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I'm just a man, I'm not a hero
Just a boy, who had to sing this song
I'm just a man, I'm not a hero
Welcome To The Black Parade - My Chemical Romance


—Llegamos justo a tiempo —dijo Javiera mientras colocaba un par de tote bags llenas de comidas y otras provisiones en la encimera de la cocina.

—¿Para qué? —preguntó Pedro, confuso al ver lo que su hermana había traído—. Javi, no era necesario...

—Siempre hace falta, Pedro —refutó con voz tranquila—. De por sí eres descuidado contigo mismo, y no quiero imaginar ahora que estás lastimado... —sacudió ligeramente su cabeza para no dejar en evidencia su angustia. Con la intención de mantener su mente ocupada, comenzó a guardar las cosas que había traído, dejando afuera algunos ingredientes para cocinar—. ¿A qué te refieres con "para qué"? ¡En minutos anuncian las nominaciones a los Emmy!

—¿Es hoy? —el hombre tomó del bolsillo de sus shorts y encendió la pantalla para ver la fecha—. Tienes razón...

—¿Dónde tienes la cabeza? —habló la mujer mientras reía.

—En la nebulosa —respondió el sobrino mayor de Pedro desde el sofá, cambiando los canales en el gran televisor. Movió su cabeza para apartar de sus ojos su liso y rubio flequillo—. Nada nuevo del tío Pedro...

—¡Bruno! —chistó Javiera.

—Déjalo —el hombre movió su mano izquierda para restarle importancia—. No miente —rió con desánimo.

Su hermana se detuvo para observar a Pedro. Lo notaba descansado y, dejando de lado su brazo derecho sostenido por el cabestrillo, parecía estar bien de salud.

Lo que su hermano padecía era algo dentro de sí mismo, que ella podía darse cuenta a través de la mirada de cachorro del hombre, y porque lo conocía desde que había nacido.

La mujer suspiró antes de empezar a cortar vegetales en una tabla. El hombre apoyó sus glúteos en la encimera junto a ella, mirándola. La mandíbula de Javiera estaba tensa, y sus ojos no parecían ver lo que tenía de frente.

—Quieres preguntar —dijo Pedro, rompiendo el silencio—. Adelante.

—Claro que quiero preguntar —por primera vez desde que había llegado, mostró su intensa preocupación. Lo observó, y mantuvo sus ojos en él—. Pero sé que vas a responder con una mentira. Algo te ocurre, pero no pides ayuda y eso es raro en ti. Tú siempre... —tragó saliva— acudes a mí cuando necesitas ayuda.

—Javiera...

—¿Qué pasó en Nueva York? No creí lo que dijo Joseph sobre la actuación de método. Odias eso —habló con temor—. ¿Y qué ocurrió con tu brazo?

—Iba a encontrarme con alguien, pero no resultó como esperé. Lo del brazo no es complicado. Me resbalé —se encogió de hombros, intentando parecer tranquilo al respecto—. Estoy bien —reafirmó, con la intención de creerlo.

La mujer rechinó los dientes, y sus ojos se humedecieron sutilmente. Si preguntaba de quién se trataba esa persona con la que iba a verse, sabía que no le respondería algo conciso, por lo que decidió no hacerlo.

Suspiró, y volvió a su labor de picar verduras, pensando que su hermano menor ya no era pequeño desde hace mucho tiempo, y que no podía obligarlo a pedir su ayuda si él no lo hacía por voluntad propia.

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