Capítulo 4.

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—Por favor... te pido que... me ayudes... que nos ayudes... a ambos— me implora la mujer tirada en el feo suelo del callejón mientras se retuerce ferozmente como si la estuviesen apuñalando.

Permanezco en un trance de confusión por la tétrica situación en la que me encuentro, pero sobre todo al escuchar las palabras de ella, no la entiendo, ¿qué quiso decir con que los ayude? ¿acaso hay alguien más aquí y no me he dado cuenta? Observo a todas partes y sólo estamos ella y yo en este escalofriante y feo callejón, creo que hasta acabo de ver una rata, dirijo mi atención nuevamente a la chica y no puedo evitar preguntarme el como terminó ella aquí.

Trato de reaccionar, pero aún tengo ciertos ápices de la crisis que acabo de pasar y esta situación no es que ayude mucho a mi estado, pero como puedo voy tranquilizandome y no por mi, sino por la mujer que se encuentra a escasos centimetros de distancia, retorciéndose en el suelo mientras le implora a un Dios que la salve y espero que si hay uno sea capaz de escucharla y ayudarla.

Cuando por fin logro reaccionar, me acerco rapidamente a la mujer y es entonces cuando lo noto.

Esta embarazada, muy embarazada y al parecer esta en estado de parto, ¡oh Dios mío! Ni siquiera si hay un Dios, pero al igual que la mujer, también acudo a él.

¡Ayy Dios! ¿qué hago ahora? jamas en mi vida he atendido un parto, ni siquiera he visto de cerca una mujer embarazada, sólo en vídeos y a veces mujeres desconocidas que me cruzó en la calle, pero no más de ahí y ahora me encuentro a una mujer, la cual no sólo esta embarazada, sino que esta en estado de parto y no sé que hacer, ay Dios mío, siento como comienza a faltarme la respiración, trato de tranquilizarme, no puedo perder la compostura justo ahora, no en este momento, me pregunto qué puedo hacer en una situación así, pero luego caigo en cuenta de algo.

¿Qué hace una mujer embarazada a estas altas horas de la noche y en un lugar como este? ¿Acaso no debería estar en su casa mientras descansa?

Trato de pensar en una solución, pero los fuertes gritos llenos de dolor por parte de la desconocida no me dejan pensar con claridad, ojalá esta situación se tratara de esos shows donde hay una camará oculta y luego alguien sale y te dice que todo se trato de una broma, pero dudo que esta situación se parezca a algo como esto, esta lejos de serlo.

—Bien... sólo calmate ¿ok? estaras bien, ambos estaran bien, no dejaré que nada malo les pase a ambos, solo calmate— digo más para mi que para ella, para así poder tranquilizarme y pensar con claridad —¿crees que puedas aguantar hasta llegar al hospital?

Ella como puede asiente y eso es todo lo que necesito para hacer mi siguiente movimiento.

—Muy bien, ¿cómo te llamas?— le pregunto para asi tratar de distraernos a ambos y no pensemos en la horrible situacion en la que estamos.

—Yaisa... mi nombre... es Yaisa— pronuncia débilmente entre pequeños e inaudibles jadeos de dolor.

Pienso en su nombre, es lindo, Yaisa, como el arcoiris, sacudo la cabeza ante ese pensamiento y vuelvo mi atención a Yaisa, la cual sigue retorciendose en el suelo mientras se lleva la mano a su vientre.

—Bien Yaisa, a la cuenta de tres te cargare, ¿de acuerdo?— le digo para que este preparada. Ella asiente como puede— uno, dos y tres.

La levanto entre mis brazos como puedo y tengo que ser sincero, no diré que pesa como una pluma porque no es así, pero es obvio que todo se debe a su embarazo, ya que literalmente lleva una vida con ella... es atemorizante pensar en eso.

Me encamino hacia la calle con ella aún entre mis brazos y como si fuera suerte, el destino o algún ángel guardian que la este cuidando, justo pasa un taxi en frente de nosotros y este se detiene al verme con Yaisa en brazos.

Después del arcoiris [Trilogía fragmentados #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora