El Plan de Michael: La Pulsera de la Suerte

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La mañana siguiente, en algún lugar de la ciudad

Antes de regresar a sus labores en el Fenice High School, Arthur Simmons descendió a la bodega para visitar a su víctima llevando consigo un trozo de pizza. En su mejilla aún se dejaba ver el golpe que Michael le había logrado asestar. El joven permanecía atado y amordazado, con los ojos enrojecidos a causa de la falta de sueño y las lágrimas.

—Te he traído algo para comer, mi amigo —indicó Arthur mientras retiraba la mordaza.

—¡Por favor, déjame ir! Te prometo que no permitiré que te ocurra nada malo, pero necesito que me liberes.

—Por ningún motivo, eres mi amigo y solo mío. Mamá estará feliz de que seamos amigos. Ahora, come algo.

En ese momento, Michael tuvo una idea. Recordó la pulsera que le había regalado Claire. Fingiendo resignación y amabilidad, preguntó a Arthur. —¿De verdad consideras que somos amigos?

—Así es, muchacho. Eres mi único amigo, mi ángel de la guarda.

—He sido ingrato contigo. Tú has sido muy amable y bueno. Tengo algo muy valioso: mi pulsera de la suerte. Tómala y úsala para recordarme siempre.

—Realmente eres muy generoso, mi muchacho. Gracias —dijo Arthur mientras acariciaba el mentón de Michael. —Ahora debo volver al trabajo. No quiero hacer esto, pero debo ser cauteloso.

De repente, sacó una jeringa e inyectó al muchacho con un somnífero que lo hizo dormirse en cuestión de segundos, asegurándose de que no intentara escapar.

EL SECUESTRO DE MICHAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora