CAPÍTULO 4

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Kamila

Los rayos del sol chocan contra mi espalda mientra unas grandes manos me acarician la piel de la misma. Me volteo y frente a mí aparece la figura de Damon con un bote de protector solar en la mano; me sonríe de lado mientras deja caer el envase al suelo y me ofrece su mano, la tomo y me guía hasta la playa. Lentamente vamos avanzando hacia la inmensa masa de agua; la marea esta calmada y el sol nos ilumina desde lo alto del cielo.

Siento su respiración contra la piel de mi cuello y sus manos sobre mi cintura. El tacto es agradable y suavemente me acaricia la piel, llega hacia las tiras de mi biquini y juega cor ellas por un rato, acerca su mano hacia el centro de mi cuerpo y acaricia mi zona sencible por encima de la tela. Las palabras se atascan en mi garganta impidiendome el habla y él tampoco dice nada. La sensación es placentera y un sonido que me resulta vergonzoso se escapa de mis labios. Se acerca más a mí, permitiéndome sentir su dureza contra mi espalda baja.

Echo la cabeza hacia atrás, apoyándola en su hombro, sus labios se posan en mi cuello, erizándome la piel, subiendo hasta mi mandibula. Gira mi cabeza y sus labios atrapan los mios en un beso candente y desbordante de pasión.

Soy empujada por una fuerza que me hace caer de la cama con todo y colchón, interrumpiendo mi perturbador sueño.

─¡Arriba, monja perezosa! Es hora de levantarse. ─ordena Damon al tiempo que abre las cortinas de mi habitación, dejando pasar la luz del sol.

─Hay mejores formas de despertar a alguien, ¿sabes? ─digo frotandome la cabeza.

─Siento mucho interrumpir tu sueño húmedo pero es hora de ir al gimnasio.

─Insisto en que un simple «Kamila, despierta» habría bastado. ─defiendo mi punto y el alza una ceja. ─Y no estaba soñando tal cosa.

─Gemías dormida y tu pijama esta húmedo. ─abro y cierro la boca en un intento fallido por intentar defenderme.

─Y se puede saber que hacías mirando mi entrepierna.

─Quería saber de donde provenía ese insoportable olor a pescado.

─Mi chumino no huele a pescado. ─rebato.

─¿Tu qué?

─Olvidalo. ─digo levantandome del suelo. ─Iré a darme una ducha, esperame abajo.

No espero a que se marche, camino directo al baño sintiendo mis mejillas tornarse rojas y calientes. Jamás en mi vida había pasado por una vergüenza como esta.

Dejo que el agua caliente se ocupe de aplacar la tensión en mi cuerpo y luego de asearme y desayunar Damon me lleva en su moto hacia el gimnasio y vamos directo al ring.

Con una mano me hace señas para que ataque primero y eso hago, corro hacia él, dispuesta a lanzarme sobre su cuerpo pero es más rápido que yo y se aparta, demás está decir que termino estrellada contra las cuerdas, él intenta no reírse y mantener la compostura.

Me tiende la mano para ayudarme a levantar, la tomo, pero en lugar de pararme barro sus pies con los míos, haciéndolo caer al suelo. Se lo merece por avergonzarme. Me siento a horcajadas sobre él e intento estampar mi puño contra su rostro pero detiene mi brazo en el aire y en un rápido movimiento nos hace rodar, dejándome bajo su cuerpo. Sujeta mis manos por encima de mi cabeza y me remuevo como gusano con estreñimiento intentando zafarme de su agarre pero me resulta imposible. Acerca sus labios a mi oído y cuando habla su aliento choca contra mi cuello, haciendo que mi piel se erice.

─Eres muy predecible, monjita. ─antes de que pueda levantar su cabeza consigo atrapar su oreja con mis dientes y no me contengo a la hora de morderlo.

Imperio de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora