VII. Las pistas, parte 1

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En un recóndito bosque de Inglaterra, una colosal bestia de ácido negro se desplazaba entre los bosques, dejando un rastro de tierra y hojas quemadas por dónde pasara

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En un recóndito bosque de Inglaterra, una colosal bestia de ácido negro se desplazaba entre los bosques, dejando un rastro de tierra y hojas quemadas por dónde pasara. Aquel ser era el SCP-035, pues aquel cuerpo aún portaba la máscara de porcelana. Sus piernas pronto le empezaron a fallar y cayó de rodillas en el pasto con el sol de mediodía molestándole; su cuerpo estaba perdiendo su energía ya que no era un verdadero huésped, por lo que pronto tendría que conseguir uno. Tardó en recuperarse un par de minutos para lentamente volver a levantarse y seguir su camino. A pesar de los años separados, aún mantenía su vínculo unido con el médico, por lo que podía sentir cada paso que dió fuera de las instalaciones de la fundación al haberlo hecho recientemente. Las horas pasaron rápidamente hasta que llegó la noche, empezaba a molestarse por no haber encontrado nada en ese día hasta que a lo lejos diviso un pequeño pueblo cerca del bosque. Casi arrastrándose empezó a rodear sus alrededores en busca de nuevas víctimas.

Y así lo hizo.

En un carro convertible ya hacía una pareja de jóvenes dándose gran cantidad de besos apasionados. Sumergidos en su deseo sexual no sé percataron de aquella bestia que los acechaba a tan solo unos pocos metros de ellos. Con sus últimas fuerzas jaló el automóvil con uno de sus tentáculos asustando al par, tomó al chico y con su poder mental, para el joven se le hizo irresistible no colocarse la máscara blanquecina, lo cual lo hizo. La chica después de un breve estado de shock trataba de llamar al chico para que ambos huyeran. Ella vió a la máscara tomando el control de su pareja provocando gran dolor en el ya que sus manos ahora estaban impregnadas de corrosión. La criatura se esfumó al esparcirse en un charco de líquido negro en el pasto, la joven pensó que se habían librado del ente y trato de hacer reaccionar a su contrario.

Para desgracia de la chica, su novio ya no era el mismo, el había muerto. Ahora su cuerpo era controlado por la anomalía, quien por mero sadismo, terminó con la vida de la chica quemando parte de su piel con su ácido.

Sintiéndose mejor y con la luna de la medianoche siendo su única acompañante siguió el rastro de su amado y fue a la ciudad de Woodford. Ya pocos, por no decir nadie, rondaban por las calles. A paso rápido se dirigió hasta un edificio de pocos pisos y entro precipitadamente. Subió las escaleras y en el último piso destrozó salvajemente la puerta de madera. Ansioso de ver al médico le buscó por todo el lugar, hasta que la impotencia le consumió al no encontrarlo y sentir su presencia mucho más lejos de donde estaba.

Je vous libèreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora