Ivar Ragnarsson | fluff (I)

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No grave can hold my body down.
I'll crawl home to her.

La proa del barco apenas había tocado tierra cuando los hermanos Ragnarsson saltaron al muelle. Ubbe y Hvitserk hacian fuerza para ayudar a Ivar a ponerse de pie sobre sus muletas, que cojeaba de una pierna y apretaba su brazo herido al pecho para evitar un mal movimiento que le provocara dolor. Bueno, cualquier dolor sería mas ameno que las pisotadas de cien hombres sobre su cuerpo.
Jugar sucio siempre fue válido en el campo de batalla y en ese instante no podía perdonarse a si mismo como no vio venir ese empujón que lo tiró de su carruaje. Habia quedado petrificado en la tierra unos segundos, desorientado por el golpe y pronto, el dolor agudo de los pisotones sobre su pie, mano y hombros lo envolvieron en una nube de desesperación que jamás habia sentido. Un auténtico miedo que solo se manifestó una sola vez en la vida de Ivar: cuando creyó que ella no iba a sobrevivir. Aquella vez que sumergieron su cabeza en la orilla del oceáno, tomándola de la nuca y obligándola a llenar sus pulmones de agua. Ivar, que sentía el cuerpo cada vez mas chamuscado, entendió mas que nunca esa desasperación que ella había sentido. Se esforzaba en tomar aire pero pisaban su estómago, arrebatándole el poco de vida que le quedaba.
Gimió de dolor pero nadie lo oyó. Y dio manotazos en desesperación pero nadie lo vió.
Con el espíritu casi roto, miró hacia arriba, al cielo nublado y pensó en ella. En sus ojos, en su sonrisa y lo mucho que habia luchado por salir a superficie cuando quisieron ahogarla, peleando con uñas y dientes. Entonces, en el medio del caos, Ivar sintió que recuperó el sentido.
Era Ubbe, con la cara ensangrentada y los ojos tan abiertos como los de él, que lo había jalado del brazo, de vuelta a la vida. Rodeó su cintura con los brazos y recostó el torso fornido de Ivar en su hombro mientras que Hvitserk les abría paso a empujones y hachazos. Ivar hacia fuerza para recuperar el aliento y, colgando del hombro de Ubbe, trataba de atestar un golpe a quien se le cruzara pero sus movimientos eran torpes y lentos. No podía luchar.
Se le habían ido años fabricando aquella reputación de guerrero despiadado, pero en ese instante se sentía simplemente un lisiado al cual todas sus dolencias le pedían - mas bien demandaban - el dulce abrazo de su amada. Solo eso calmarían su espíritu inquieto.

Asi que cuando pisó tierra firme, arrastró sus muletas en dirección a ella. Ubbe y Hvitserk, aún preocupados por el estado en el que se encontraba, lo siguieron de cerca. Pero Ivar desestimó las atenciones con un gesto vago, no sin antes voltear a sus hermanos y dedicarle una mirada de completa gratitud. No tomó por sentado el accionar de su familia en el campo de batalla. Hela, Diosa de la Muerte, había llamado a su puerta y en el descenso a Helheim, lo devolvieron al mundo de los vivos de un tirón de brazo. Estaba agradecido, y aún así, quería sacárselos de encima, no había espacio en su mente para otra persona.
Cojeando, lleno de heridas que ardían con cada paso que tomaba y con el cansancio encima de la mismísima resurrección, Ivar Ragnarsson llegó a la puerta de su casa y tocó débilmente.

Solo cuando hizo un paso dentro de la pequeña cabaña donde tantas veces le había hecho el amor, sintió el peso esfumándose de sus hombros.

Y solo cuando unieron sus labios, sintió que volvió a la vida.

➳ vikings | one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora