El día que perdí todo (Demon Slayer)

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( Universo Alternativo / Diferencias con el Canon / Ambientación Moderna / Angustia / Final triste )


¿Cómo es que las cosas terminaron así? En un día perdí mi hogar, mi familia, todo lo que conocía, toda mi vida.

Mi nombre es Tanjiro Kamado, mi familia y yo vivíamos en un pueblo rural, jamás conocimos las grandes ciudades ni tuvimos sus milagros económicos, pero sí fuimos afectados por las crisis del 2008 que agudizaron los problemas ya arrastrados desde la década perdida de Japón.

La paga por trabajar en el campo no alcanzaba para solventar a mi familia de siete integrantes. Antes eramos ocho, pero mi padre enfermó y no tuvimos el suficiente dinero para pagar sus medicamentos y tratamiento. Falleció, su muerte dejó un vacío en nuestro hogar, corazón y sustento.

Nos desalojaron de nuestra casa por incumplimiento de pagos, por suerte había aprendido habilidades de construcción y erigimos una choza en el bosque de la montaña, lejos del pueblo. Recuerdo que había un par de personas en el pueblo, las más ancianas, que le temían al bosque, decían que en sus profundidades albergaba criaturas sanguinarias. Yo siempre pensé que eran supersticiones.

Mi mamá y mi hermana Nezuko cuidaba a mis hermanos pequeños y mi hermanos con suficiente edad me acompañaba al interior de la naturaleza para recolectar verduras y bayas silvestres o cazar algún animal.

Cuando eso no era suficiente cortábamos madera o extraíamos carbón y vendía esos recursos en el pueblo para después comprar comida.

—Tanjiro, está nevando mucho, es peligroso, no hay problema si no vas —me dijo mi madre la tarde del día maldito.

—En el invierno escasea la comida del bosque, iré a vender para que todos tengan su comida favorita.

—Gracias... —Mi mamá me brindó una mirada que entristeció mi corazón. Sus ojos delataban agradecimiento pero también dolor por la situación que vivíamos.

Tres de mis hermanos pequeños quisieron acompañarme pero mi mamá se los impidió por lo peligroso que era el camino.

—Lamento que tengas que cargar con todos nosotros hermano —me dijo Nezuko, quien era la que más se preocupaba por mí—. Cuídate.

Me despedí de todos ellos y fui al pueblo. En esos momentos pensaba que la vida no era fácil pero que era una bendición. Creía que era como el cielo, a veces nevaba pero eso duraría para siempre. Que equivocado estaba.

En el pueblo vendí carbón e hice reparaciones en las casas para ganar dinero, aunque no me gustaba cobrarles una gran cantidad porque sabía que muchos de ellos estaban en una situación parecida a la mía. Por eso me contentaba con que su pago fuera algunos de sus productos cosechados.

Me entretuve mucho tiempo en el pueblo, se hizo de noche sin darme cuenta, la tormenta de nieve empeoró, uno de los vecinos me dio albergue en su hogar para descansar hasta la mañana siguiente.

Ahora me sigo preguntando que habría pasado si hubiera ido a mi hogar en ese instante. ¿Qué tanto habría cambiado mi destino? ¿Habría ayudado en algo? ¿Mi vida sería mejor o peor? No creo que hubiera empeorado, tal vez estaría muerto pero eso estaría mejor.

Desperté con el alba y regresé al bosque en la montaña, a donde estaba mi casa y mi familia.

El aroma de sangre en el aire me advirtió lo que me esperaba pero no quise creerlo hasta que lo vi con mis propios ojos.

A la primera que vi fue a Nezuko, tendida en el suelo nevado, cubierta de sangre y abrazando el cadáver de mi hermano Rokuta. Apresuré el paso, miré dentro de la casa y vi a mi madre, Hanako, Takeo y Shigeru. Todos muertos, desangrados, despedazados.

No, no todos estaban muertos, el cuerpo de Nezuko estaba cálido, tal vez podría salvarla. La cargué en mi espalda y caminé presuroso de vuelta al pueblo. Tenía la esperanza que si llegaba a tiempo un médico podría ayudarla. El aire frío provocaba que mi respiración ardiera. Mis piernas estaban pesadas y fatigadas, pero no iba a detenerme, no iba a permitir que mi hermana muriera.

Estábamos a poco más de la mitad del camino cuando Nezuko despertó, pero antes de que pudiera alegrarme ella soltó un alarido que me heló la sangre, jamás había oído un ruido tan aterrador. Nezuko se zarandeó, hizo que cayera con ella en mi espalda y rodamos sobre la nieve. Me levanté, mi hermana se encontraba a pocos pasos.

—¡Nezuko! ¿Estás bien? —pregunté con mucha angustia.

Ella no respondió, alzó la cabeza, me miró con los ojos de una bestia y me mostró unos dientes afilados. Se abalanzó hacia mí y trató de morder mi cuello. Detuve su dentellada con la empuñadura del hacha que siempre llevaba.

Oni, demonios come humanos, esa era la criatura que los ancianos temían del bosque, era lo que había matado a mi familia y era en lo que se había convertido mi hermana.

Mi cabeza fue una marea de mil pensamientos. Imaginé el terror y dolor de mi familia siendo masacrada por esa criatura, me sentí frustrado y furioso por no haberlos salvado. Pero la idea principal que se quedó en mi mente fue que debía salvar a mi hermana.

—¡Nezuko! ¡Haz todo lo posible para resistir! —grité desesperado—. Creo en ti. ¡Puedes hacerlo!

Mis palabras surtieron efecto, sus ojos monstruosos soltaron lágrimas y se apartó de mí. Yo me sentí feliz, pero estaba tan cansado que solté el hacha y me quedé de rodillas sobre el suelo. Por eso pude ver con claridad todos los gestos que la cara de mi hermana hacía, todas las emociones por las que pasaba: Culpa, ira, tristeza, frustración, odio, dolor, un instinto inhumano de matar.

Se abalanzó de nuevo hacia mí, temí por mi vida, pero ella agarró el hacha y me miró a los ojos con los suyos anegados de lágrimas.

—¡No! ¡Nezuko! No lo hagas, debe haber una solución.

Me levanté de un salto y agarré la empuñadura para tratar de arrebatarle el arma, pero ella era más fuerte, me quitó el hacha y de un movimiento degolló su propio cuello. La cabeza rodó en el aire un segundo antes de caer a la tierra nevada y hacer un charco de sangre.

—¡No! ¡Nezuko! —lloré a raudales, arrodillado frente al cuerpo decapitado de mi hermana.

No sé si fue el alarido de ella o mis gritos o mis lamentos, pero algunas personas del pueblo llegaron para saber qué pasaba y al ver la escena pensaron lo más lógico. Yo había matado a mi hermana.

Llamaron a la policía, me encerraron en una celda de la comisaria, fueron a mi hogar y descubrieron los cuerpos del resto de mi familia. Todo apuntaba a que yo era el responsable. En ese momento estaba tan alterado que mis declaraciones fueron sobre el oni que mató a mi familia sin darme cuenta de que eso me hacía ver como un lunático.

No voy a comentar todos los proceso largos y complejos de mi juicio, saltaré al final, mi sentencia fue ser encerrado en un hospital psiquiátrico.

Todas los días me dan drogas para que esté calmado y no tenga "alucinaciones". Pero yo sé la verdad, existen los onis. En este mundo hay demonios que comen personas. ¡Uno mató a mi familia y sigue suelto, matando muchas más!

Fanfics CortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora