[ 𝙑𝙀𝙄𝙉𝙏𝙀 ]

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Seungmin se encontraba caminando por el parque con su psicólogo, sin entender muy bien por qué habían cambiado de planes y se encontraban en ese lugar. El sol brillaba sobre ellos, iluminando las hojas verdes de los árboles y el suave césped que cubría el suelo. La brisa suave acariciaba su rostro, pero la atención de las personas a su alrededor comenzó a intimidarlo, así que se aferró al brazo de Hyunjin, escondiéndose un poco.

—¿Por qué me miran así? —preguntó nervioso en un susurro casi inaudible.

El castaño salió de sus pensamientos y se dio cuenta de la mirada de los transeúntes. Era evidente que lo observaban por las orejas que llevaba en el cabello, y quizás también por el listón en su cuello.

—Porque eres bonito —intentó calmarlo, rodeándolo con el brazo y atrayéndolo hacia sí—. ¿Quieres ir por un helado? Podríamos sentarnos en un banco y disfrutar del día.

El cachorro asintió, y juntos cambiaron de dirección, dejando atrás las miradas curiosas. Unos minutos más tarde, entraron en la heladería, donde había muchas personas esperando en fila. El aroma dulce de los helados y el sonido alegre de la música de fondo llenaban el aire.

—Jinnie, necesito ir al baño —jaló el brazo del psicólogo intentando llamar su atención.

—Ve por aquel pasillo y gira a la izquierda donde está el cartel —le indicó, sonriendo y señalando con la mano—. Yo te esperaré aquí.

—¿No puedes acompañarme? —pidió, inseguro.

—Puedes ir solo, no está muy lejos —le acarició la mejilla—. Si voy contigo, tardaremos más tiempo porque la fila seguirá aumentando. Vamos, sé valiente.

—Está bien —soltó con cuidado la mano del castaño y se dirigió al baño.

Seungmin caminó a paso lento hacia el baño, abrió la puerta y por suerte vio que no había nadie dentro. El olor a desinfectante y el sonido del agua corriendo en el fondo creaban un ambiente tranquilo. No tardó mucho en hacer sus necesidades y salió del cubículo para acercarse al lavamanos. El agua del grifo comenzó a caer mientras se limpiaba las manos, y de repente escuchó risas que provenían del pasillo. Observó por el reflejo del espejo a tres chicos que llevaban uniforme escolar, con sus caras sonrientes y ojos burlones, ellos entraron y lo rodearon al percatarse de su presencia.

—Miren lo que tenemos aquí —dijo uno de ellos, viéndolo de la cabeza a los pies con una sonrisa sarcástica.

Intentó ignorarlos dirigiéndose hacia la salida, pero el mayor del grupo no se lo permitió y se colocó delante del pequeño para tocarle el cabello, con su mano grande y pesada sobre su cabeza.

—¿Cuál es la prisa? —preguntó sonriente.

—Me tengo que ir —expresó el cachorro con la voz temblorosa—, me están esperando afuera.

—Yo no vi a nadie cerca —otro chico empezó a reír y tiró con fuerza del listón en su cuello, provocando que este le lastimara la piel y un dolor agudo que hizo que se encogiera—. Eres un mal mentiroso.

—No estoy mintiendo —lo empujó tratando de correr hacia la puerta.

Sin embargo, no pudo llegar muy lejos porque ellos lo tomaron de los brazos y lo arrojaron hacia un rincón, su espalda golpeó la pared con un sonido seco.

𝙋𝙀𝙍𝘿𝙊𝙉𝘼𝙈𝙀, 𝙅𝙄𝙎𝙐𝙉𝙂 / 𝙈𝙄𝙉𝙎𝙐𝙉𝙂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora