[ 𝙎𝙄𝙀𝙏𝙀 ]

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Minho se encerró en el baño, las manos le temblaban y el aire comenzaba a faltarle. Abrió el grifo de la ducha rápidamente y se colocó debajo para dejar que el agua fría lo empape por completo, aquellos recuerdos que tanto intentaba borrar de su memoria se apoderaron de él y los sentía, como si fueran manos alrededor del cuello presionando con fuerza. No quería hacerlo, no podía hacer este trabajo, sin embargo esa voz que tanto perturbaba su existencia regresó para convencerlo; “Me dices que no, pero yo no te estoy dando una opción”.

—¡No! —gritó comenzando a desvestirse, la ropa sobre su piel se sentía pesada y eso lo asfixiaba.

“Cierra la boca o me harás enojar, no pedí tu opinión porque no vale nada y tú tampoco vales nada”.

—¡Detente! —apoyó las manos en la pared.

“No eres más que un sucio contenedor para ellos, aunque sabes muy bien que sigues siendo mi pequeña muñeca”.

—¡Eso no es cierto! —sollozó agachando la mirada y logrando ver su cuerpo desnudo— ¡No lo soy!

Las heridas que llenaban su cuerpo ahora parecían estar abiertas, cada marca palpitaba, ardía y sangraba manchando el suelo debajo de sus pies.

“¿Lo recuerdas?”

—¡Por favor! —suplicó cubriendo sus oídos intentando acallar esa maldita voz.

“Recuerda lo que significa cada una de esas cicatrices”.

El rubio se acurrucó en uno de los rincones de la ducha abrazando sus piernas fuertemente tratando de protegerse, sabía que estaba condenado y que nada podría sacarlo de ese infierno. Ni siquiera su propia muerte porque tampoco era dueño de ella.

Le llevó una hora calmarse o quizás un poco más hasta que finalmente se dispuso a terminar de ducharse, era algo cotidiano para él fingir demencia y seguir como si nada hubiera pasado. Tomó una bata y salió del baño, caminó por la habitación tratando de ignorar al chico que continuaba de rodillas sobre la alfombra. Sin embargo, le fue imposible al escucharlo soltar un alarido cuando intentó acomodarse para mantener su posición.

Se acercó rápidamente y le quitó los auriculares con cuidado, el moreno se sobresaltó al sentir las manos del mayor sobre sus hombros.

—Tranquilo, no te haré daño —dijo amablemente—. Necesito que te pongas de pie.

El chico obedeció y vio que sus rodillas se encontraban algo magulladas por haber pasado tanto tiempo sobre el suelo, lo guió hacia la cama para que pudiera sentarse en ella y se colocó detrás suyo para comenzar a desatar la soga que rodeaba sus delicadas muñecas. Minho las observó con atención, tenían moretones y sabía que se debía a la falta de circulación. Eso lo enfureció porque el alemán ni siquiera tenía cuidado con esos pequeños detalles, aunque era verdad que no podía esperar nada de alguien como él.

—Te traeré ropa, pero antes debes ducharte —comentó viendo el cuerpo desnudo de su visita, no sólo tenía hematomas en los brazos sino que también manchas de tierra— ¿Dónde diablos estuviste para terminar de esta manera?

—No puedo decírselo, señor —respondió apenado—. Lo siento.

—No quiero que me llames así, me hace sentir viejo —le quitó la venda de los ojos— ¿Y te parece que lo soy?

𝙋𝙀𝙍𝘿𝙊𝙉𝘼𝙈𝙀, 𝙅𝙄𝙎𝙐𝙉𝙂 / 𝙈𝙄𝙉𝙎𝙐𝙉𝙂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora