Avance forzoso...

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Santiago notó el intento de una nueva regresión de la ilusión y materializó su cetro dorado de metro noventa, para golpear fuertemente el suelo con la base unas tres veces, rompiendo los efectos de la ilusión del ánima contrariada, acompañado del sonido de un par de campanadas que neutralizaron temporalmente la energía del lugar.

—¡No voy a dejar que nos jodas otra vez! — se quejó intentando detener las consecuencias de la ilusión — ¡Guadalupe! ¡¿Qué ves?!— le preguntó.

La mujer tapó su ojo izquierdo con una mano y respiró profundamente, cerrando su ojo derecho para mirar a su alrededor.

—Un alma. Un vacío ilusorio contenido en una barrera. Energía baja correspondiente al dolor emanando de ella — Resumió — Está al borde de convertirse en una maldición, solo tu estas retrasando que eso pase... — sentenció con amargura la mujer.

—¡Está en duelo! —Protestó Santiago contrariado ante esa información.

—No, ya no lo está... —Concluyó Matias amargado recuperándose del efecto y concluyendo que tendría que ir por la tercer alternativa —Está repitiendo el ciclo otra vez para autodestruirse. Tendremos que improvisar...

Matias apartó la vista de Alfredo y se enfocó en la puerta y sus alrededores.

— ¡¿Por qué quieren que salga?! — preguntó el mayordomo etéreo sin mirarlo — ¡¿Acaso quieren quitarmela?! — Alzó la voz indignado.

— ¡Tiene que salir! — insistió el exorcista mirando nuevamente aquellos cuadros familiares.

— ¡Ya le dije que no! ¡Es la única manera de protegerla de esa cosa! — se quejó Alfredo. — ¡No insista!

— ¡¿Y por qué me llamaste?! — argumentó el exorcista. — ¿Qué hago yo aquí? ¡Ya sabes quien soy...! ¡Me dejaste entrar!

Alfredo lo miró con miedo y la ilusión volvió a resquebrajarse a su alrededor.

— Si, lo sé... — concluyó la anima.

— ¿Y entonces? — insistió el exorcista con cuidado.

— No estoy listo... — confesó.

Matias asintió.

— Creo que nadie lo está... — Sentenció y lo vió palidecer.

El hombre tomó su cabeza con ambas manos y luchó contra sí mismo.

Las luces parpadearon y los objetos de la habitación se resquebrajaron.

Guadalupe corrió hacia Santiago y lo tiró hacia atrás al notar que la misma ilusión, generó una grieta en el suelo bajo sus pies y lanzó restos de mampostería frente a ellos.

Guadalupe alzó una mano y notó que la ilusión de la viga de madera era lo suficientemente realista como para impedirle avanzar.

— Podríamos haber muerto... — concluyó con espanto.

Santiago, agotado y con apremio, volvió a intervenir en la ilusión golpeando el suelo tres veces con su báculo de oro.

Matías, motivado ante el peligro que corrian los otros dos, materializó una espada larga de metal negro brillante del interior de su pecho y la apuntó hacia el cuadro colgado en la pared donde aparecia toda la familia.

— ¡Oye! — Llamó su atención.

Alfredo lo miró y abrió grandes los ojos.

—¡¿Qué hace, padre?! —se asustó y corrió hacia él, atravesando a Santiago, quien intentó detenerlo por impulso y quedó sumido en una repentina angustia que le impidió respirar.

#1 Una noche en la estación abandonadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora