Ubbe Ragnarson | soft!smut

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 Bajo la luz de las estrellas y el viento acariciándole la nuca, Ubbe llevó a sus labios el segundo hongo de la canasta. Rápidamente, lo bajó con un trago largo y tosco de vino, en un intento de cubrir el sabor del alimento. No era particularmente sabroso, aunque claro, ser un manjar no era el objetivo del hongo. Pasaron los minutos y el efecto fue directo a las yemas de sus dedos, que reposaban sobre su pecho mientras estaba recostado. Observaba como los árboles se mecían mientras Izel, junto a él, susurraba una dulce melodía para sí misma. La atmósfera lo envolvía y sus ojos se abrían impresionados ante la inmensidad de estrellas sobre su cabeza, ante la paz que emanaba la presencia del amor de su vida junto a él. 

 Leal, compañera y - ahora que se volteaba a cruzar miradas con ella - de unos ojos llenos de amor que bajo los efectos psicodélicos brillaban aún más. Ubbe observó sus cachetes, que tantas veces había apretado para molestarla, para luego detenerse en sus labios, que tantas veces había saboreado, y el deseo por tenerla allí mismo se apoderó de sus extremidades, alzándose sobre ella, limitando los movimientos de la jóven con el peso de su cuerpo. Izel solo soltó una pequeña risa, dejándose llevar por los efectos del hongo y los ojos hipnotizantes de Ubbe. En ese momento, no sabía decir con claridad cual de los dos la tenía más débil, más indefendible ante su encanto... no hasta que Ubbe atrapó su boca en un beso de labios apretados, como no queriéndola dejar ir. Izel gimió, tomada por sorpresa. Él siempre fue de pocas palabras y realmente no las necesitaba, todo su amor estaba en aquellos ojos celestes. Pero era la primera vez que lo sentía con tanta intensidad en sus labios, en tan solo un beso. Así que en un efecto-reflejo separó sus piernas, como tantas otras veces lo había hecho para él, y no tardó en sentir su miembro vestido rozando con el de ella. Meció las caderas, en un intento desesperado por sentirlo mas cerca y Ubbe soltó un quejido que casi logra que ella acabara allí mismo, sin más preámbulos. Las sensaciones estaban a flor de piel y el sabor a Ubbe en su boca no hacía mas que aletargar su cabeza. Se dejó besar el mentón, el cuello, la clavícula mientras sus ojos viajaban al cielo, donde las estrellas les regalaban una luz tenue en aquel bosque cómplice del lenguaje mas carnal de su amor. Los árboles habían guardado incontables gemidos de Izel y si pudieran hablar, lincharían a Ubbe de Kattegat al oír todas las obscenidades que susurró en su oído -noche tras noche- cada vez que alcanzaban un nuevo orgasmo.

 Manteniendo la vista fija en el cielo, pudo sentir la barba de Ubbe cosquilleando su piel mientras besaba con delicadeza sus pezones. Reparó en los dedos húmedos, rozando su entrepierna y al percibir los labios de Ubbe conectándose con su sexo cerró los ojos, suspirando. Sus movimientos eran lentos y llenos de saliva, la tomaba por las caderas para que no se moviera y esporádicamente mimaba sus muslos que reposaban sobre los hombros anchos y llenos de cicatrices de él. Gimió una y otra vez por lo bajo, sintiendo aquella boca carnosa en su lugar mas sensible y deseoso por él, acorralándolo con sus piernas, jalando suavemente de su trenza rubia. Por su lado, Ubbe llevaba la mano libre debajo de su pantalón, en un intento en vano de saciar la desesperación de su miembro. Quería más, la quería a ella y nada menos podría calmarlo. Solo el recuerdo de estar dentro suyo lo estremecía: tan cálida, tan apretada. Así que se bajó el pantalón en un movimiento rápido, casi experto, y volvió a colocarse entre las piernas de Izel. Antes de entrar en ella la tomó del mentón, cruzando miradas, y lentamente dejó caer la cadera. Ambos perdieron el aire al exhalar profundamente, el placer apoderándose de cada parte de sus cuerpos. Los ojos de Izel se humedecieron ante el placer y Ubbe comenzó a moverse lentamente, tomándola del pelo y escondiéndose en su cuello.
 Sus caderas le pedían una oscilación mas fuerte pero hizo fuerzas para reprimir aquellas ganas, ya que lo mas importante para él era que Izel se acostumbrara al tamaño antes de empezar a moverse como loco, o al menos así se lo explicó ella en uno de sus primeros encuentros. Había aprendido tanto de su cuerpo: lo sensible que era su espalda a los besos, lo mucho que le gustaba que le dijeran lo bella que se veía y cuanto disfrutaba estar al mando. Su sexo, como siempre, se veía acorralado por las paredes de Izel y amenazaba con llevarlo al límite en cualquier momento. Ambos gemían y se besaban profundamente, mas pasional que nunca. Ella sollozaba en su oído cuánto le gustaba y Ubbe era solo un simple hombre, no aguantó mas...
 

"Te amo" susurró.

 Ambos se detuvieron en seco e Izel pudo ver en aquellos ojos color mar el arrepentimiento ante el sincericidio. Ubbe elevó las caderas, en un intento de separarse de ella, y antes de que pudiera lograrlo, Izel tomó su rostro entre las manos y lo besó enardecidamente, con su lengua merodeando poco a poco en la boca del hombre que acababa de confesarle su amor. Se separó de él un segundo, tan solo un instante, para mirarlo directo a los ojos y decirle:

"Yo a ti".


 Y retomaron sus roles de amantes, que tan bien habían personificado todo este tiempo. Solo que esta vez sin esa nube que pululaba entre ellos dos cada vez que hacían el amor, una neblina de incertidumbre que esa noche se había disipado. Sólo tomó oír ese "yo a ti" para que Ubbe lo repitiera agitadamente cada vez que ella llegaba a un nuevo orgasmo, y estaba haciendo fuerzas inamovibles para no llegar al suyo. Solo quería hacerle el amor, una y otra vez. Y cuando el efecto de los hongos se disipara, volverle a repetir cuanto la amaba. 

➳ vikings | one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora