Día de caza

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La nieve cubría por completo todos los rincones de ese lugar apartado del mundo, a la distancia se avistaba una cabaña en medio del inmenso bosque blanco, dentro de ella se mantenía el calor con la leña cortada que ardía en la chimenea junto a la calefacción encendida sin duda.

No había nadie ni nada más en kilómetros alrededor, esa cabaña acogedora era lo único en mitad de ese inmenso bosque blanco.

Los cabellos naranjas cobrizos y cortos de un hombre se alcanzaban a observar por el reflejo de un espejo que daba a la ventana, una bufanda roja le cubría el cuello y un cigarro se posaba entre sus labios.

La casi congelada fémina tocó con sus últimas fuerzas el vidrio de esa ventana, sus nudillos a punto de quebrarse por el congelado clima dieron el toque a la ventana, el golpe seco en la madera del piso de afuera de la cabaña levantaron al hombre del cómodo asiento donde estaba acomodado.

El hombre de cabellos cobrizos  revueltos se levantó del sofá, apagó su cigarro en el cenicero y salió de la cabaña, abrió su puerta y se encontró con la fémina que estaba inconsciente en el suelo, fría y dura como un témpano de hielo.

La tomó en sus brazos y la llevó al interior de su hogar, la colocó cerca de la chimenea y la arropó con una enorme cobija qué estaba doblada sobre una mesa.

Se sentó al lado de ella en el suelo, mientras tomaba otro cigarro de la cajetilla en su bolsillo, lo encendió con la chimenea y lo llevó a su boca, no pretendía salvarla, no era su intención, trató de acomodar sus cabellos celestes congelados para que el calor de la chimenea calentara su rostro.

El hombre examinó las ropas que cubrían a la mujer, eran prácticamente nada, una camiseta amarilla sucia de tela delgada, una falda bastante corta de mezclilla y unos tenis que no tenían cordones, calcetas altas.

¿Porqué seguía con vida?

Era obvio, quería ser rescatada.

¿Cómo recordó el camino?

La cabaña se encontraba perdida en el bosque, la mejor ruta es a pie, de 10 o 15 minutos es el tiempo que tardarías en llegar hasta a otra cabaña, el lugar donde ese misterioso hombre guarda su camioneta.

¿Nadie la había encontrado cerca de la zona de caza?

La mujer tenía el peor aspecto, por su congelado cuerpo estuvo toda la noche bajo la intemperie, era sólo una desdichada más que llegaba a él, sólo una más de su colección que faltaba poco por completar.

La mujer congelada empezaba a tomar color, el fuego inconsumible de la chimenea le habían devuelto a la vida, aturdida y con su boca aún congelada quiso balbucear alguna cosa, pero fue imposible entenderle.

El hombre le pidió que se acomodara en el sofá, iría por algo caliente a la cocina para ofrecerle, ella asintió nada más.

El hombre se dirigió a la puerta de su cocina y entró, después de un rato salió con una taza humeante de café.

La mujer desconocida tomó entre sus temblorosas manos el líquido oscuro y empezó a beber de el, calentaba su garganta y sentía como sus cuerdas vocales empezaban a descongelarse con el líquido qué recorría su garganta.

Pacientemente el hombre esperó, quería escuchar su versión, pero eso le tomó más tiempo de lo esperado.

La mujer parecía no saber quién era, donde estaba o que había pasado, su último recuerdo fue haberle visto en la ventana e intentar tocar la puerta, nada más, desconocía su existencia misma.

¿Nada? ¿Ni tu nombre o apellido? — desconfiando de sus palabras.

Yo.. no, no lo sé, nada. — balbuceó con dificultad.

Ginger boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora