Hay amores que están destinados a repetirse, que en todas sus vidas están sentenciados a encontrarse, algunas veces el hilo del destino nos entrelaza a una persona, pero ¿qué pasa cuando ese vínculo no es único? Y peor aún ¿Qué haces cuando en medio...
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La siguiente semana la llamada de Erwin los reunió de nuevo. La cita era más que todo para agradecer a todos la ayuda, la misión había salido mejor de lo que esperaban y aunque para los demás simplemente no habían encontrado nada, la voz del comandante en el fondo les dejaba cierta sensación de misterio. Antes de terminar la reunión, Erwin se dirigió a los líderes de grupo
— Hange, Mike, Levi, necesito hablar un momento a solas con ustedes, cuando terminemos acá los espero en el patio de acceso
Mientras Erwin seguía finalizando la junta, Aru codea a Mike y le susurra
— Barchën, ¿puedo ir?
— No lo sé, pregúntale a Erwin
Los restantes se levantan para marcharse, mientras los líderes esperan y Aru no se mueve de su asiento. Cuando todos salen el comandante hace una seña para que los otros continúen, Hange y Mike toman la delantera seguidos por Erwin que cuando camina por delante de Aru, es retenido por la manga del abrigo.
La pequeña tiene esa mirada suplicante que siempre logra lo que quiere
— ¿Puedo ir también comandante?
— Comandante – replicó entrecerrando los ojos – ¿Desde cuándo eres tan formal conmigo?
— No lo sé – dijo encogiéndose de hombros – ¿Puedo cejas?
Erwin sonríe y le pellizca una mejilla
— Pídele permiso al líder de tu equipo ratoncita, si él te deja, puedes ir
El rostro dulce que Aru tenía se desvaneció y se cruzó de brazos ahora molesta. El rubio continuó su camino y dio paso a Levi que traía consigo esa típica cara llena de indiferencia. Aru lo miró de reojo sin decir una sola palabra, sabía que no valía la pena tan siquiera pedírselo, pero se asombró al verlo detenerse bajo el marco de la puerta y sin voltearla a mirar le dijo:
— Muévete enana metiche, no hay que hacer esperar a Erwin
Aru todavía procesaba lo que dijo, cuando él volvió a espetar toscamente
— ¿Te vas a levantar de ahí o no?
La pequeña se levantó en un brinco y lo empujó para alcanzar a Mike
— ¿Levi te dio permiso? – preguntó Mike en voz baja volteando a ver a Levi
— Si
— Y le diste las gracias, supongo
— No, porque me dijo metiche
— Pues no dijo ninguna mentira – agregó entre risas
— Ay déjame en paz, quiero saber que se trae cejas entre manos y si tengo que ser una metiche pues eso seré