabiendo cuánto le gustaba ese chico a su hijo.

GORDITO  ☆  spreen + rob .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora