—Pero... —Pensó un momento —¿Cómo es posible que...?
— ¿Qué cosa? — preguntó Guadalupe — ¿Morir?
— Uhm... — el mayordomo dudó.
—Los quería mucho... —continuó Santiago tomando otra iniciativa—Eran su familia, ¿No es así?
—Sí, son mi familia... —corrigió contrariado el mayordomo álmico y la escena comenzó a perder color y a desmoronarse poco a poco, como si fuera un sueño destruyéndose y reconstruyéndose luchando por redefinirse a sí mismo.
El ambiente se tornó gélido producto de una tristeza abrumadora que comenzaba a inundar el lugar.
Los tres visitantes sintieron el peso de aquella tristeza enorme del ánima en pena materializada sobre sus hombros.
— Tienes que seguir adelante... — insistió el exorcista viendo el vaho de su respiración.
Alfredo meneó con la cabeza. Totalmente negado.
Matías dio un largo suspiro y tomó otro camino.
Se acercó a la puerta. Tomó el pomo y notó que estaba trabado. La palma de su mano se congeló de inmediato y lo obligó a soltarla.
—No quiero que se termine...—oyó al espíritu lamentarse.
Matias suspiró.
Sería inútil intentar salir sin la voluntad del espíritu.
Miró a su alrededor en busca de algo que podría ayudar a convencerlo y vió un cuadro que podría servir para intentar persuadirlo.
— ¡Disculpe, señor! — oyó una voz aguda y alegre a sus espaldas.
Sorprendido se dió vuelta para ver a la niña pequeña cuyo vestido blanco relucía en la penumbra de la habitación, mirándolo con atención con sus enormes ojos verde jade.
"¿Por qué me está hablando a mi?" se preguntó.
— ¿Si? — preguntó confuso el exorcista.
— ¿Quiere ver mi nuevo baile? —
— Ah... — Intercambió miradas con Alfredo y Guadalupe, quien le hizo un gesto para que continúe — Claro... — accedió.
La pequeña niña se puso a bailar una suerte de vals acompañada de sus muñecas y sonrió satisfecha de sí misma mientras daba varias vueltas gráciles y exageradas dando saltitos a su alrededor y estirando los brazos como si se tratara de un cisne.
— ¡Excelente, señorita! — Aplaudió Alfredo encantado. Matias lo imitó, aún confundido ante la intervención de aquella ilusión.
— Gracias, Gracias — sonrió ella haciendo reverencias — ¿Ahora puedo salir a jugar?
Alfredo quiso intervenir.
— ¡Claro! — Respondió Matías con rapidez — Estaba intentando abrir la puerta, pero no pude ¿Sabes dónde está la llave?
La niña dudó y luego señaló al mayordomo.
— El abuelo Alfredo suele tenerlas consigo — reveló alegremente.
— Oh... — Fingió sorpresa el exorcista — ¿Podrías darnos la llave para salir a jugar fuera? —
Se acercó al espíritu, quien meneó la cabeza en negación.
— ¡Vamos a jugar afuera! ¡Es un día hermoso! — insistió la niña.
El mayordomo sintió una palmada en el hombro por parte de Santiago, quien le sonrió y luego miró a los padres de la niña, quienes asintieron y finalmente se resignó a entregarle la llave a Matías.
— Aquí tienes...— Respondió casi sin voz.
— Muchísimas gracias — respondió Matías con una leve sonrisa y se acercó a la puerta.
Apretó con fuerza la manija con su mano izquierda y colocó la llave en la cerradura con la derecha.
Giró la llave y bajó la manija para luego tirar hacia adentro e intentar abrir la puerta. Pero esta no cedió.
—Bueno.... —protestó forcejeando un poco más y sintió como la manija de la puerta se calentaba rápidamente hasta el punto de quemar su mano y obligarlo a soltarla una vez más. —Auch... —protestó dándose vuelta para mirarlo con advertencia.
— ¿Qué sucede? — preguntó confusa la niña.
— Está trabada... — sentenció Marias. — ¿Por qué? — miró a Alfredo en busca de una respuesta.
Hubo un breve silencio.
—No puedo padre... Lo siento mucho...
Matías vio el reloj y notó que ya pasaban las dos quince y ante sus ojos la aguja del minutero comenzó a retroceder.
Su mente se nubló en confusión y las luces de la habitación parpadearon una vez más.
—¡¿Qué está pasando?!—protestó intentando mantenerse presente en la situación.
Vió a la niña retroceder en cámara lenta y dirigirse al pasillo, junto a sus padres hasta el punto de desaparecer, a su vez, la escena de la habitación cálida volvió a reconstruirse, las grietas se cerraron, los objetos flotaron de regreso a su posición original y las luces volvieron a brillar con fuerza hasta que todo en la habitación volvió a tomar la forma y la vividez con la que se habían encontrado al llegar.
El silencio volvió a reinar en la habitación, interrumpido sutilmente por el tic del reloj.
Todo había regresado al punto de partida, incluso ellos, habían quedado de pie apenas cruzando la puerta de entrada.
— Por favor pasen y tomen asiento.. — invitó Alfredo con calma, como si nada hubiese pasado. — Los dueños llegarán pronto...
El trío intentó procesar mentalmente lo que acababa de suceder.
—No puede ser... — susurró para sí mismo el exorcista intentando mantener la compostura y decidió seguirle la corriente mientras caminaba hacia la mesa aún masajeando una de sus sienes. Santiago y Guadalupe lo siguieron en silencio y tomaron asiento alrededor de la mesa ovalada igual de impactados hasta que oyeron al mayordomo ofrecerles té.
— Si, por favor — Respondió el exorcista.
Hubo un breve silencio entre los tres al notar que las tazas de té aparecieron servidas en la mesa.
— ¿Y ahora qué? — preguntó Guadalupe con un hilo de voz — ¿Qué vamos a hacer?
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#1 Una noche en la estación abandonada
ParanormalUn par de amigos se embarcan en una visita nocturna a una vieja estación abandonada en busca de indicios de una vieja maldición a una familia de la zona, ahora casi abandonada por la modernidad. Pero pronto descubrirán que la razón de la soledad del...