Capítulo 3

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—Está aquí.

La mujer abrió una puerta en el pasillo estrecho. Tenía a un pequeño acomodado contra la cadera.

Hyunwoo controló sus emociones. Lo había estado haciendo desde que aceptara la llamada que su secretaria le había pasado.

La llamada que amenazaba con cambiar su vida para siempre.

Sólo un férreo autocontrol hizo que llegara hasta ese punto.

Al entrar en la habitación delante de la mujer, sintió que cerraba las manos a los costados.

«¡Qué no sea verdad!».

Porque no podía ser cierto lo que por teléfono le había contado la asistente social. Que había abierto un sobre en el apartamento de Yoo Kihyun, mientras guardaba cosas para el pequeño, y leído la nota manuscrita adjunta al certificado de nacimiento del pequeño, en el que era citado como el padre del niño.

Yoo Kihyun mentía.

¡No podía haber otra explicación!

Un hombre como ése... que lo había utilizado, que se había acostado con él para conseguir su dinero, ¡no habría titubeado ni un segundo en reclamarle la paternidad de un niño que había concebido en aquel sórdido encuentro!

De modo que sólo podía estar mintiendo...

Lo que significaba que el niño al que estaba a punto de ver no podía ser suyo.

«¡Dios santo... no permitas que sea mío!».

Estudió la habitación. La alfombra estaba llena de juguetes infantiles. En el sofá había sentados dos niños en edad escolar que veían la tele.

Cuando empezaba a relajarse, la mujer habló en voz tan baja que apenas pudo entender por encima del sonido alto del televisor.

—No lo lleva bien. He hecho todo lo que he podido, pero no responde. Pobrecillo —terminó con ternura.

Fue hacia un sillón grande medio oculto en esa habitación pequeña por la puerta abierta. Hyunwoo giró la cabeza para seguirla con la vista. Poniéndose en cuclillas y reacomodando al pequeño que llevaba a la cadera, dijo con voz aún más gentil:

—Hola, cariño. ¿Cómo está Tricks? —le revolvió el pelo al niño acurrucado en el sillón que sostenía con fuerza contra él un peluche viejo.

El niño no le respondió, ni a la voz ni al contacto. Permaneció allí sentado, inmóvil, apático.

Con un suspiro, ella se puso de pie.

—¿Lo ve? —le dijo a Hyunwoo.

No la oyó. No la vio. No vio nada salvo al niño acurrucado en el sillón.

Su perfil resultaba conocido de una docena de fotos familiares.

Las de él mismo de niño.

No podía moverse. Tenía los pulmones paralizados, el cuerpo rígido.

Pero la emoción lo atravesaba.

Lo mataba.

No supo cuánto tiempo estuvo allí de pie. El tiempo se había detenido, cinco años atrás cuando su simiente se había combinado con el hombre que, en ese momento, según le había informado la asistente social, yacía en una cama de hospital. «Justo a tiempo», habían sido las palabras de ésta, «de facilitar que el niño pase a los cuidados de los servicios sociales... lejos de un padre tan irresponsable e inadecuado».

Despacio, muy despacio, avanzó hacia el pequeño. Al percibirlo, el niño se tensó aún más, mirándolo con miedo. Unos ojos oscuros y dilatados lo observaron con ansiedad y la boca le tembló. Hyunwoo sintió que un puño le estrujaba el corazón... con furia y con dolor.

Se obligó a sonreír. Bajo ningún concepto debía asustar al niño.

—Hola, Eunjun —saludó, hablándole a su hijo por primera vez.



Kihyun se movió con pereza. Abrió los ojos con pesadez.

Miró su entorno, confuso. Ya no estaba en el pabellón del hospital. Se encontraba en una habitación propia. Las paredes eran de un rosa pálido. Un enfermero abría las persianas.

—Hola —saludó con alegría—. ¿Cómo se encuentra?

—¿Dónde estoy? —preguntó levemente aturdido.

—En el Ala Sellman del hospital. Es un ala privada.

—¿Privada? Pero yo no puedo permitirme...

Hijo en venta [ShowKi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora