CAPÍTULO 11

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Una vez que el último cliente de la tarde se hubo marchado, Harry cerró la puerta del local y apagó el flamante neón de la entrada, Bar Restaurante La Oveja Negra. El neón había sido un regalo sorpresa de Louis.

Ante sus protestas por el elevado precio del regalo, Louis le había sugerido que se le ocurrían varias maneras de compensarlo... dándole un apasionado beso que consiguió excitarlo al instante. Aunque tampoco necesitaba mucho para lograrlo. Bastaba con una mirada. Un roce. El aroma de los melocotones...

Aquel día habían terminado en el sofá de su oficina recién decorada.

Durante el último mes habían compartido episodios de ese tipo: habían hecho el amor con una desquiciada urgencia que Harry jamás antes había experimentado. Día a día, hora a hora, y cada vez más los sentimientos por Louis crecían. Quería hacer con él cosas inimaginables hasta entonces: tejer lazos, compromisos que había evitado durante toda su vida.

Por todo lo cual, el secreto que aún le ocultaba le remordía más que nunca la conciencia.

De repente, el contacto de su mano en su brazo lo devolvió a la realidad. Girándose, lo estrechó en sus brazos.

— ¿Te he dicho ya que la inauguración será un éxito?

— Cien veces por lo menos — respondió él.

Louis llevaba asegurándoselo durante toda la semana.

Harry, por el contrario, estaba algo preocupado. Se había endeudado y tenía miedo de que su negocio terminara hundiéndose, como tantos otros negocios en aquellos días, dejándolo con una factura que nunca pudiera llegar a pagar. De esa manera, para colmo, su padre y su hermano tendrían la prueba definitiva de que seguía siendo tan irresponsable como siempre.

— Pues entonces hazme caso — lo abrazó —. Conozco mi trabajo, Harry, y tú conoces el tuyo. Juntos formamos un gran equipo.

«Y no sólo laboralmente hablando», pensó él, cediendo al impulso de acariciarle la espalda y atraerlo hacia sí.

— Además, ¿cómo puede la nueva Oveja Negra no ser un éxito? Míralo bien.

A pesar de la nube de deseo que lo envolvía, Harry miró a su alrededor.

El ambiente era justo lo que había deseado y planeado: de una sutil sofisticación. Clásico y elegante, pero al mismo tiempo cálido y acogedor. Los suelos de parquet relucientes, las paredes forradas de madera, las ventanas con sus nuevos marcos y cenefas a juego con los del restaurante.

Al ver a sus empleados recogiendo el bar, tuvo que admitir que también estaba encantado con los uniformes que llevaban, incluido el de Bruce.

— Y a juzgar por todo lo que se comenta por ahí, tengo la impresión de que La Oveja Negra va a dejar al Roxy's fuera de combate

Harry bajó la mirada hasta sus labios, tan cerca de los suyos. Se le aceleró el pulso. La sangre le ardía. Con un esfuerzo, tuvo que recordarse que no estaban solos en el local.

— Gracias por apoyarme, Louis — le dijo, sincero.

— ¿Sabes una cosa, Harry? A veces pienso que eres demasiado perfecto para ser real.

Se disponía a besarlo cuando de pronto se contuvo, desvanecida su euforia por aquella última frase. Desde luego que no era perfecto, y el mayor de sus defectos era el engaño que había hecho respecto al diario. Un engaño que cada día le pesaba más y más.

— Hay algo increíblemente sexy en tu uniforme — le susurró Louis al oído mientras deslizaba los dedos por sus tirantes, hasta la cintura del pantalón —. He tenido cierta fantasía...

FANTASÍAS (LS AP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora