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Bajo la sombra de su madre, la gran Dama Búho, Eve está en un camino de la búsqueda de la verdad y su propia identidad. Pero el Guardia Dorado se topa en su camino para hacer las cosas un tanto interesantes...
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Eve se aseguró de abrazar a los taliamigos para que recibieran suficiente calor como para que no pasaran frío. Pues, en las alturas la temperatura era mucho mas baja de lo habitual, y aunque ella sintiera como su piel se erizaba y unos temblores aparecían en su cuerpo, priorizó que los pequeños palismanes estuvieran bien.
Todo estaba muy tenso, las discusiones se presentaron, todos se encontraban muy estresados y aterrorizados por el Día de la Unidad. Aunque, con un poco de comida se solucionaba todo, por lo que con Willow, abrieron la caja de alimentos del aquelarre de sanación. Un poco mas tranquilos, se dispusieron a comer y reponer fuerzas para lo que se aproximaba.
– ¿Quieres un poco de mi pan? – la pelirroja volteó en dirección a Hunter quien le tendía con gentileza una hogaza mientras tomaba asiento al lado de ella. Al parecer, la inquietante situación de no saber que iba a pasar con las Islas Hirvientes, le había dado el coraje para acercarse aún más a la chica que tanto le gustaba.
– Estoy bien, gracias Hunter – le sonrío lo más que pudo, pues sus ojos pesaban y dolían. El rubio lo notó de inmediato por lo que, tomó una manta que estaba encima de una de las cajas y cubrió a la chica con ella, ocultando los hombros de ambos bajo la suave tela.
– D-descansa un poco, lo necesitas – tartamudeó al principio, nervioso por la cercanía de la chica y avergonzando por haber hecho tal cosa, se sentía como un descarado – Y-yo lo- lo siento, iré con Alador, no quiero incomodarte – estuvo a punto de levantarse, pero una mano en su brazo se lo impidió.
– Quédate, Hunter – los ojos de Eve nunca habían brillado tanto. Por más hermoso que se veía el cielo vestido de naranja y violeta, nada comparaba la belleza del color de los ojos de Eve, que, para Hunter, parecían brillar más que los mismos rayos del sol.
No hizo falta decir nada más, el rubio volvió a acomodarse pegando su hombro con el de la chica. Ambos sentían sus corazones desbocarse en sus pechos y el calor en sus mejillas. La pelirrroja sintió paz por primera vez en días, pronto el sueño la alcanzó, su cabeza se balanceaba lentamente de atrás hacia adelante por el movimiento de la nave, hasta que finalmente reposó en el hombro del muchacho. El rubio sintió como todo su cuerpo se tensaba, jamás había experimentado algo así, ¿que debía hacer?
– Phss, oye, ¡Gus! – susurró en un grito silencioso, llamando a su amigo. Este volteó viéndolo, hasta que se percató de lo que estaba pasando y le dio una sonrisa de oreja a oreja dando pequeños saltitos en su lugar – ¿Q-qué debo hacer?
– Solo apoya tu cabeza sobre la de ella – le dijo con simpleza, riendo seguido viendo el intento de su amigo – Solo... descansa con ella – expresó antes de seguir conversando con Amity.
El muchacho soltó un suspiro y se reiteró varias veces que no había problema alguno. Miró como el pecho de la chica subía y bajaba lentamente, y de cierto modo eso lo relajó, por lo que sin planearlo, su cabeza termino apoyada sobre la de la pelirroja, para luego cerrar sus ojos y sentir como el sueño le ganaba.
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