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POV LISA.

En el momento en que entré en la nueva propiedad de mi padre, puse los ojos en blanco. Claramente vivía muy por encima de sus posibilidades, porque no había forma de que pudiera permitirse un lugar así a menos que ganara la lotería sin decírmelo.

Su extensa mansión de color crema se encontraba en la cima de una colina, flanqueada por un lago privado de ocho hectáreas y una casa de huéspedes tan grande como su antigua casa de tres pisos.

Concéntrate en alejarte para poder volver a tu hotel, Lalisa.

Entrar, salir, volver al hotel.

Repetí silenciosamente esas instrucciones mientras mis tacones de aguja chocaban con los sinuosos escalones de piedra. De una manera realmente exagerada, mi padre puso brillantes cordones de plata en la puerta para todos los huéspedes.

Agarré el que llevaba mi nombre y me lo puse alrededor del cuello.

-Ah, la señorita Manoban original. -Uno de los colegas de mi padre me sonrió cuando abrió la puerta-. Tu padre te conoce muy bien. Dijo que llegarías elegantemente tarde.

-No estaba tratando de hacerlo.

-No es nada, no te preocupes. -Sonrió-. Todos están en la terraza, pero siéntete libre de realizar un tour privado.

-Gracias.

Pasé junto a él y entré en el colosal vestíbulo cubierto de mármol. La gran escalera de caracol se hallaba en el centro de la habitación, adornada con pequeñas luces blancas que se enroscaban en su barandilla de hierro.

La casa se volvía más odiosa en su riqueza con cada paso que daba, así que no me molesté en realizar un tour privado.

Mi madre se divertiría mucho con esto.

Me dirigí a las puertas de cristal del otro lado de la habitación y se abrieron cuando me acerqué.

Afortunadamente, mi padre estaba justo en mi línea de visión.

De pie junto a una cascada de piedra brillantemente iluminada, contando uno de sus habituales chistes malos.

-Hola, papá.-dije, caminando hacia él una vez que sus empleados dejaron de reírse.

-Hola, Lisa. -Me dio un abrazo-. Todavía no puedo creer que no me hicieras saber que estabas en la ciudad. Podrías al menos haber enviado un mensaje.

-Lo siento por eso.

-Claro que sí. -Se rio y me dejó ir-. Supongo que ahora tendré que empezar a creer en el destino. Es una locura que Jennie te haya visto en el aeropuerto el mismo fin de semana que tienes un nuevo hermano, ¿eh?

-Sí, ha sido el destino, total. -Me aclaré la garganta-. ¿Dónde está Nari?

-Está arriba durmiendo con el bebé porque tiene dolor de cabeza.- dijo, y luego bajó la voz-. Está fingiendo. Odia mis fiestas de trabajo tanto como tú, pero estoy seguro de que publicará en Facebook lo increíble que fue mañana.

Nos reímos, y agarró dos copas de champán de la bandeja de un camarero que pasaba.

Entregándome una, sonrió.

-Tengo algunas condiciones antes de que intentes correr hacia la salida. Por favor, saluda a algunas de las personas que reconoces, e intenta sacarte algunas fotos, ¿quieres? De esa manera puedo mirar atrás y creer que estuviste aquí. Oh, y todavía tienes que dejarme invitarte a cenar antes de que te vayas de la ciudad, ¿vale?

-Lo haré.

Me dio una palmadita en la espalda y se acercó a un grupo de tipos con trajes grises. Con o sin condiciones, me iría de la fiesta en el momento en que desapareciera entre la multitud.

¿Puedo ir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora