Oscuridad Acechante: El Ataque a Michael

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El colegio estaba sumido en la penumbra de la tarde y los pasillos vacíos se llenaban de sombras inquietantes. Michael, con su cuerpo goteando aún de sudor por el entrenamiento, se encontraba en los baños. La luz de los tubos fluorescentes parpadeaba sobre las frías baldosas. Una vez en el camerino, Michael se quitó el uniforme deportivo y se metió bajó la ducha. El agua tibia relajaba cada uno de sus bien formados músculos. Cerró los ojos y suspiró profundamente, permitiendo que el calor del agua entrara en su cansada musculatura. Las gotas resbalaban por su cuello, descendiendo por su pecho definido y serpenteando por sus abdominales perfectamente marcados. Michael, ajeno a cualquier peligro, se enjabonaba con tranquilidad, su cuerpo tenso se relajaba lentamente bajo la agradable sensación del agua.

Sin embargo, en las sombras, acechando sigilosamente, se encontraba una misteriosa figura de mirada fría y vacía en sus ojos. Se escondía detrás de los cubículos observando fijamente a Michael con una obsesión enfermiza. Su presencia se mezclaba con la oscuridad, haciéndolo casi invisible. La figura respiraba de manera silenciosa, pero agitada, su corazón latía con una excitación retorcida. Cada gota de agua que caía sobre el cuerpo del adolescente parecía resonar en su mente enferma, como si cada uno de sus movimientos lo empujara más hacia el abismo de su obsesión.

El joven, instintivamente, comenzó a mirar a su alrededor, sintiendo que no estaba solo. Los escalofríos recorrían su espalda mientras su intuición le advertía del peligro inminente. Cerró la ducha y con una toalla se secó rápidamente antes de ponerse su uniforme.

Michael notó movimientos detrás de los casilleros en el pasillo. Con determinación, se acercó, listo para confrontar a quienquiera que estuviera ahí. Sin embargo, antes de que pudiera actuar, el conserje apareció de repente, interrumpiendo sus planes y sorprendiéndolo. El señor Simmons estaba ocupado limpiando los baños y se disculpó rápidamente con Michael por haberlo asustado.

—Discúlpame muchacho, pensé que ya no quedaba nadie por aquí.

—No se preocupe, yo fui quien me atrasé. Pero ya me voy.

El hombre se acercó demasiado a Michael y, sin disimulo, olió profundamente su cuello.

—Me gusta el olor de tu perfume.

Michael, sintiéndose incómodo por la extraña cercanía del hombre, solo pudo sonreír nerviosamente y dijo: —Gracias.

El señor Simmons se alejó, retomando su tarea de limpieza, pero la interacción dejó a Michael con una sensación incómoda. Decidió abandonar los baños y continuó caminando por los oscuros pasillos del colegio en busca de su amiga Vicky.

Antes de llegar a la oficina de Harker, decidió hacer una parada en la máquina dispensadora de bebidas. El pasillo estaba notablemente lóbrego y, una vez más, sintió una presencia que lo observaba. Nervioso, pero tratando de mantener la calma, se esforzó por completar su compra en la máquina. Sin previo aviso, alguien lo golpeó fuertemente en la cabeza, haciendo que el refresco se le cayera de las manos. El dolor y la sorpresa se apoderaron de Michael mientras intentaba mantenerse de pie, aturdido por el impacto, tratando de encontrar una forma de golpear a su atacante, pero sus intentos de defensa resultaron inútiles ante la determinación del asaltante quien poseía la fuerza inherente a un orate. En un instante que pareció eterno, el sujeto colocó un pañuelo mojado con un líquido penetrante sobre la boca y la nariz de Michael. El aroma acre del cloroformo llenó el aire mientras luchaba por mantener la conciencia.

El forcejeo de Michael se volvió cada vez más desesperado al tratar de evitar caer en la inconsciencia, arrojó un puñetazo al rostro de su atacante, y lo hizo retroceder brevemente, pero el efecto del cloroformo fue implacable; después de unos minutos de angustiosa resistencia, su visión se nubló y se sintió completamente aturdido. En ese momento de vulnerabilidad, el atacante aprovechó la oportunidad para lanzar otro golpe que dio justo en la rodilla lesionada de Michael. El dolor se intensificó y la oscuridad lo envolvió. Finalmente, el joven no pudo mantenerse de pie más tiempo. Con un último intento fallido por resistirse, se desplomó en el suelo, su conciencia se desvaneció y la oscuridad lo consumió por completo.

El secuestrador, con su plan siniestro ejecutado, se acercó al joven inerte. Cautelosamente y sin remordimientos, lo arrastró y lo llevó fuera de la escuela hasta su camioneta vieja, luego recogió las pertenencias del muchacho y se marchó.

Vicky salió de la oficina del profesor Harker y emprendió su camino por los oscuros corredores del colegio. A medida que avanzaba, buscando a Michael, la atmósfera se tornaba cada vez más lúgubre y tenebrosa. Los corredores parecían estar impregnados de sombras inquietantes, y los susurros de la brisa nocturna se oían como suspiros lejanos. Cada rincón estaba sumido en la oscuridad, y las ventanas dejaban entrever destellos de la luna que acentuaban aún más la sensación de soledad. Finalmente llegó al gimnasio, pero no encontró rastro de su amigo. Con un suspiro resignado, se preguntó si tal vez él se había cansado de esperar y había decidido ir a casa.

EL SECUESTRO DE MICHAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora