CAPÍTULO 8

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A bordo de su deportivo, Louis entró en el sendero circular de la entrada de la casa de sus padres y aparcó detrás del todoterreno de Lottie y Max, su esposo. Apagó el motor, pero no hizo ningún amago de bajar. Se quedó mirando el gran edificio en el que se había criado, donde su hermana y él habían compartido tantos sueños y esperanzas para el futuro.

Al menos los sueños de su hermana se habían cumplido. Porque los suyos se habían hecho añicos tres años atrás. Se estremeció al pensar en dónde estaría en aquel momento de no haber roto con Luke. Y qué hubiese sido de él si no hubiera tenido el apoyo de su familia, que lo había ayudado en el periodo más devastador de su vida.

— ¿Estás seguro de que quieres que te acompañe?

Louis volvió a la realidad y miró a Harry que se hallaba a su lado, prácticamente encajonado en el minúsculo espacio del deportivo. En el último minuto había decidido que no tenía nada de malo presentarse con un amigo en la comida de su cumpleaños. Además, quería que él estuviera allí.

Sacó la llave, sonriendo.

— ¿Cómo esperas que esté seguro de algo? Hoy cumplo veintinueve años.

Harry alzó una mano para quitar de su rostro el flequillo.

— Pues, aunque sólo sea para animarte, te diré que lo cierto es que no aparentas más de veinticuatro.

— Eres un mentiroso — soltó una carcajada —, pero sí, has conseguido animarme. Espero que sigas a mi lado cuando cumpla los cuarenta.

Harry arqueó las cejas.

— ¿Piensas acaso que planeo irme a alguna parte?

Su pregunta no requería respuesta, porque Louis sabía lo que había querido decir.

Pero por mucho que le atrajera la perspectiva de que Harry pudiera formar parte permanente de su vida, no se hacía ilusiones. En el mejor de los casos, para él significaba que, una vez terminada su aventura, seguirían siendo buenos amigos, con vidas perfectamente separadas. Nada de compromisos, ni de lazos, ni de obligaciones.

Louis sintió una extraña opresión en el pecho. Lo que había empezado como una simple aventura había empezado a convertirse en algo mucho más profundo. Todavía no se habían acostado y ya se estaba enamorando de él...

— ¡Louis!

Lottie bajaba en aquel momento los escalones del portal, luciendo un vestido estampado de flores y saludándolo con la mano. La pequeña Emily, encaramada sobre su cadera, imitaba su saludo. Max, su esposo, la seguía a distancia, y detrás estaban sus padres, deseosos de felicitar a su hijo.

Ambos bajaron del deportivo y se dirigieron hacia la casa.

Había transcurrido una semana entera desde su último episodio de seducción en La Oveja Negra, y apenas habían tenido tiempo de estar solos debido a sus respectivas y apretadas agendas de trabajo. Lo cual no había impedido que Harry aprovechara todos y cada uno de los momentos en que habían podido estar juntos, por muy breves que fueran.

Como cuando habían coincidido en el portal del complejo habitacional, Louis volviendo del trabajo y él de camino hacia el bar, o en las fugaces visitas que había hecho a su oficina durante la hora de la comida. En cada uno de aquellos momentos, había sido capaz de enloquecerlo de deseo con sus besos y caricias, que siempre acababan sabiéndolo a poco. Y sus llamadas de teléfono también tenían un matiz más que provocativo.

— ¡Feliz cumpleaños, hermanito! — lo abrazó Lottie.

Max fue el siguiente. Cuando se retiró, una falsa expresión de asombro apareció en sus ojos castaños.

FANTASÍAS (LS AP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora