Santiago respiró profundamente, intentando recobrar la calma.
—¿Por qué te habló la niña? —preguntó de repente.
—No lo sé... — comentó Matias. —Eso fue extraño ¿Seguro que estamos solos? — miró curioso hacia Guadalupe.
—Aquí dentro sí... —respondió ella con calma —Pero... —se quedó en silencio pensando unos segundos.
—¿Pero? —La trajo a la realidad Santiago.
—Si es un sujeto que, estando en vida, no ha dejado ir a alguien, en este caso a la niña... —Pensó en voz alta —No es de extrañar que el espíritu de ella aún esté aquí ¿No? — concluyó.
—¿Y porque no lo ves? —preguntó Matias confuso. —Como un espíritu, digo...
—Porque ella ya no está en el plano de los espíritus.... —Resumió Guadalupe —A esta altura su alma ya trascendió, pero el lazo kármico aún la vincula a Alfredo y su esencia debe volver cada vez que él se altera...
—¿Estás segura? —preguntó el exorcista, evaluando la información.
—Es solo una hipótesis.... Pero no es la primera vez que veo una situación así... Solo que me ha pasado con personas que aún están vivas y que no saben cómo procesar su duelo — reveló.
Santiago asintió confirmando su hipótesis y recordando varias situaciones tristes del pasado con feligreses en las que había tenido que intervenir de forma indirecta.
—¿Creen que se puede solucionar? — preguntó Matias interesado.
—Cuando hablaste con ella... —soltó Santiago de repente — Algo cambió en el ambiente... Alfredo cedió a todas tus peticiones, hasta que sintió el peligro y volvió a cerrarse...
—¿O sea que tendríamos que ponerlo nervioso hasta poder hablar con ella otra vez? — aventuró el exorcista
—Ya vimos que no quiere cooperar por voluntad propia así que... — concluyó Guadalupe —Podemos probar con eso... El problema es que, puede que se de cuenta y no nos funcione otra vez...
—Y si eso pasa no podremos salir de aquí... —concluyó Santiago.
—Solo tenemos otra oportunidad... —comentó el exorcista intentando desestimar por todos los medios la tercer alternativa: matar al alma de forma directa.
Respiró profundamente sintiendo un escalofrío recorrer su espalda ante semejante pensamiento y se recostó en la silla.
Oyeron pasos acercarse y Alfredo regresó con enorme plato de masas finas y delicias
—Disculpen la demora... —
—No te preocupes... —respondió Santiago con amabilidad.
—¿Que los trae por aquí? — preguntó el mayordomo más dispuesto, parándose a un lado de la mesa, en un lugar donde todos pudieran verlo.
Hubo un breve silencio.
—Recibimos una invitación... —repitió Matias con cuidado y dejó el sobre sobre la mesa, solo para que pudiera ver el sello de la familia —Quizás pueda guiarnos un poco...
El mayordomo palideció de repente y apartó la vista.
—No... No estoy seguro de querer....
Se oyeron pasos acercarse a las corridas y apareció una niña pequeña a los saltos sonriendo enormemente. Era la misma niña rubia de vestido blanco, y ojos verdes.
—¡Hola! — Los saludó. —¡Abuelo! ¡¿Ya puedo ir a jugar?! — insistió dando varios saltitos a su lado.
Los tres invitados respondieron al saludo, mirándola con atención ante la disrupción.
— No, aún no mi cielo.... — intentó calmarla el mayordomo.
—¿Quieres verme bailar? —insistió ella llamando su atención.
—Corazón...
—¡Yo si quiero verte bailar! —intervino Guadalupe entusiasmada y se puso de pie.
Ella sonrió enormemente y se paró en el medio de la habitación y volvió a bailar casi de igual manera que la primera vez: dando giros y saltos como si se tratara de una bailarina clásica.
Los cuatro presentes la miraron. Guadalupe aprovechó la distracción de Alfredo y les indicó a Matias y Santiago que se levantaran de sus asientos.
Ambos obedecieron en silencio y aplaudieron al ver a la niña terminar con su pequeña presentación.
Ella sonrió e hizo una exagerada reverencia para luego mirar hacia la puerta.
De repente alzó una mano y señaló hacia un costado de la puerta, hacia unos cuadros colgados en la pared.
— ¡Ese es mi cuadro favorito! — soltó de repente la niña señalando una vieja ilustración en blanco y negro de la familia. —¡Me hace muy feliz!
—Es mi cuadro favorito también... —Soltó Alfredo con calma.
—¿Ya puedo ir afuera abuelo? — insistió ella.
—Aún no mi ciela
—Yo diría que se ganó su paseo por el parque — comentó Santiago con tranquilidad acercándose a la anima. —
Matias la guió a ella para que abra la puerta.
La niña se colgó del picaporte y tiró hacia atrás.
La puerta cedió un poco.
Un temblor sacudió la habitación.
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#1 Una noche en la estación abandonada
ParanormalUn par de amigos se embarcan en una visita nocturna a una vieja estación abandonada en busca de indicios de una vieja maldición a una familia de la zona, ahora casi abandonada por la modernidad. Pero pronto descubrirán que la razón de la soledad del...