Despedida

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El olor a tostadas recién hechas y tortitas inundaba toda la casa, y el ambiente era agradable lo cual era un buen cambio después de haber vivido tantos días de tensión y tristeza.

Luz comía en silencio, mientras el resto de comensales conversaba con tranquilidad. Aún era temprano, los preparativos del entierro estaban listos y sólo quedaba asistir más tarde.

Jon, como siempre sentado a su lado, echaba una cantidad exagerada de sirope de chocolate sobre una tortita y sonreía con picardía.

—Tú echa más hijo, que creo que te has dejado un trozo sin cubrir —le regañó Javier que estaba sentado frente a ellos en la mesa.

—Joder papá, para una vez que comemos tortitas así —protestó Jon.

—Tiene gracia que regañes al niño cuando tú te has echado medio kilo de nata, cuñado —dijo Marta y le lanzó un guiño cómplice a Jon.

—Muy graciosa —dijo Javier. —Muy graciosa —.

—Entonces, ¿ya está todo organizado para esta tarde? —preguntó Rita, la abuela de Luz que presidía la mesa.

Luz adoraba a su abuela y a su familia, a veces las comidas familiares podían resultar un poco caóticas y era difícil aburrirse con ellos, pero se querían mucho todos y siempre se apoyaban en todo, o al menos lo intentaban.

Era ya una tradición familiar desayunar juntos casi todos los domingos, a parte de todas las comidas y cenas que programaban durante cada mes. Rita era una mujer de familia, era dura y contundente con todo el mundo pero protegía y amaba a su familia y adoraba tenerlos en casa a todos juntos.

—Sí, ayer ya acabamos de dejar todo a punto y esta tarde después de la ceremonia nos vamos al restaurante del hotel, Aitor quería que hiciéramos algo en honor de Maia —dijo Silvia.

—La verdad es que es una auténtica pena... —dijo Rita con tristeza —era tan joven y llena de vida, no me entra en la cabeza cómo puede haberse ido tan pronto.

Luz sintió que se atragantaba con la tostada y la dejó en el plato como si estuviera ardiendo. Tenían que volver a hablar del mismo tema. No los podía culpar tampoco, era difícil para todos y era el tema del momento, pero se le empezaba a hacer muy cuesta arriba.

—Siempre fue una mujer muy fuerte y valiente —dijo Marta siguiendo la conversación —luchadora hasta el final.

—Una pena que haya tenido que pasar por tantas cosas incluso antes de todo esto ¿no? —preguntó Rita. —El divorcio, lo de su hija... una verdadera pena.

—Lo de Ainhoa fue muy duro —comentó Javier con tristeza —creo que nunca se recuperó del todo.

—Creo que Aitor contactó con ella —dijo Marta —debe haber sido difícil llamarla para algo así y encima sabiendo que puede que no venga.

—Pues ha venido —dijo Silvia y hubo un silencio sepulcral en la sala.

—¿Qué? —masculló Javier intentando no atragantarse con un trozo de tortita.

—Anoche se registró en el hotel. —

Luz jugueteaba con el cuchillo de la mantequilla queriendo ocultar su nerviosismo. No iba a meterse en la conversación, claro que no le sorprendía la noticia porque ella ya lo sabía. Pero no diría que casi atropellaba a Ainhoa y que su vuelta le había supuesto un problema que no esperaba tener que enfrentar.

Hacía años que no veían a Ainhoa, se fue un día sin decir nada y jamás volvió. No se molestó en despedirse, no miró atrás, y tampoco hizo nunca ningún esfuerzo por contactar con nadie de allí.

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