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Los rayos del sol anunciaban un nuevo día, la puerta fue tocada y el chico de largos y sedosos cabellos negros se estiraba perezosamente en su cama.

-Adelante- dijo con voz adormecida pero audible y al instante, sus sirvientes entraron para encargarse de él.

-Buenos días, príncipe. ¿Durmió bien?- su sirviente de más entera confianza, entró a la habitación dándole vida al cuarto.

-Sí, Yugyeom, como nunca lo he hecho- esperó a que entraran otras mujeres quienes se encargaban de preparar su baño y poner su ropa limpia frente a él.

-Sus padres, los reyes, han pedido que baje a desayunar con ellos- avisó el hombre mientras él se levantaba perezosamente.

-Gracias, puedes retirarte- con una reverencia, el hombre se fue y se metió al baño para poderse lavar.

En realidad, así eran todos y cada uno de sus días. Lo levantaban muy temprano, le preparaban el baño, su ropa, llegaban a peinarle y a ayudarle a vestir sus dorados trajes, aunque en ocasiones le gustaba vestir camisas de sedas con mangas largas y pantalones entallados a su figura sea del color que fuera. Bajaba a desayunar y cumplía con un estricto horario que sus padres habían destinado para él desde que llegó al palacio.

Se vistió de inmediatos sin esperar que alguien más entrara, un conjunto rosa pastel tal y como antes fue descrito, fue con lo que el lindo Dong Min se vistió.

-¡Príncipe!- una mujer a su servicio entró corriendo para ayudarle a arreglarse, Dong Min era vanidoso y también demasiado hermoso como nadie más en el mundo. Para ser un hombre Dong Min tenía una conducta amanerada que era muy criticada por todos en el reino, pero no solo a él criticaban, sino a la familia real en sí.

Después de todo, Dong Min era el hijo adoptivo de personas en una relación homosexual que gobernaba un reino grande, ese hijo que la pareja por aquella misma situación no pudieron engendrar, pero Dong Min llegó para hacerles felices y estaban agradecidos con la vida por ello.

El pelinegro bajó las escaleras del palacio con su sonrisa característica y su espontánea personalidad, casi como si fuera un niño pequeño cuando en realidad estaba a nada de cumplir 19 años.

-¡Buenos días!~

-Dongminnie, hijo- el rubio besó a su hijo en la mejilla.

-¿Dormiste bien, papá Junnie?

-Sí, tesoro, gracias.

El pelinegro corrió a otro padre y al ver su rostro serio, también se calmó -Buenos días, su majestad.

-¿No hay beso para mí?- dijo Jin Woo y Dong Min sonrió en grande.

-Claro que también hay beso para ti, papá- abrazó al hombre y casi corriendo se alejó de él listo a tomar asiento mientras los empleados le servían el desayuno.

-El mensajero dijo que San Ha vendrá hoy, así que compórtate.

-Papá Junnie, me ofendes, San Ha y yo siempre nos portamos bien- el rubio solo arqueó su ceja y viró sus ojos -De acuerdo, puede que más de una vez nos metimos en problemas, pero está bien, ya no somos niños.

-Dong Min, te recuerdo que hace un mes encontré tu habitación llena de excremento de paloma.

-Papá, en mi defensa, yo solo quería una mascota y San Ha me ayudó a atraparla.

-No hay excusa. Espero que esta vez no hagas nada que me moleste.

-Lo prometo, papá, no te preocupes.

-Terminen su comida. Dong Min vas a ir a recibir tus clases al estudio, darás tu paseo vespertino y todo cuanto esté apuntado en tu horario. Myung Jun y yo iremos a dar una vuelta por el reino.

-Está bien, papá. Vayan con cuidado, yo me portaré bien.

Terminó de desayunar y se despidió de sus mayores para seguidamente, dar inicio a su itinerario del día.

The Prince ¦♕¦ binwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora