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No era un hombre muy participativo en reuniones vecinales. Con la música alta y la parrilla haciendo humo, soltando también un agradable olor a carne, MinHo observaba con su usual expresión fría a su alrededor, luciendo calmado y callado como siempre frente a las demás personas en el patio trasero de su vecino, donde se celebraba la pequeña fiesta de cumpleaños de un amigo muy querido por su madre.

Pero la verdad era otra. Él no estaba nada calmado, solo aparentaba estarlo.

Su interior se quemaba, las llamas atacaban su corazón, su mente era una batalla y los dolores de esta no se podrían comparar con el dolor que sentía en su espalda baja días atrás. Algo le pedía gritar y liberar todo ese vacío mediante palabras honestas y miles de “perdóname”, “háblame”, “golpéame”, “ódiame”, “dime algo”, “te ruego perdón”...

Pero el orgullo es demasiado alto, llena sus venas y nubla su corazón tan arrepentido. Una vez más, sus manos aprietan el vaso de plástico entre sus dedos, lleno de jugo de cereza que su propia madre preparó. Pensó en él un poco más.

JiSung...

No se han hablado durante casi una semana y la tensión en la casa no podría estar más alta. Incluso su madre lo ha notado y se tomó la libertad de llamarle la atención por ese hecho. MinHo recordó la conversación que tuvieron ayer.

―¿Crees que no me doy cuenta? ― su madre apareció como un jarrón.

Él solo asintió, siendo el hombre de pocas palabras que siempre ha sido. Realmente no quería hablar del tema con su madre porque se avergonzaba de su actitud frente a ella. No quería decepcionarla.

―Hijo, sabes muy bien qué hacer―dijo suavizando su expresión molesta―. Pedir perdón, escuchar y perdonar; es la mejor manera de solucionar un conflicto. Siempre te lo he dicho.

MinHo bajó la cabeza y rascó su nuca, tratando de no escuchar. Sabe que SiYeon tiene toda la maldita razón, y eso lo hace sentir avergonzado por sus actos.

―¿Acaso tu orgullo es tanto? Eso no te llevará a ningún lado. No quiero seguir viéndolos así, me duele. No me quieres decir lo que les pasa, y eso lo respeto, pero si algo grave pasa entre ustedes, sólo lo diré una vez más, ¿escuchaste? Pedir perdón, escuchar y perdonar. Deja tu orgullo o timidez de lado, cariño―con un beso en la mejilla, su madre salió de la cocina.

Pedir perdón, escuchar y perdonar. Lo ha escuchado toda su vida, y toda su vida pareció funcionar. Él debe pedir, o mejor dicho, rogar y hasta suplicar de rodillas el perdón de JiSung. Es lo mínimo que puede hacer en esos momentos.

¿Pero quién puede culparlo? Es humano y comete errores. Nos confundimos como él se confunde en el sentimiento tan extraño que nunca antes había experimentado de esta forma.

Tan puro, intenso y real.

Estos días sin el calor del chico a su lado ciegan de dolor su corazón. Las noches son frías con JiSung durmiendo en la habitación de huéspedes. Su mente lo atormenta hasta que lo obligó a darse cuenta de que aquel sentimiento tenía un nombre y un por qué.

No puede relajar los hombros y la noche pasada tampoco la disfrutó mucho que digamos. Y ahora mismo también lo extraña. JiSung se quedó en casa porque, según él, se sentía mal del estómago, diciéndolo con los ojos rojos.

Es un mal mentiroso. Solo no quería ir con él.

A MinHo le crece una molestia en el pecho porque él mismo causó todo eso, y ejerciendo más fuerza de la debida, el vaso entre sus dedos se estruja hasta que el líquido sale disparado hacia él. Maldice en voz baja, viendo su playera empapada por el jugo que salió disparado hacia su pecho.

Entre zancadas, ingresó a la casa donde vio a su mamá en la cocina, lo cual lo asustó porque hace un momento estaba en el jardín. ¿O es que acaso tanto tiempo se quedó pensando en el chico de ojos dorados? Seguro ni fue consciente del tiempo que pasó de pie en medio de...

―Mamá... ― interrumpió sus pensamientos.

La mujer giró a verlo con una sonrisa en su rostro. Él señaló su playera y la mirada de la mujer descendió hasta su playera mojada por el líquido que ella misma preparó, soltando una carcajada.

―¿Se ve muy mal?

―Te ves tan gracioso, amor―limpió una pequeña lágrima imaginaria, haciendo sentir avergonzado a su hijo―. Ten―le extendió un trapo amarillo cuando ya se había calmado―. Trata de quitar la mancha, ¿sí? Yo seguiré con el postre.

La mujer le dejó un beso en la mejilla y giró de nuevo para regresar a su trabajo. O al menos eso parecía, porque al cabo de apenas unos minutos, MinHo jaló un poco de su chaqueta de mezclilla azul.

―Iré a cambiarme, creo que es mejor―avisó cuando se dio cuenta de que empeoraba la mancha―. Mamá, ¿se ve muy feo? ― preguntó con vergüenza, estirando la playera blanca para que se viera mejor la mancha.

La mujer se carcajeó un poco más, haciendo fruncir el entrecejo a su hijo.

―Lo lamento, pero te ves muy chistoso. Pareces un pequeño cachorrito pidiendo ayuda a su mamá ―se acercó hasta él y acarició su mejilla―. Ve a casa y cámbiate, no hay problema.

MinHo salió de la casa de su vecina, donde una gran amiga de su madre era la dueña y quien organizó tal fiesta. Ingresó a su hogar. Todo estaba callado, las cortinas abiertas dejando entrar los potentes rayos del sol que esa mañana se dignó a salir. Pero a pesar de parecer una casa solitaria, pudo escuchar una suave voz junto a una melodía y no pudo evitar caminar hacia aquel sonido cautivante.

¿Cómo un ser humano podría cantar tan bonito a pesar de verse tan triste?

Solo JiSung plantea esas dudas.

El castañito observaba a través de la ventana con su nariz roja, al igual que sus mejillas. Rastros de lágrimas cubrían su rostro mientras abrazaba su vientre crecido, cantando para lograr calmarse. Dejó de cantar cuando divisó el cuerpo de MinHo en el marco de la puerta, observándolo directamente y pareciendo temblar ligeramente. Pero su expresión seria seguía ahí.

―Tenemos que hablar... ―dio unos cuantos pasos hasta quedar frente a JiSung―, por favor...

Fin del maratón
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❝Desire Of Love❞『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora