En Busca de Michael: El Plan de Claire

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Claire sabía que, si habían de acusar a Simmons, necesitarían más información, no podían hacerlo sin pruebas sólidas. Por lo tanto, ella y sus amigos se dirigieron hasta la oficina de la directora Kingsley, una vez allí pondrían su plan en acción. Vicky y Claire entrarían a inspeccionar los archivos en la oficina, mientras que Brandon y Rachel crearían una distracción afuera.

—Recuerda, Rachel, actúa como si te sintieras muy mal de repente. Eso debería llamar la atención de la directora —susurró Brandon.

—No te preocupes, haré un gran alboroto.

Rachel comenzó a gritar mientras Brandon trataba de calmarla.

—¿Qué está pasando aquí jóvenes? ¿Qué significa todo este desorden? —exclamó la directora al salir de su oficina.

—Señora Kingsley, Rachel está como loca, ¡ayúdela!

—¡Ratas, ratas! ¡Están en todo mi cuerpo!¡Quítenmelas por favor!

Aprovechando que la directora acompañaba a Rachel y a Brandon a la enfermería, Vicky y Claire entraron a la oficina.

—Vigila que no venga nadie, Vicky.

Claire se sentó en el escritorio y rápidamente comenzó a hurguetear en los archivos de la computadora, buscando los antecedentes del personal. Sus dedos se deslizaron ágilmente por las teclas, mientras que la información que aparecía en la pantalla se reflejaba en sus anteojos. Encontró un documento adjunto, un informe que detallaba los problemas mentales de Arthur.

—¡Lo encontré! Arthur Simmons tiene antecedentes psiquiátricos: "Trastorno de la conducta junto con depresión y estrés postraumático como consecuencia de un abuso vivido en su infancia. Las lesiones cerebrales aumentan significativamente la posibilidad de padecer de desórdenes de personalidad y ansiedad; esquizofrenia que tiene un componente sintomático que incluye cierto tipo de psicosis." ¡Por Dios, cómo es posible que este hombre esté trabajando con niños!

—¿Estás lista, Claire? —preguntó Vicky.

—Sí, ayúdame a buscar a ese tipo ahora, debemos interrogarlo.

—¿No deberíamos llamar a la policía primero?

—No tenemos pruebas concretas aún.

Ambas salieron rápidamente de la oficina, y se dividieron para tratar de encontrar al conserje. Vicky revisó el patio y el gimnasio, y Claire se dirigió hacia el comedor y la bodega. Justo por uno de los corredores que comunicaban a la bodega, Claire divisó al señor Simmons, lo llamó en voz alta, pero este la ignoró.

—¡Señor Simmons, espere por favor, necesito hablar con usted! —exclamó mientras corría tras él.

El hombre se detuvo y la miró con indiferencia.

—¿Qué necesitas, muchacha?

—Señor Simmons, nuestro amigo Michael Saint está desaparecido desde ayer en la noche, fue visto por última vez en la escuela. ¿Usted no vio nada extraño?

—Me retiré temprano y no vi nada extraño. Ahora, si me disculpas...

El hombre asió el carro de limpieza con ambas manos. En ese momento, Claire se dio cuenta de que llevaba la misma pulsera que ella le había dado a Michael, además tenía un moretón en el rostro, como si alguien lo hubiese golpeado.

—Espere un segundo, ¿qué le sucedió en el rostro?, ¿de dónde sacó esa pulsera? ¡Usted sabe qué le pasó a Michael!

—¡Niña impertinente, no dejaré que nadie me separe de mi amigo!

Claire trató de forcejear con él, pero este la hizo caer aturdida al suelo de un golpe en la cabeza, luego salió huyendo del colegio antes de ser descubierto.

Vicky llegó a la bodega minutos después y encontró a Claire, tendida en el piso inconsciente.

—¡Claire! ¿Qué te pasó? ¡Respóndeme!

La muchacha recogió sus lentes caídos y llevándose las manos a la cabeza debido al dolor que le había provocado el golpe, respondió:

—¡Es él! ¡Él tiene a Michael! Llevaba puesta la pulsera de la suerte que le regalé ayer. Cuando lo descubrí me golpeó y huyó. Debemos llamar a la policía de inmediato.

Arthur regresó a su hogar con determinación palpable y una mirada que denotaba urgencia. Sin perder un segundo, se encaminó directamente hacia la bodega subterránea. Allí, en ese lúgubre rincón, yacía Michael, todavía bajo los efectos de los sedantes que habían sido inyectados en su sistema horas atrás. Con movimientos decididos, Arthur retiró la mordaza que aprisionaba las palabras del joven.

—¿Cómo te sientes, muchacho? Estoy aquí ahora.

—Debes soltarme, necesito usar el baño —imploró Michael, sintiendo una urgencia que amenazaba con abrumarlo.

—Es un problema ¿Cómo puedo estar seguro de que no intentarás escapar? —Arthur estudió a Michael con ojos penetrantes, arremolinando pensamientos de cautela en su interior.

Michael lo miró con un gesto de frustración, consciente en lo más profundo de su ser de que sus fuerzas eran insuficientes para fugarse.

Finalmente, Arthur cedió por un momento, pero antes de concederle la libertad necesaria, sacó de manera súbita un pañuelo impregnado de cloroformo. Sin previo aviso, lo acercó al rostro del muchacho, cerciorando de que inhalase el fuerte aroma, un último intento desesperado de asegurarse de que la fuga no fuera una opción viable. Luego, procedió a soltar las ataduras, mientras el joven cautivo trataba de ocultar su oportunismo latente.

Con la mirada inalterable, Arthur relataba sus acciones recientes:

—¿Sabes? Tu amiga, esa estúpida pelirroja, me descubrió y me obligó a silenciarla con un golpe. No permitiré que nada ni nadie nos separe. —Su voz retumbó con una frialdad siniestra.

—¡Maldito desquiciado! ¿Cómo te atreviste a tocar a Claire? —Las palabras de Arthur encendieron una ira desenfrenada en Michael.

Reuniendo todas las fuerzas que pudo después de recuperar brevemente su libertad, Michael aprovechó la oportunidad para atacar. Con un puñetazo directo a la cara seguido de un certero golpe en el abdomen, Arthur tambaleó, pero Michael todavía se encontraba debilitado, y sus golpes no tenían la potencia necesaria. Intentó escapar por una escalera cercana, pero el mareo y la sensación de piernas entumecidas lo traicionaron. Arthur se recuperó rápidamente, se lanzó sobre él y lo agarró de las piernas, provocando que se tropezara y golpeara la cabeza en un escalón, causándole una herida sangrante.

Con una mirada psicópata y una sonrisa demencial, Arthur se abalanzó sobre el aturdido Michael, sujetándolo con firmeza y acercando su rostro al de él.

—Ahora que hemos sido descubiertos, debemos partir de este lugar. Pero antes, permíteme presentarte a mamá. —Sus palabras resonaron con una malicia que helaba la sangre en las venas del joven.

EL SECUESTRO DE MICHAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora