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Ryunosuke

-Aquí hay gato encerrado. ¡No puede ser que seas un mujeriego cuando te vas a Yokohama a pasar tiempo con tu hermano y tu madre y vuelvas hecho un maricón! – las llaves nuevas no encajaban en la puerta, o quizás fuera culpa de mi tembloroso pulso y las risas que me echaba escuchando las ocurrencias descabelladas de Atsushi. – A ver, déjame adivinarlo… tú has follado con un chico y te ha gustado.

-Ajá…

-¿Pasivo? – lo miré, reticente, con una ceja alzada. – activo, bien. Comprendo. Debía de ser un tipo muy afeminado para que decidieras tirártelo… o que tú estuvieras muy borracho, ¿no?

-Hum… - conseguí meter la llave, ahora solo quedaba acordarse de para dónde había que girarla. Dios, Ryunosuke, estás tan imbécil hoy…

-¿Estabas borracho o él era muy afeminado?

-Algo.

-¿Mucho?

-Un poco… bastante… - giré con tanta brusquedad la llave que de repente se oyó un “¡Creck!”. Cuando saqué la llave, observé meditabundo la mitad que faltaba y se había quedado rota dentro de la cerradura. – Mierda…

-¿Y quién insistió, él o tú?

-Atsushi…

-Él, ¿verdad? Lo suponía. ¿Te la chupó?

-Jinko…

-¡No me dirás que se la chupaste tú!

-¡Atsushi! – él se quedó callado, haciendo una mueca con la cara al ver la llave rota.

-Mierda… ¿nos quedamos en la calle?

-No. Vamos a tu casa.

-No tengo la moto aquí.

-Y yo tengo las llaves del auto dentro y no pienso hacerle un puente ni al carro, ni a la moto.

-Tampoco es que estés muy lúcido para conducir.

-Pues habrá que quedarse en la calle. Total, no será la primera vez. – Atsushi estiró los brazos, bostezando.

-Supongo que no, pero hace frío. – me dejé caer de espaldas a la puerta, pegado a ella. Atsushi anduvo hasta mi lado y se sentó junto a mí. - ¿Cómo es Tachihara? ¿Está bueno?

-Te dije que si lo mencionabas…

-Para provocarte. No te estoy provocando, sólo es curiosidad por si algún día me lo encuentro, no tirármelo.

-Dudo que él te dejara.

-Yo creo que sí. ¿Quién iba a ser capaz de resistirse a mi divina belleza? – sonreí.

-Tú no lo conoces. Es… un poco diferente a cualquier tipo de aquí.

-¿Un engreído como Príncipe?

-No compares. Puede que sea un poco caprichoso, pero tiene algo que ninguno de los que estamos aquí tenemos.

-¿El qué? ¿Una pene de veinticinco? – negué con la cabeza.

-Tiene… dignidad. Es puro, no como los que estamos aquí, podridos y llenos de mierda hasta el cuello.

-Oh. – Atsushi asintió lentamente con la cabeza. – Creo que lo entiendo. No sabe defenderse y alega a su favor que las cosas se deben solucionar por medio del diálogo.

-No. Me rompió la nariz cuando lo dejé. – Atsushi abrió los ojos como platos, mirándome boquiabierto.

-No jodas…

Mío para abandonar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora