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Pedro permanecía sentado en su extenso sillón con su IPad apoyado en las piernas. Mordía su labio inferior, pensativo, mientras que en su mano tenía su teléfono celular. De fondo, podía escucharse la canción "Hey There Delilah". Había descubierto la canción cuando colocó el nombre de la chica en el navegador, y desde entonces no podía dejar de escucharla.

Le recordaba a ella, haciéndola sentir cerca de él.

Encontró cinco Delilah's que vivían en Nueva York. Ninguna figuraba con el apellido Cervantes pero, como ese era su apellido materno y desconocía el paterno, probablemente era una de ellas.

Marcó el primer número de teléfono en su móvil, y se detuvo antes de presionar el botón de llamar.

¿Sería lo apropiado?

¿Qué pasaría si la persona al otro lado de la línea no era su Delilah, pero reconocía su voz? Podría subirlo a redes sociales, y decir que Pedro Pascal la había llamado porque estaba en búsqueda de una chica con ese mismo nombre.

¿Qué dirían las personas? ¿Qué diría su familia y amigos? ¿Qué diría su agencia? Joseph estaba orgulloso de cómo Pedro había mantenido su cotidianidad bajo la guardia. ¿Podría incluso, perder su contrato, si decidía presionar la opción de llamar?

Se sentía sumamente expuesto todo el tiempo, pues cada movimiento que hacía terminaba publicado en las redes sociales. Quería mantener su vida privada como eso, privada.

Además, por más que quisiera encontrar a Delilah, no quería arrastrarla a lo que era su vida cotidiana. Al menos, no tan pronto o de manera tan repentina. Quería salir con ella antes, conocerla más y, cuando ella se sintiera cómoda, salir en público. Sonrió al pensar cómo sería ir acompañado por Delilah a eventos, entrevistas y sets de grabación.

Soltó un bufido acompañado de una risa. ¿Ya estaba pensando en un futuro con ella? Esa era su señal de alerta para huir de alguien y no aferrarse, pero el tan solo pensar no verla más lo hacía sentir vacío en su pecho.

—Esto es muy jodido— se dijo a sí mismo. Cerró la aplicación de llamada y bloqueó su celular. Pensó que lo mejor era no hacerlo hasta que tuviera más información sobre ella, y no arriesgarse a que su búsqueda saliera a la luz pública.

El timbre de su departamento sonó, y este se puso de pie, sintiendo el frío suelo con sus pies descalzos, y los arrastró hasta la puerta principal después de detener la música del tocadiscos. La abrió, y su agente no esperó a que Pedro le indicara que podía entrar. Simplemente lo hizo con pasos decididos. Este mantenía su cabeza en su celular.

—Buenos días— dijo Pedro luego de un momento, observando a Joseph apoyando una de sus manos en la mesa del comedor mientras que redacta un mensaje con su otra mano.

—Sí— habló después de sacudir ligeramente su cabeza, saliendo de su ensimismamiento—. Lo lamento. Sabes cómo es— elevó ligeramente su celular antes de guardarlo en el bolsillo de su pantalón de traje negro—. Al igual que todos los finales de mes, repasemos la agenda del mes próximo.

Así hicieron. Pedro se limitó a responder con afirmaciones cortas a cada uno de los eventos programados sin prestarles total atención.

—Bien. ¿Estás de acuerdo con todo? ¿Necesitas reprogramar algunas fechas?

—Supongo que está todo bien— se encogió de hombros.

Joseph asintió, notando que algo ocurría con Pedro.

—¿Y qué hay con las páginas amarillas? ¿Encontraste lo que buscabas?

—Sí— mintió—. Gracias.

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