Tartaglia se despertó, salió de la cama y estiró su cuerpo para quitarse la pereza de encima, tronó su cuello y sus dedos antes de meterse al baño, quitó su ropa, abrió la llave y esperó que el agua saliera lo suficientemente caliente antes de entrar, se relajó mientras el agua caliente caía mojando su piel, lavó su cabello y talló su cuerpo, la espuma se deslizaba por su abdomen hasta caer, cerró la llave y tomó las toallas para cubrirse, una amarrada en su cintura y otra sobre su cabeza.
Terminó de secarse y ponerse ropa, botas de nieve, guantes, bufanda y un bolso cruzado sobre su espalda y pecho, salió de la habitación y fue a la cocina, tomó en una caja algunos vegetales e ingredientes que no había abierto, galletas, café, los puso dentro de una caja y los dejó sobre el comedor.
Caminó hasta la habitación donde estuvo Irina y tomó la ropa sucia que había quedado de ella y la guardó en una bolsa plástica para meterla en su bolso, se llevó la bolsa con él y fue al sótano para apagar el sistema eléctrico de la cabaña y cerrar la válvula de gas, terminó de revisar que todo estuviera en orden y salió, enllavó la puerta y regresó por la caja del comedor, pasó por la sala revisando la chimenea, estaba apagada y no habían restos de madera en ella, finalmente salió de la cabaña y puso llave.
Tartaglia salió al camino de nieve, la tormenta había parado y el clima permanecía frío pero no en exceso, avanzó por en medio del bosque de pinos en el que se encontraba escondida su cabaña y caminó durante cinco minutos hasta llegar a una calle asfaltada, cruzó la calle hacia la casa enfrente de ella.
Se acercó a la puerta de madera y tocó, unos pesados pasos de botas se escucharon del otro lado y le abrieron.
— ¡Hola Childe! — un hombre de estatura mediana, cabellos castaños cortos y ojos color miel le saludó con alegría.
— Hola, Vladimir, ¿Qué tal la tormenta?, ¿no se congelaron tus tuberías?
— Gracias al nuevo sistema de gas que me instalaste ya no tengo problema. — contestó animado el hombre.
— Me alegro, aquí tengo una caja de algunas verduras y frutas que me quedaron, también pasta y condimentos que no utilice, al igual que galletas y café, casi todo está sellado, a excepción de las verduras, si te sirve algo puedo dejártelo, sino lo dejaré en el pueblo.
— No, no, todo es bienvenido, ya sabes que en invierno te puedes quedar atrapado así que es mejor tener provisiones.
— Esta bien entonces, guárdala. — Tartaglia le entregó la caja y Vladimir la tomó.
— Deja pongo la caja en la cocina y te entrego tus llaves, esta vez estuviste más tiempo del habitual Childe.
— Necesitaba algo de inspiración para mis nuevos proyectos, además disfrute algunos días de caza. — acomodó su bufanda.
— ¿Algún oso? — le preguntó Vladimir mientras volvía de su cocina.
— No, una cierva, algo pequeña pero funcionó, además de escurridiza.
— Pero si es más joven es mejor, la carne es más suave y tienes menos dificultad para dispararle porque suelen quedarse parados esperando a su madre.
— Corrió bastante pero era lenta, no fue difícil acertar el tiro.
— Es una lástima que no te haya sobrado nada de carne.
Vladimir le lanzó las llaves de su camioneta a Childe y las atrapó en el aire.
— Gracias por el garage, quizás vuelva en unos meses, pasaré una temporada en la capital para visitar a mis hermanos.
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Ginger boy
RomanceY los dos fuimos las personas correctas en los momentos más equivocados. Víctimas del mismo amor, del mismo hombre.