VICTORIAEstoy totalmente concentrada en el saco de boxeo, pienso en su cara cada vez que mi puño impacta contra él, desearía que esto fuera realmente él y poder golpearlo con todo lo que tengo.
Recordar aquellos días remueve todo en mi interior, cada vez que sucede siento una necesidad abrumadora de aporrear mi cabeza contra una pared hasta quedar inconsciente.
Vuelvo a golpear con fuerza y siento un ligero dolor en mi muñeca, un mal movimiento, sé que lo ha sido, sé que debo cambiar mi postura y evitar ejercer más presión en ese punto, pero no puedo parar.
Todo en lo que puedo pensar es en él...
¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio!
—Para.
Una mano el doble de grande que la mía detiene el guante antes de impactar contra la tela del saco. Sé sin necesidad de alzar la mirada de quién se trata, es el único capaz aquí de detener uno de mis golpes cuando entro en este estado.
—No es asunto tuyo —gruño, apartando el puño con un movimiento brusco.
—Vas a hacerte daño y tu amiga se preocupará si lo haces.
—Claro..., Kathy... —Ruedo los ojos. Estos dos han estado jugando al gato y al ratón desde que puedo recordar, y tengo una increíble memoria—. Yo no se lo diré y, si tú mantienes la boca cerrada, no tiene por qué enterarse.
—Siempre se entera.
—Ya...
Tiene razón, aunque no quiero admitirlo. Me muevo hasta sentarme en el banquillo y empiezo a quitarme los guantes. Aun sin mirarlo sé el momento en que se sienta junto a mí.
—No estabas centrada.
—Lo sé, Rayder, créeme que lo sé.
—Entonces no lo hagas, no luches descentrada. Vete a casa y vuelve cuando te centres.
Rayder Gómez, el mejor boxeador masculino de este gimnasio. Lo conocí poco después de que empezara a venir por aquí y rápidamente entablamos una especie de amistad basada en el respeto mutuo y en nuestras pocas ganas de hacer preguntas innecesarias.
Así está bien, él me gusta, no habla a menos que sea necesario y evita meterse en lo que no le importa, claro que eso es solo si no afecta a Kathy.
Retiro los guantes de mis manos y empiezo a flexionar los dedos. Enseguida siento el pinchazo en mis nudillos y el dolor en mi muñeca. No creo que tenga nada grave, solo dolerá algunas horas y después desaparecerá.
—Estoy bien, no me he hecho daño, puedes volver a entrenar —digo al ver que no tiene intención de dejarme.
—Tienes la mano magullada.
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Victoria - Bilogía Invicta
Teen FictionLa vida de Victoria González es un desastre. Es una mamá osa protectora que boxea de noche y sirve mesas de día y, aun así, apenas puede llegar a fin de mes. Lo que menos necesita es un guapo y sexy inspector vigilando su trasero a cada paso, menos...