CAPÍTULO 2

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Christopher

Cincuenta y dos llamadas y veinte mensajes, todos ignorados. Soy un completo idiota, no entiendo por qué diablos hice eso, esa chica Leticia ni siquiera es mi tipo y ahí voy yo a meter la pata. Ahora Kamila no me quiere ver ni en pintura. De seguro debe estar pensando que soy un maldito mentiroso, que le pinté todo un mundo de colores y ahora lo dejo en blanco y negro.

La verdad es que la amo y no quiero perderla, deseo cada risa, cada lágrima, cada centímetro de su piel. Es increíble como esa chica se ha colado en mis pensamientos en tan solo unos meses. Cuando la conocí lo que me atrajo de ella fue su sencillez y su inocencia, nunca creí que se metería de esa forma bajo mi piel. Cada rasgo natural de sus facciones, cada curva de su cuerpo que se empeña en cubrir, cada hermosa sonrisa, deseo todo eso y no quiero comartirlo con nadie más, porque a pesar de haber hecho una tontería solo yo merezco ser poseedor de cada parte de su ser.

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Kamila

Despierto dando un respingo al sentir que me golpean levemente en las costillas. La clase se había tornado tan aburrida que terminé quedandome dormida a mitad del turno, el cual al parecer ya había terminado pues solo quedabamos nosotras dos en el aula. Christina me señala con la cabeza hacia el lugar donde se encuentra la puerta del salón y respiro hondo al ver a Christopher parado en el umbral con una hermosa rosa roja en la mano.

─Kami, por favor perdóname, se que lo que hice estuvo mal pero te juro que me arrepiento muchísimo. Prometo que jamás volverá a suceder. Te amo nena, por favor perdóname.

Christina vuelve a codearme para hacerme reaccionar y, dudosa, me levanto de mi asiento y camino hasta él, y ahí, frente a frente, me armo de valor y actúo. Tomo la rosa en mis manos y en un acto inesperado la rompo en pedazos clavándome varias espinas en el proceso y lanzo al aire los pedazos.

─Vete a la mierda, Christopher, esto se acabó. ─le paso por el lado chocando mi hombro con el suyo pero me toma del brazo impidiéndome avanzar.

─¿En serio tirarás siete meses de relación a la basura? ─Será cínico.

─Yo no fui quien echó a perder la relación, fuiste tú. ─me suelto bruscamente de su agarre y salgo huyendo de allí lo más rápido que puedo.

Luego de dar un par de vueltas por los alrededores del campus en un fallido intento por dejar de llorar me encuentro con Christina quien al parecer me estaba buscando. Cuando me ve se acerca a mí y me estrecha entre sus brazos permitiéndome llorar en su hombro. A veces las palabras no son necesarias, algunas veces solo basta un abrazo para sentirte como en casa; así me siento siempre en los brazos de mi mejor amiga, desahogándome en silencio mientras mis lágrimas mojan su blusa.

☆☆☆

Dos semanas después.

Las seguientes semanas transcurren tranquilas, a excepción de las incesantes llamadas de Christopher y sus perturbadores mensajes de: Eres solo mía, de nadie más. Tu corazón y tu cuerpo me pertenecen solo a mí. Tarde o temprano regresarás. Te tendré a mi lado sea como sea... Esos mensajes me dan escalofríos y lo peor es que no paran de llegarme.

Solo de una cosa estoy segura: lo de Christopher ya no es amor, es obsesión; una obsesión enfermiza que solo nos dañará aún más a ambos.

Estamos en medio de la cena cuando de repente llaman a la puerta. La empleada es quien abre y le notifica a papá que alguien lo busca y que es urgente. Él se levanta de la mesa sin siquiera haber acabado de comer y, desde mi posición puedo ver como habla con un hombre cercano a su edad pero que nunca antes había visto.

Imperio de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora